viernes, 31 de mayo de 2013

La maravillosa levedad del ser


La maravillosa levedad del ser.

(No hay camino a la felicicdad.
La felicidad es el camino)


Aparece como una sensación leve. Ligera.
Etérea en tanto inasible. Casi siempre me pilla de sorpresa. En ocasiones estoy sentado en mi zafu, ante la mirada impasible del Buda. Otras, se enciende en el aire transparente del parque, en el vaivén de las hojas,  a orillas del océano o simplemente caminando en la ciudad.

Es indescriptible en su esencia. Si  trato de hacerlo, digo que es asombro de vivir, o de estar vivo en relación con lo que me rodea.
 En la tranquilidad pacífica de que lo que pienso que soy, es un destello en la eternidad.

Cuando trato de mantenerla o de hacerla más presente, desaparece, como eso que Kundera llama “insoportable levedad del ser”.




No tiene tonos religiosos, o de vidas pasadas ni futuras,  ni pretende nada. Se muestra a través      de mi como en un titilar de estrella en la noche de verano, inasequible a la percepción continuada.

            Ni es inquietante ni tampoco no lo es.

Cuando la busco no suelo encontrarla. Y si pretendo sostenerla, desaparece. Y si no lo pretendo          también.

Mi intuición o fantasía es que ahí está la comprensión de todo, pues es un momento pacífico, sin juicios. Hace que todo lo demás sea profundamente relativo, aunque existente.

Por encima de todas las cosas, creo que no tiene que ver con- mi- go.
Y, sin embargo, se manifiesta a través de mí.
Amo esta sensación cuando llega.

Y, mientras, el tren hace desaparecer los paisajes a ritmo trepidante. Valles, árboles, viñedos,    túneles.
El niño de junto aprende a leer con su mamá, "já, má, lá, pí, pá…" La madre le corrige, benevolente.
Pequeños pueblos pegados a las laderas. Un viejo castillo asoma sus almenas semidestruidas, recordando viejas glorias.
Refulge el sol entre nubes grises, en esta primavera que mis recuerdos sitúan como la más larga que haya vivido en este país.
Primavera fría y lluviosa. Rica.
Primavera que pasa ligera, igual que los verdes valles al paso del tren.


lunes, 27 de mayo de 2013

El parque: lugar de realidad y de fantasía


Fantasías y Realidades: Madrid no es Oslo

   Hoy el recorrido por el parque tiene ya aromas de verano. Los árboles llenos de hojas, casi frondosos. Muchas flores de primavera han desaparecido para dar paso a mayor vegetación.
Sin embargo, corren todavía aires frescos. Y la Sierra tiene aún corona de nieve.

    Madrid me recuerda hoy a una capital  nórdica en verano. Como Oslo o Copenhague, en donde puede lucir el sol, pero es raro  poder quitarse la camiseta…

   Con todo, aparecen en seguida las diferencias.          
  Mis pensamientos me llevan a este país de millones de parados, de gentes sin trabajo y con poca esperanza de tenerlo, en que los jóvenes han de pensar de nuevo en marcharse de su hogar para poder vivir o tener con qué mantenerse.

     Esta tierra en que el Gobierno da explicaciones por televisión y no responde a las preguntas cuando se le inquieren. En que volvemos a tener que tratar de integridad territorial, amenazada por intereses de separación, animados por políticos de discutible escrúpulo de un cariz u otro. En que los ladrones hacen “peinetas” ante un público indefenso. En que los jueces se ven presionados para no impartir la debida justicia. En que un ex-presidente, cuyo gran éxito, a parte de disparar la “burbuja inmobiliaria”, fue retirarse tras ocho años en el poder, amenaza con inmolarse y regresar a la política activa, sin que le importe otra cosa que su inflación personal.

    En que algunos ya fantasean con el regreso de una personalidad “fuerte” que ponga orden y acabe con las tan duramente ganadas libertades. Libertades recortadas con saña desde hace unos años, tanto las económicas, como las educativas, como las sanitarias e incluso las de libre pensamiento. Los obispos, mientras, echan un órdago para que la educación vuelva a quedar en sus cuestionables manos y tratan de imponer sus creencias a la libertad conquistada.

    En este país cuyo parque me recuerda a las capitales nórdicas, hoy me doy cuenta de que vivo en la fantasía. Que hay que regresar a la realidad de la pelea por la libertad, que muchos políticos no saben, no pueden o no quieren defender.

