CEREBRO,
MENTE, CONSCIENCIA.
En el curso de la evolución, el
ser humano ha pasado, a través de su historia, del tiempo lineal, por etapas
diversas. Períodos que corresponden al desarrollo de su constitución biológica
y psíquica actual.
Si recorremos los distintos tipos
humanos, que habitan el planeta desde hace unos pocos millones de años, observamos como nuestros ancestros
caminaban a cuatro patas hasta que los avatares de la transformación planetaria
los llevaron a erguirse en dos. Sus patas delanteras se convirtieran en brazos,
con manos prensiles y útiles para fabricar objetos.
Esta evolución ha radicalmente
transformado el cuerpo del humano. Y uno de sus aspectos más primordiales ha
sido el cambio en la dimensión y en la forma del cerebro. Con el cerebro ha
cambiado su forma de ver el mundo y las diferentes formas de atención o de
consciencia.
El cerebro
La ampliación del tamaño y
función cerebral ha ido paralela a la complejidad de su superficie, de la del córtex
y a la aparición y crecimiento del lóbulo frontal. Ambas zonas son responsables
de buena parte de lo que hoy hace del humano una especie muy diferente del
resto de los primates, que son parientes lejanos en el tiempo con un tronco
común, y que han seguido, a su vez, otro tipo de evolución.
La época que hoy llamamos moderna,
y que nace principalmente en la Europa del Renacimiento, ha sido un tiempo de
estudio y análisis del Universo y
en particular del hombre por el hombre. Los experimentos en la física, en la
medicina, la cirugía y los estudios biológicos en general han culminado a
finales del XIX y todo el siglo XX con el análisis y conocimiento pormenorizado
del cuerpo humano. Uno de los elementos que más ha sido revisado e investigado
ha sido el gran desconocido hasta entonces: el cerebro.
Este órgano es producto, como
decimos, de una evolución. Desarrollo que, al igual que el resto, tiene
aspectos graduales, los más frecuentes. Para mejorar nuestra conformación al
medio, zonas del cuerpo se van readaptando a las nuevas necesidades de la
especie.
Como nada se crea ex novo, el cerebro tiene un origen y
una historia.
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En el cerebro, dividido en dos hemisferios similares pero no iguales, de funciones diversas y convergentes, coexisten, al día de hoy, regiones muy antiguas. Lo que se suele denominar cerebro “reptiliano”, por tener funciones similares a las de nuestros antecesores los reptiles, y que es responsable de los aspectos más instintivos de la especie. Otra parte, que para facilidad de expresión, se llama cerebro medio (substancia blanca) y que posiblemente venga arrastrada de nuestros ancestros mamíferos primitivos, con sus funciones peculiares. Finalmente, y solamente para entenderse, existe la zona evolutiva más moderna, que es a la que me he referido como neocortex o substancia gris (nueva corteza) y el lóbulo frontal.
Estas tres partes del cerebro
están, a su vez, íntimamente vinculadas con otras zonas cerebrales (bulbo
raquídeo, cerebelo, glándula pineal etc.), responsables del comportamiento y
con la médula espinal.
Bien. Se trata de una explicación
muy simple para un órgano muy complejo. Para quien quiera mayores detalles
recomiendo el libro de F. Rubiá “Qué
sabes de tu cerebro” (2006).
Avanzado ya el siglo XXI, podemos observar que los estudios acerca
del cerebro han dado un salto espectacular gracias a las nuevas tecnologías,
entre las que se encuentra la tomografía computarizada y otras como la de la
imagen. Esto ha permitido ir localizando la “sede” de las distintas capacidades y habilidades humanas en
áreas del cerebro. Ninguna de estas zonas está aislada de las demás y parece
bastante cierto que aunque un daño cerebral en una zona del cerebro afecta a
capacidades concretas, el resto del órgano suple, en la medida que puede, los
déficits con otras habilidades. A esto hemos de sumar el hallazgo de docenas y
docenas de sustancias y encimas cerebrales que inducen o frenan los impulsos y
las emociones. Un déficit o exceso en alguna de ellas sacude la existencia del sujeto y o pone a prueba su
estabilidad.
Por otra parte, los científicos
de hoy en día, en su inmensa mayoría, estiman que el cerebro es el único
responsable de los procesos mentales, del pensamiento, de la idea del yo y de
la consciencia.
Dado que el estudio contemporáneo
del cerebro ha podido comprobar que
las facultades mentales, emocionales y aún espirituales está “radicadas” en
áreas cerebrales, la mayor parte de los científicos (cuya mayoría sostiene una
ideología materialista monista) está convencida que todo lo que pensamos,
percibimos, sentimos, creamos y creemos es consecuencia del funcionamiento cerebral.
Hasta bien entrado el siglo XX, imperaba el dualismo. Se estimaba que
mente y cuerpo son substancias diferentes (una espiritual y otra material). Sus
antecedentes filosóficos y médicos están asociados a la figura, en la Europa moderna, de Descartes (1596-1650) con su
expresión cogito ergo sum (“pienso
luego existo”). El filósofo
francés, que vio sus ideas condicionadas por la presión de la Iglesia Católica,
estableció, para poder opinar sin peligro, que solamente el alma es de Dios,
mientras que el cuerpo es observable y analizable (dualismo).
A esta afirmación, compartida por
muchos, le ha sustituido hoy una poderosa corriente de opinión que concluye que
nuestra mente se origina y es consecuencia de nuestro cerebro. Y
que, por tanto, no existe diferencia entre mente, cuerpo y espíritu o
consciencia (monismo), puesto que todo tiene su origen y función en el cuerpo y
en especial en el cerebro..
Para el monismo científico, si
tenemos una forma de pensar un poco o bastante diferente según la edad de
nuestra vida es, por tanto, porque el cerebro se desarrolla y se modifica con el resto del cuerpo y resulta por
otra parte, influido por patrones biológicos, sociales y culturales.
Es tan arraigada esta corriente que
resulta en el presente casi imposible encontrar estudios que se separen de
ella. Me refiero, evidentemente, a estudios que tengan un nivel exotérico
(aceptablemente lógico) suficiente y que estén al menos en contacto con la
experiencia de quien lo dice (fenomenológica). Con la experiencia y no
únicamente con el deseo o la fantasía de su autor y o seguidores.
(continuará)
2 comentarios:
Me ha gustado mucho el articulo. Aqui se cumple lo de "mente sana en cuerpo sano". Ambos entrelazados.
Lo dejas en el punto más interesante...
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