sábado, 17 de agosto de 2013

Despedida en Ifre


Despedida

Hoy, casi cuatro semanas día por día de su muerte, hemos enterrado a Alfonso.
Ha sido un acto bello, sencillo y emotivo. Quienes estábamos representamos a todos los que le quisimos.
Ahora, regresando de Ifre, y mientras escucho la Pasión según San Mateo de Johan Sebastian, escribo está despedida.
El momento está para mi relacionado con un breve escrito de Albert Einstein, que me emocionó y que he leído en la ceremonia.
Os comparto el texto, acompañado por los comentarios que me motivan y que motivaron leerlo.

………………


 
“Se ha despedido de este extraño mundo poco antes que yo”…

"despedido”:

alejado de mis sentidos, que no de mis recuerdos., ya que permanece con mi-go mientras exista el recuerdo.  Y, sin embargo, ya su voz está impregnada de pasado, su presencia es memoria, su sonrisa ligera, su sensibilidad a la vida y a los demás es conciencia lejana y aprendizaje enraizado.

 “extraño mundo":

ya que, por mucho que lo analizo, o tal vez cuanto más lo analizo, más extraño, más difícil de creer me resulta, más brumosa su relación con mi-go . Ya solamente  pareciera que deja de ser extraño, raro, indefinible, cuando mi mente suelta el tratar de entender nada… Y entonces no es ni extraño ni no extraño.

 “poco antes que yo” :

puesto ¿Qué son unos años que me separan de mi propia desaparición comparados con el tiempo infinito, con la edad del planeta o del Universo, o de la Vida…?

“No tiene ninguna importancia”.

¿Cómo habría de tener importancia, puesto que la muerte es aneja a la vida, forma parte de ella, puesto que nada muere sin haber estado vivo previamente? La importancia está ahora para mi en el vacío que me deja, en la ausencia de sus oídos preparados para escucharme, en el afecto que me permitía ofrecerle… El valor ahora está en seguir viviendo sin él, continuar hasta que yo mismo deje el mundo “real” …

La gente como nosotros, los que creemos en la física”…

Sí. Como nosotros, porque había algo esencial que nos identificaba, que nos hacía fraternos, caminantes hacia la meta. Muy en especial desde que llegó su carta, hace tantos años, pidiéndome amistad y ofreciendo la suya, que le di con toda mi fuerza, con todo mi amor, de donde deriva la amistad. Y, si para Albert eso es física, para mi, para nosotros me atrevo a decir, eso es energía vital, amor, compañía esencial en la incógnita de la vida.
Nuestra amistad forma parte de nuestra ciencia de vida, como para Albert la física era parte de la Realidad…
Nosotros, querido Alfonso, creíamos y creemos en la física.

… “sabemos que la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión”

Lo sabemos, porque ambos fuimos perdiendo a muchas personas importantes. En cierto modo, somos huérfanos en el tránsito de la vida y nos hemos acompañado en las pérdidas y en el dolor. Y también en la alegría.
 Ambos hemos combinado pasado, presente y futuro en un presente en movimiento. Nada pasado me es ajeno. Ningún impulso hacia el futuro tampoco. Y tu has sabido mantenerte en un presente continuo, por difícil y doloroso que fuera, apoyado en la fuerza de tu carácter. Y en el poderoso, intenso e infrecuente vínculo con tu marido, así como en  la amistad de quienes has ido cosechando a lo largo de tu vida fecunda.
Sí: una ilusión, tal vez demostrada  por la física de Albert, pero también por quienes tratamos de mantenernos en el presente, por quienes nos inclinamos más por Eros que por Tanatos, aún sabiendo que este último acaba siempre ganando el juego, pero no el espacio-tiempo en que aquí estamos.
Una ilusión provocada por nuestros mismos sentidos, por la misma estructura de nuestro cerebro, por las dificultades de la evolución.
Un ilusión que nos provoca constantes desilusiones, conflictos, penas, cuitas.
Pero que forma parte de nuestra misma existencia, puesto que estamos “hechos” de tiempo y de espacio.
Y tan solo contamos con nuestra conciencia para tratar de poner algo de luz en el caos de la ilusión, de las sombras. Con nuestra consciencia y con nuestra entrega a la vida mientras ésta es posible… supremos jueces de la misma, constantes observadores, maestros de la tragedia y de la comedia de la ilusión.
También una ilusión entendida como una capacidad para sonreír a  la vida, con todas sus dificultades y con todo el amor de que cada uno es capaz.
Ilusionados que no ilusos. Ese fue siempre un tema de nuestra conversación, mi querido.