   Que este país sigue siendo España, por más que los últimos treinta años hayan sido los de mayor progreso en libertad, en orden, en economía, en autonomía…

    No. No podemos bajar la guardia en la defensa de la libertad cívica. Siempre en la sombra, cuando no directamente a plena luz, está lleno de enemigos que pretenden acogotarla para su propio beneficio.

Bendito parque, que me dejas respirar aire fresco en esta capital que no es Oslo…

lunes, 20 de mayo de 2013

EL regreso de la Diosa (final)




Concluye aquí mi reflexión sobre el mito de la Diosa. Un apunte para retomar nuestros introyectos, las ideas introducidas en nuestra psique y adoptadas de manera rígida, absoluta, sin consideraciones.
En una época como el siglo XXI, en que la vida en el planeta está siendo amenazada principalmente por nuestra especie y en la que el poder del mito se ve sobrepsado por el nuevo mito de la Ciencia, creo que es momento de detenerse y de considerar en qué creemos.





El regreso de la Diosa.
 (4ª parte,  final)

La llegada de un nuevo mito y la recuperación de la Diosa


Si bien los mitos, aun cuando retornan bajo formas diferentes, no siempre pueden ser retomados íntegramente por las nuevas culturas.

El sistema ha cambiado, puesto que se han introducido variables nuevas en la forma de concebir el Universo, su entorno y el sujeto observador. Aún cuando vivimos angustias existenciales similares a las del Neolítico, la “Ciencia” y sus observaciones han desembarcado enérgicamente en la mente del humano y en su cultura y con ella la manera de prestar atención y de pensar.

En consecuencia, a la hora actual y en lo que concierne en particular a nuestra cultura, lo difícil de esta nueva situación es que ya estas ficciones no sirven o valen muy parcialmente, en una civilización en que las neurociencias, la teoría de la evolución, la física cuántica o la cosmología van reemplazando y desmoronando con paso firme a los viejos mitos religiosos… Los paradigmas están cambiando de nuevo. Las explicaciones ahora son diferentes. Así como la Tierra podía ser plana hace unos siglos, la era espacial ha dado un vuelco a la concepción del Universo, iniciada en Europa con Galileo. Y aunque a algunos les pese, ya no se lleva lo de llevar a la hoguera a quien contradiga a los jerarcas eclesiásticos, al menos en la cultura actual occidental (infelizmente en este asunto todavía no estamos en la “aldea global”)

Evidentemente, eso es así respecto del cristianismo. Otras religiones, y sociedades, antiguas o modernas, se han mantenido bajo patrones bastante más patriarcales. Uno de esos sistemas o patrones sociales es la cultura del logro, que no está siempre asociada a una religión, como podemos ver fácilmente en una cultura como la China actual comunista.

Sin embargo, analizando los símbolos antiguos y modernos, mucho de lo que acabamos creyendo termina siendo lo mismo o bastante parecido. Y es que –como he dicho-algunas de las grandes cuestiones existenciales se han movido bien poco en muchos miles de años.  Es preciso –creo- darse un tiempo para darse cuenta, analizar y saber en qué mundo vivimos y qué seguimos  dando por supuesto.

++++++++++++++

Comparto hoy estas reflexiones porque, en realidad, buena parte de los introyectos que podemos mantener o conservar se inician, si es que no se originan, de ideas no cuestionadas y, en consecuencia, motivan y condicionan muchos de nuestros pensamientos, emociones y actos. Al hacerlo así, de forma inconsciente, nuestro proceso de adaptación al presente se resiente, no se ajusta a la realidad, no hace contacto auténtico y la configuración o gestalt, personal y también social, no puede cerrarse de forma adecuada. Avanzamos igualmente asumiendo valores, que posiblemente ya no nos pertenecen o no nos son de utilidad, e incluso lastran nuestra libertad para ser en el mundo, en terminología heideggeriana.

Este ser en el mundo, este sentido profundo de pertenencia, es el que podemos recuperar revisando el mito de la Diosa, adaptándolo a nuestros tiempos y observándolo con la mirada aceptadora y curiosa de un humano de este siglo XXI.

Me pregunto cuantos de nosotros hemos pasado por esta exploración de los mitos introyectados,  inconsciente y globalmente aceptados, de esta forma de “estar” en el mundo sin más cuestionamiento, consumiendo la vida mientras esperamos con los ojos semicerrados (¿dormidos, asustados, en permanente actividad?) como llega el final de ella.

