viernes, 7 de febrero de 2014

Cerebro, mente, consciencia (II)



   "Hay una mente común a todos los hombres. Todo hombre constituye una abertura para ella y para la mente de todos los demás"

Emerson


   Unas palabras para tratar de definir lo que llamamos mente.

Recurriendo al dicho latino que decía “Mens sana in corpore sano”, vemos como griegos (en especial Platón y sus seguidores) y romanos mantenían una distinción entre ambas, si bien las vinculaban. Vinculo del que cuantas veces no hemos sido testigos: de que un estado físico decaído tiene consecuencias sobre nuestra forma de pensar. “El cansancio es mal consejero”, se suele decir aludiendo a nuestro orientador intra-personal. O bien: “lo consultaré con la almohada”, refiriéndose a que en estado de sueño o de demasiada excitación es difícil tomar decisiones adecuadas.
    Pero también el estado físico influye en el mental. Y así un catarro, una gripe, una enfermedad grave ¡Por no decir un dolor de muelas! …nos hace teñir la vida color de hormiga. La figura enturbia el fondo. El árbol no permite ver el bosque.
  De forma similar, una estado anímico decaído puede influir en nuestra salud física. Un desaire amoroso, la muerte de un familiar o ser querido puede provocarnos un “bajón” y llevarnos a contraer algún tipo de enfermedad. Una enfermedad que ya está en el ambiente u otra que podemos crear “ex novo”. La llamada “somatización es a veces una forma de “distraer” un estado mental alterado a través de una enfermedad física. Otras veces es el stress el que nos lleva a padecer una enfermedad para así poder detener el esfuerzo o el ritmo crónico o excesivo, sin sentirnos “mal” por dejar de hacer.
   La palabra mente lleva consigo una cierta entelequia, un campo amplio, un conjunto, una abstracción,  que comprende la forma de ver y entender a los demás,  al mundo y a nosotros mismos y, lejos de ser concreta y objetiva, está estrechamente relacionada con nuestro equilibrio bío-psico-social.

   En este sentido se  habla de mente individual y también colectiva.
   Mente es nuestra capacidad de captar las cosas,  de imaginarlas, de deducir, de crear, de razonar y de tener una idea de nosotros mismos y del contacto con nuestro entorno. Mente es también nuestra capacidad de recordar las cosas tal como creemos que sucedieron o nos interesa recordarlas así.
   Al hablar de mente, estamos tratando de describir algo vinculado a la percepción. Y como toda percepción no es fija, rígida, sino que depende del tiempo y del espacio y del medio que nos rodea. Esa percepción es plasmada en una fotografía individual y otra mayoritaria. Si la mayor parte vemos lo mismo, decimos que es esa la realidad “objetiva”. Con lo que la realidad o experiencia subjetiva, no comprobada con la de los demás (finalmente es una cuestión de estadística), queda por principio descartada como algo “no real”.
   Algo que, en todo caso,  algún día tendrá su explicación a través de las fuentes y o mecanismos imparciales. Esto nos da cierta seguridad frente al sistema no objetivable, que algunos atribuyen de forma particular a nuestro hemisferio derecho cerebral.
  Esto es esencialmente importante. Cuando una persona que tiene un sueño, una experiencia extrasensorial, una percepción meditativa o una vivencia extracorpórea, los “científicos” en su mayoría tratan de desacreditarla en tanto no es comprobable con sus instrumentos y tienden a explicarla como una “rareza”-
 Pienso que la objetivización ha significado un gran progreso tecnológico, nada descartable a pesar de sus secuelas. Y que buena parte de ello ha sido gracias al método científico.
   Con todo, cuando una verdad se impone es difícil salirse del campo de visión general. Y por tanto investigar y progresar en otras direcciones. Llevo un tiempo dedicado a la búsqueda de otras opiniones en relación a este cerebro omnipresente. Y por ello, tras densa lectura y recopilando mis propias experiencias me decido a compartiros estas ideas.