Ilusión, por pertinaz que sea”.

Sí. Porque ¡Mira que es pertinaz! Constante, densa. Que nos hace comulgar con ruedas de molino. Seguir los deseos como si fueran realidades, alejar la idea de nuestra fugacidad. De nuestra pequeñez. De lo rápido que transcurre la vida, sobre todo contemplada desde la edad ya madura.
Este carácter pertinaz de la ilusión me obliga a mantener a diario un intento. Un esfuerzo por dejar de seguir lo ilusorio.




Y ¡Ay! Qué escaso es el momento en que lo consigo.

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Mi querido Poncho.

El lugar elegido para depositar tus cenizas es de una gran belleza. A mi me recuerda muchos lugares de tu México, de nuestro México, de tu Puebla natal. De lugares que tantas veces compartimos los años aquellos. Mar y  montaña. Desierto y vegetación. Paisaje agreste y feraz en contacto con el agua. Lleno de pasado, de presente y de futuro.
Te acompaña en tu lugar de reposo la fuerza de la vida, que representa el árbol, el tenaz algarrobo. Y el sagrado "Jícuri”, que floreció la víspera para ti, en homenaje primaveral al final de la vida. Y el Cempasúchil: la flor que nos recuerda que los que se van permanecen con nosotros.
También dos hermosas rosas rojas, que señalan ese idilio y la pasión amorosa en que vivisteis, esa relación hermosa y compartida, por todos admirada.
Y el escarabajo. El escarabajo que vi esconderse bajo las flores rojas, símbolo de que la vida no muere sino que se transforma.
El olor del copal, esencia del alma y que parece llevarnos a otro mundo.
Y la Catrina. La Catrina que tu mismo decoraste, imagen implacable de quien nos viene a buscar para llevarnos. Esa que, como tan bellamente dijo Mariano, te estuvo recordando años y años que llegaría el momento de partir. Sin que por ello dejaras de bailar con ella por seguir en la vida. Esa que, finalmente, ganó la partida y te llevó,  concediéndote un final dulce y amoroso en compañía de tu amor.
Esa misma Catrina que ahora, con la vista al Oeste, queda para recordatorio de todos los que hemos estado presentes en esta sencilla, amorosa y definitiva despedida de ti.

Te acompaña mi recuerdo, nuestro recuerdo representado por nuestra presencia en este acto en tu honor.

Lux eterna

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M José leyó este hermoso poema cherokee, que me permito transcribir:



"No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.


Soy un millar de vientos que soplan
y sostienen las alas de los pájaros.

Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.


Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
soy la mariposa que viene a tu ventana.


Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.


No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto."



 Y querida Geo me comparte una música de Simon&Garfunkel, con una hermosa escenografía, que gustaba a nuestro querido Alfonso:

domingo, 11 de agosto de 2013

Ser y no Ser





Puede ser, sí, puede ser... que la frase del verano esté siendo "nada es permanente, todo está en constante transformación".

La para mi an triste desaparición de A., la partida de H., la rapidez fabulosa con que los días se suceden, las semanas pasan, los meses cambian, caen las hojas de los años... Los bosques se queman y algunos se regeneran...

Sí, nada permanece. Nada vivo es constante. Tal vez haya "amours heureux", pero no les quita su impermanencia, su constante devenir.

Algunos amores pasan a ser indiferencias; otros se convierten en animosidad, hasta en odio. Puede que viceversa.

Cuesta creer que un día fui cercano de lo que hoy me siento tan distante.

Algo,  tal vez, tiene  más  consistencia y eso puede estar, ¿ser incluso? cuando y en el espacio en que dejo de aferrar alguna realidad. El mar, que tengo ahora enfrente, ese vasto azul, ese horizonte inmenso,  está simplemente ahí. El vacío de mi voluntad de ver y de diferenciarme hacen que el mar y mi "yo" nos acerquemos.

Otra cosa bien diferente es que eso tenga que ver, como algunos pretenden, con una continuidad de mi ser, con un intento de colmar el anhelo de eternidad.

Para mi, ahora, en este instante de paz en que cielo y mar se funden en el azul, lo único permanente es la paz, el silencio, la tranquilidad que me produce estar bien... finalmente, no anhelar nada más que lo que hay.

Aquí, en esta isla emergida del océano, bronca, rocosa, verde en sus cumbres y seca en sus bordes, mi ser se instala en el azul del mar y se confunde con el del cielo.

Lux eterna.