domingo, 21 de septiembre de 2014

Eleusis: mitos y realidades presentes




     Al llegar a Eleusis, unos restos arqueológicos situados en la actual ciudad de Elefsina, mi ánimo se quedó inane. La ciudad es una barriada lejana de Atenas, cercana al puerto del Pireo. Casas y calles rodean lo que fuera el gran santuario de Demeter, en una colina hoy llena de piedras sueltas y alguna columna.
     Una de esas grandes columnas caídas muestra con su tamaño la grandeza del lugar en el pasado.

    Hace muchos años llegó a mis manos un librito que hablaba en términos esotéricos y algo idealistas de “Los grandes iniciados” (E. Schuré, Ed Lidium 1986). En uno de los capítulos, relata el diálogo eleusino y la relaciones entre los Misterios con los ritos órficos y pitagóricos, así como la versión de Platón.
     Las escasas páginas dedicadas a los rituales de Eleusis me impresionaron. Tanto que, para mi, iniciado por entonces en ciertos misterios, resultó un apoyo fundamental para entender como me sucedían las experiencias que por entonces atravesaba y que, de alguna manera, estaban sujetas también a un tipo de silencio.

     Fue por aquél entonces cuando tomé la decisión de fundar un Centro a mi regreso a España. Un Centro que llevaría el nombre de Eleusis en honor y en recuerdo de todos aquellos que pudieron alcanzar la sagrada visión y que supieron mantener el secreto ritual como iniciados.

    Poco tiempo después, en mi afán por entender y resituar las experiencias que sucedían en mi vida a lo largo y ancho de un intenso proceso personal de carácter terapéutico, me asomé a la visión más científica de “El camino de Eleusis”,  (Wasson, Hoffman, Ruck, FCE 1993). La versión de Wasson incluye sus intuiciones sobre el uso del cornezuelo del centeno en los rituales para potenciar la expansión de la conciencia y pone de manifiesto el carácter religioso de las ceremonias. También revisa la importancia de la visión que tenía lugar en el santuario y que estaba al alcance de los iniciados.

     Desde entonces, el mito de Perséfone ha estado siempre presente. Si el mito ha sido creado por el hombre para tratar de dar forma a algo inefable o inexplicable, entonces Demeter y Perséfone, en su historia con Hades, manifiestan de una manera hermosa y clara como la vida se presenta ante nosotros.
     Mientras la vida habitada por la diosa es inefable y eterna, la de su hija se ve sometida a los avatares del tiempo. Muere en invierno, al igual que la espiga de trigo. Y resucita en primavera y alimenta a los hijos de la Tierra.
       Esos hijos que, representados por Perséfone, nacen y mueren en su propias estaciones, mientras la vida se mantiene.
    Y gracias a ese rapto del Señor de la obscuridad, del hermano de Zeus poderoso, de Hades, Demeter enseña a los humanos, representados ahora por Triptólemo, como cultivar el grano y como sobrevivir a los avatares del tiempo y de las estaciones. Ese Triptólemo a quien el azar ha arrebatado la vida eterna. Pero que, desde su humanidad, nos enseña el don de vida de la diosa.

        
    Y cuando atravieso la historia de otras personas que vienen a orientarse para tratar de entender su existencia, en la medida que quieren solucionar sus problemas, me acuerdo de Eleusis. El secreto, la iniciación a una vida diferente, la renuncia a esquemas o constructos caducos y la realidad de que la muerte acompaña permanentemente a la vida y viceversa.
     Porque el proceso terapéutico no resuelve el dilema de la muerte y sí que ayuda a entender y a asumir la existencia. Y las limitaciones a las que terapeuta y paciente están sometidos en nada quita la validez de la búsqueda de una vida nueva.

     Y en este sentido, todos hemos pasado o pasamos por Eleusis. Cada uno tiene su peculiar visión de la diosa.

     Cada uno sabe que pasa una temporada en el Hades. Y que el río de la desmemoria nos obliga a empezar de nuevo.