Concluye aquí mi reflexión sobre el mito de la Diosa. Un apunte para retomar nuestros introyectos, las ideas introducidas en nuestra psique y adoptadas de manera rígida, absoluta, sin consideraciones.
En una época como el siglo XXI, en que la vida en el planeta está siendo amenazada principalmente por nuestra especie y en la que el poder del mito se ve sobrepsado por el nuevo mito de la Ciencia, creo que es momento de detenerse y de considerar en qué creemos.
El regreso de la Diosa.
(4ª parte, final)
La
llegada de un nuevo mito y la recuperación de la Diosa
Si bien los
mitos, aun cuando retornan bajo formas diferentes, no siempre pueden ser
retomados íntegramente por las nuevas culturas.
El sistema ha
cambiado, puesto que se han introducido variables nuevas en la forma de
concebir el Universo, su entorno y el sujeto observador. Aún cuando vivimos
angustias existenciales similares a las del Neolítico, la “Ciencia” y sus
observaciones han desembarcado enérgicamente en la mente del humano y en su
cultura y con ella la manera de prestar atención y de pensar.
En
consecuencia, a la hora actual y en lo que concierne en particular a nuestra
cultura, lo difícil de esta nueva situación es que ya estas ficciones no sirven
o valen muy parcialmente, en una civilización en que las neurociencias, la
teoría de la evolución, la física cuántica o la cosmología van reemplazando y
desmoronando con paso firme a los viejos mitos religiosos… Los paradigmas están
cambiando de nuevo. Las explicaciones ahora son diferentes. Así como la Tierra
podía ser plana hace unos siglos, la era espacial ha dado un vuelco a la
concepción del Universo, iniciada en Europa con Galileo. Y aunque a algunos les
pese, ya no se lleva lo de llevar a la hoguera a quien contradiga a los
jerarcas eclesiásticos, al menos en la cultura actual occidental (infelizmente
en este asunto todavía no estamos en la “aldea global”)
Evidentemente,
eso es así respecto del cristianismo. Otras religiones, y sociedades, antiguas
o modernas, se han mantenido bajo patrones bastante más patriarcales. Uno de
esos sistemas o patrones sociales es la cultura
del logro, que no está siempre asociada a una religión, como podemos ver
fácilmente en una cultura como la China actual comunista.
Sin embargo,
analizando los símbolos antiguos y modernos, mucho de lo que acabamos creyendo
termina siendo lo mismo o bastante parecido. Y es que –como he dicho-algunas de
las grandes cuestiones existenciales se han movido bien poco en muchos miles de
años. Es preciso –creo- darse un
tiempo para darse cuenta, analizar y saber en qué mundo vivimos y qué seguimos dando por supuesto.
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Comparto hoy estas
reflexiones porque, en realidad, buena parte de los introyectos que podemos mantener
o conservar se inician, si es que no se originan, de ideas no cuestionadas y, en
consecuencia, motivan y condicionan muchos de nuestros pensamientos, emociones
y actos. Al hacerlo así, de forma inconsciente, nuestro proceso de adaptación al
presente se resiente, no se ajusta a la realidad, no hace contacto auténtico y
la configuración o gestalt, personal
y también social, no puede cerrarse de forma adecuada. Avanzamos igualmente
asumiendo valores, que posiblemente ya no nos pertenecen o no nos son de
utilidad, e incluso lastran nuestra libertad para ser en el mundo, en
terminología heideggeriana.
Este
ser en el mundo, este sentido profundo
de pertenencia, es el que podemos recuperar revisando el mito de la Diosa, adaptándolo
a nuestros tiempos y observándolo con la mirada aceptadora y curiosa de un humano
de este siglo XXI.
Me pregunto
cuantos de nosotros hemos pasado por esta exploración de los mitos
introyectados, inconsciente y
globalmente aceptados, de esta forma de “estar” en el mundo sin más
cuestionamiento, consumiendo la vida mientras esperamos con los ojos
semicerrados (¿dormidos, asustados, en permanente actividad?) como llega el
final de ella.
Necesitamos un
mito diferente y estamos asistiendo, como afirma en particular C. Naranjo, a
una lenta agonía del sistema patriarcal.
Ello no
implica, sin embargo, que volvamos a la “religión” de la Diosa neolítica. Lo
que pasó, ya pasó. Pero sí puede ser que podamos encontrar en la forma
integradora que en su día tuvo, en esa asociación entre la Creadora y el Creado,
entre la Madre y el Hijo, una vertebración a nuestras angustias existenciales y
una forma diferente de administrar los recursos, que la sociedad de consumo
está agotando.
La Gran Madre
puede ser vivenciada de maneras diversas, siempre y cuando soltemos, al menos
parcialmente, el paradigma patriarcal, de éxito, de gesta y de explotación de
recursos “inagotables”. Y el nacimiento, crecimiento, agonía, muerte y
resurrección del Hijo es también el de una Humanidad siempre limitada por su
temporalidad, por esa permanente identificación con un yo frustrante y
frustrado, identificado y
encadenado a una Rueda de deseos, como decía el Buda, de la que solo la
des-identificación puede liberarnos.
Recuperar a la
Diosa es, en los tiempos actuales, rescatar el sentido planetario, cuidar
nuestros recursos, impulsar la solidaridad, saber que la muerte es el regreso
al hogar primigenio, no del yo, esa entelequia útil y necesaria que nunca
existió como algo consistente, sino de la materia de la que estamos hechos, que
vuelve a su lugar original, en tanto que “pulvus
erit et in pulvis reverterit”(1).
Reivindicar a
la Diosa puede significar soltar el miedo a vivir en libertad y soltar también el
miedo a morir con frustración.
Buda proclamó,
al parecer, que nada ha de ser aceptado sin cuestionamiento y que la
experiencia es insustituible. Sin embargo, a veces, la experiencia nos deja
solos, fuera de la concepción y de la creencia aceptada por la mayoría ¿Estamos
en condiciones de cuestionarla? ¿Estamos preparados para revisar nuestros
mitos? ¿O tal vez el temor, la pereza, el desencanto o la codicia nos llevan,
sin que verdaderamente sepamos cual es nuestra meta?
El camino de
la libertad a mi se me ha hecho difícil, arduo y tremendamente interesante. He
peleado con la inconstancia, con la falsa seguridad que dan las creencias y del
tener por temor. No siento mi recorrido terminado, pero eso nadie lo sabe.
Lo que sí creo
saber es que sigo dispuesto a
cuestionar aquello que mi experiencia no ha logrado alcanzar y que dejo lo
milagroso fuera de mi orden cotidiano.
Y vosotros,
lectores, compañeros en este caminar ¿Qué mitos aceptáis? ¿En cuales creéis?
(1). Polvo eres y en polvo te convertirás.
El camino de la diosa
…Que haya en vosotros
belleza y fuerza, poder y compasión
Honor y humildad, alegría y
veneración
Y los que deseáis conocerme
sabed
Que vuestro buscar y ansiar
será en vano si no conocéis el misterio:
Si lo que buscáis no lo encontráis
dentro de vosotros
Jamás lo encontrareis fuera.
Porque mirad: yo he estado
con vosotros desde el principio
Y seré yo adonde llegareis
al final del deseo.
Escrito
de Doreen Valiente, adaptado por Starhawk
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