miércoles, 5 de febrero de 2014

Cerebro, mente y consciencia (I)








CEREBRO, MENTE, CONSCIENCIA.


      En el curso de la evolución, el ser humano ha pasado, a través de su historia, del tiempo lineal, por etapas diversas. Períodos que corresponden al desarrollo de su constitución biológica y psíquica actual.
      Si recorremos los distintos tipos humanos, que habitan el planeta desde hace unos  pocos millones de años, observamos como nuestros ancestros caminaban a cuatro patas hasta que los avatares de la transformación planetaria los llevaron a erguirse en dos. Sus patas delanteras se convirtieran en brazos, con manos prensiles y útiles para fabricar objetos.
    Esta evolución ha radicalmente transformado el cuerpo del humano. Y uno de sus aspectos más primordiales ha sido el cambio en la dimensión y en la forma del cerebro. Con el cerebro ha cambiado su forma de ver el mundo y las diferentes formas de atención o de consciencia.

El cerebro

    La ampliación del tamaño y función cerebral ha ido paralela a la complejidad de su superficie, de la del córtex y a la aparición y crecimiento del lóbulo frontal. Ambas zonas son responsables de buena parte de lo que hoy hace del humano una especie muy diferente del resto de los primates, que son parientes lejanos en el tiempo con un tronco común,  y que han seguido,  a su vez,  otro tipo de evolución.
    La época que hoy llamamos moderna, y que nace principalmente en la Europa del Renacimiento, ha sido un tiempo de estudio  y análisis del Universo y en particular del hombre por el hombre. Los experimentos en la física, en la medicina, la cirugía y los estudios biológicos en general han culminado a finales del XIX y todo el siglo XX con el análisis y conocimiento pormenorizado del cuerpo humano.           Uno de los elementos que más ha sido revisado e investigado ha sido el gran desconocido hasta entonces: el cerebro.
    Este órgano es producto, como decimos, de una evolución. Desarrollo que, al igual que el resto, tiene aspectos graduales, los más frecuentes. Para mejorar nuestra conformación al medio, zonas del cuerpo se van readaptando a las nuevas necesidades de la especie.
   Como nada se crea ex novo, el cerebro tiene un origen y una historia.

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  En el cerebro, dividido en dos hemisferios similares pero no iguales, de funciones diversas y convergentes,  coexisten, al día de hoy, regiones muy antiguas. Lo que se suele denominar cerebro “reptiliano”,  por tener funciones similares a las de nuestros antecesores los reptiles, y que es responsable de los aspectos más instintivos de la especie. Otra parte, que para facilidad de expresión, se llama cerebro medio (substancia blanca) y que posiblemente venga arrastrada de nuestros ancestros mamíferos primitivos, con sus funciones peculiares. Finalmente, y solamente para entenderse, existe la zona evolutiva más moderna, que es a la que me he referido como neocortex o substancia gris (nueva corteza) y el lóbulo frontal.
   Estas tres partes del cerebro están, a su vez, íntimamente vinculadas con otras zonas cerebrales (bulbo raquídeo, cerebelo, glándula pineal etc.), responsables del comportamiento y con la médula espinal.
Bien. Se trata de una explicación muy simple para un órgano muy complejo. Para quien quiera mayores detalles recomiendo el libro de F. Rubiá “Qué sabes de tu cerebro” (2006).
   Avanzado ya el siglo XXI,  podemos observar que los estudios acerca del cerebro han dado un salto espectacular gracias a las nuevas tecnologías, entre las que se encuentra la tomografía computarizada y otras como la de la imagen. Esto ha permitido ir localizando la “sede” de las distintas  capacidades y habilidades humanas en áreas del cerebro. Ninguna de estas zonas está aislada de las demás y parece bastante cierto que aunque un daño cerebral en una zona del cerebro afecta a capacidades concretas, el resto del órgano suple, en la medida que puede, los déficits con otras habilidades. A esto hemos de sumar el hallazgo de docenas y docenas de sustancias y encimas cerebrales que inducen o frenan los impulsos y las emociones. Un déficit o exceso en alguna de ellas  sacude la existencia del sujeto y o pone a prueba su estabilidad.

Dualismo y monismo

   Por otra parte, los científicos de hoy en día, en su inmensa mayoría, estiman que el cerebro es el único responsable de los procesos mentales, del pensamiento, de la idea del yo y de la consciencia.
   Dado que el estudio contemporáneo del cerebro ha podido comprobar que las facultades mentales, emocionales y aún espirituales está “radicadas” en áreas cerebrales, la mayor parte de los científicos (cuya mayoría sostiene una ideología materialista monista) está convencida que todo lo que pensamos, percibimos, sentimos, creamos y creemos es consecuencia  del funcionamiento cerebral.
   Hasta bien entrado el siglo XX,  imperaba el dualismo. Se estimaba que mente y cuerpo son substancias diferentes (una espiritual y otra material). Sus antecedentes filosóficos y médicos están asociados a la figura, en la Europa  moderna, de Descartes (1596-1650) con su expresión cogito ergo sum (“pienso luego existo”).  El filósofo francés, que vio sus ideas condicionadas por la presión de la Iglesia Católica, estableció, para poder opinar sin peligro, que solamente el alma es de Dios, mientras que el cuerpo es observable y analizable (dualismo).
   A esta afirmación, compartida por muchos, le ha sustituido hoy una poderosa corriente de opinión que concluye que nuestra mente se origina y  es consecuencia de nuestro cerebro. Y que, por tanto, no existe diferencia entre mente, cuerpo y espíritu o consciencia (monismo), puesto que todo tiene su origen y función en el cuerpo y en especial en el cerebro..
   Para el monismo científico, si tenemos una forma de pensar un poco o bastante diferente según la edad de nuestra vida es, por tanto, porque el cerebro se desarrolla y se modifica  con el resto del cuerpo y resulta por otra parte, influido por patrones biológicos, sociales y culturales.
   Es tan arraigada esta corriente que resulta en el presente casi imposible encontrar estudios que se separen de ella. Me refiero, evidentemente, a estudios que tengan un nivel exotérico (aceptablemente lógico) suficiente y que estén al menos en contacto con la experiencia de quien lo dice (fenomenológica). Con la experiencia y no únicamente con el deseo o la fantasía de su autor y o seguidores.

(continuará)

2 comentarios:

Sandovictor Hugo dijo...

Me ha gustado mucho el articulo. Aqui se cumple lo de "mente sana en cuerpo sano". Ambos entrelazados.

Anónimo dijo...

Lo dejas en el punto más interesante...