   Cada quien habrá de encontrar sus propias conclusiones.

   El que todas esas capacidades estén principalmente vinculadas al cerebro, y radicadas en determinadas áreas de forma preferente, no implica necesariamente la consecuencia de que el cerebro es quien crea la realidad que percibimos, propia y ajena.
¿Porqué?
    Primeramente, porque la propia mente crea realidad y altera las condiciones en que percibimos.
    En segundo lugar, porque es nuestro propio cerebro con sus limitaciones “objetivas” el que estudia el propio cerebro y la mente. Una vez hecha una teoría, bien sabemos que es difícil desmontarla, como bien analiza la teoría de los paradigmas  de Thomas S. Kuhn.
    En tercer lugar, porque nuestras percepciones han de asumir la propia limitación de nuestra biología y de nuestro cerebro el cual, para poder sobrevivir, nos juega pequeños o grandes engaños. Un poco al estilo de la gran computadora Hall, que aparece en “2001, la odisea del espacio”.
   En cuarto, pero no por ello último lugar, porque existen situaciones y vivencias que están más allá de lo actualmente observable con el método científico.


El cerebro, posible mensajero de la conciencia

   Vamos a tomar esta información:

en la física cuántica la información no se encuentra codificada en un medio, sino almacenada en forma de funciones de onda en el espacio no local, lo cual significa que toda la información está disponible siempre y en todas partes de forma inmediata”

   Admitir que existe un “espacio no local” es una contradicción para nuestra mente, habituada a que algo o bien es o bien no es. Sin embargo, la física cuántica, tan difícilmente digerible para la razón habitual, ha desmontado este paradigma.
   Apoyándose en esta nueva forma de entender la realidad,  el autor pretende señalar que toda la información generada en nuestra vida por nuestra subjetividad, siguiendo el modelo cuántico, puede que quede almacenada en un no- espacio- no- tiempo, y estaría disponible siempre y en todas partes.
   Ello explicaría, entre otras cosas,  que haya personas que recuerdan situaciones “de otras vidas” o tienen a su disposición recuerdos incluso cuando su corazón, e incluso su cerebro, ha dejado de funcionar (los estados cercanos a la muerte o ECM).
   De esta manera, el cerebro no sería el creador de la realidad sino el sintonizador de la información, al igual que un televisor sintoniza un programa que se está emitiendo en otro lugar,  pero no es el creador del programa. El aparato puede estropearse y reducir sus funciones de sintonizar, pero la información sigue encontrándose en las ondas que ahora el televisor no puede retransmitir (Van Lommel, 2007).
   Esta era, por otra parte, la conclusión del filósofo francés Henri Bergson (1859-1941), que concluía que la consciencia “utiliza al cerebro y no es un producto de éste” (G.Lachman, 2003).


Esto nos lleva al tercer asunto planteado: La conciencia

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Está muy interesante, Miguel. Y leerlo me ha dejado una sensación de intranquilidad, casi miedo....

¿Quién es el simpático gimnasta que se exhibe al final?

Acuario dijo...

¡¡Bendita Sequía, que ha traído estos artículos!! Gracias.

Anónimo dijo...

Muy interesante Miguel... me ha hecho resonar con esto de concepto gestaltico del "campo"... quizás ahora un "campo cuantico"... y nuestro cerebro ahí captando unas cosas y otras no... también me conectaba con una entrevista a un tal Bruce Lipton, sobre medicina cuantica y el poder curativo de la mente (consciente), que leia ayer mismo... decía que en las células hay como una especie de antenas en miniatura (receptores y autoreceptores) que reciben las señales del entorno, de forma que si se cortan esos receptores, la célula no tiene ninguna identidad, porque no le viene de dentro sino de fuera. Es como que se estropea el televisor pero la transmisión sigue, la información sigue disponible... un tema fascinante, me dejas con intriga para leer la continuación de tu reflexión.