Necesitamos un mito diferente y estamos asistiendo, como afirma en particular C. Naranjo, a una lenta agonía del sistema patriarcal.

Ello no implica, sin embargo, que volvamos a la “religión” de la Diosa neolítica. Lo que pasó, ya pasó. Pero sí puede ser que podamos encontrar en la forma integradora que en su día tuvo, en esa asociación entre la Creadora y el Creado, entre la Madre y el Hijo, una vertebración a nuestras angustias existenciales y una forma diferente de administrar los recursos, que la sociedad de consumo está agotando.

La Gran Madre puede ser vivenciada de maneras diversas, siempre y cuando soltemos, al menos parcialmente, el paradigma patriarcal, de éxito, de gesta y de explotación de recursos “inagotables”. Y el nacimiento, crecimiento, agonía, muerte y resurrección del Hijo es también el de una Humanidad siempre limitada por su temporalidad, por esa permanente identificación con un yo frustrante y frustrado,  identificado y encadenado a una Rueda de deseos, como decía el Buda, de la que solo la des-identificación puede liberarnos.

Recuperar a la Diosa es, en los tiempos actuales, rescatar el sentido planetario, cuidar nuestros recursos, impulsar la solidaridad, saber que la muerte es el regreso al hogar primigenio, no del yo, esa entelequia útil y necesaria que nunca existió como algo consistente, sino de la materia de la que estamos hechos, que vuelve a su lugar original, en tanto que “pulvus erit et in pulvis reverterit”(1).

Reivindicar a la Diosa puede significar soltar el miedo a vivir en libertad y soltar también el miedo a morir con frustración.

Buda proclamó, al parecer, que nada ha de ser aceptado sin cuestionamiento y que la experiencia es insustituible. Sin embargo, a veces, la experiencia nos deja solos, fuera de la concepción y de la creencia aceptada por la mayoría ¿Estamos en condiciones de cuestionarla? ¿Estamos preparados para revisar nuestros mitos? ¿O tal vez el temor, la pereza, el desencanto o la codicia nos llevan, sin que verdaderamente sepamos cual es nuestra meta?

El camino de la libertad a mi se me ha hecho difícil, arduo y tremendamente interesante. He peleado con la inconstancia, con la falsa seguridad que dan las creencias y del tener por temor. No siento mi recorrido terminado, pero eso nadie lo sabe.

Lo que sí creo saber es que sigo dispuesto  a cuestionar aquello que mi experiencia no ha logrado alcanzar y que dejo lo milagroso fuera de mi orden cotidiano.

Y vosotros, lectores, compañeros en este caminar ¿Qué mitos aceptáis?  ¿En cuales creéis?

(1). Polvo eres y en polvo te convertirás.



 El camino de la diosa

 
…Que haya en vosotros belleza y fuerza, poder y compasión
Honor y humildad, alegría y veneración
Y los que deseáis conocerme sabed
Que vuestro buscar y ansiar será en vano si no conocéis el misterio:
Si lo que buscáis no lo encontráis dentro de vosotros
Jamás lo encontrareis fuera.
Porque mirad: yo he estado con vosotros desde el principio
Y seré yo adonde llegareis al final del deseo.


Escrito de Doreen Valiente, adaptado por Starhawk
……………………

viernes, 17 de mayo de 2013

El regreso de la Madre-Diosa (3ª parte)




El Padre Dios y la implantación del Patriarcado




A raíz de la sustitución del mito matriarcal por el patriarcal y de su imposición en la mayor parte de las sociedades desde la Edad del Hierro, el símbolo de la Madre y de su Hijo quedaron, durante varios miles de años, aparentemente desvanecidos, aunque inmersos en el inconsciente colectivo, especialmente en la cultura europea y mediterránea. De vez en cuando, salía a la luz bajo formas diversas (como la aparición de Sofía, la sabiduría), en algún período o corta fase de la cultura, para ser sepultado de nuevo por la fuerza poderosa del poder masculino, heroico y patriarcal.

Viéndolo desde ese ángulo, es fácil ver como el cristianismo en un principio adopta la mayor parte de los símbolos patriarcales y masculinos. Ya lo  había hecho el judaísmo (y después lo hará el mahometanismo por motivaciones similares).
 En el caso de la iglesia cristiana, con un Dios Padre que envía a su Hijo a redimir las faltas cometidas por un pecado de origen, incitado por una serpiente (que había sido símbolo de la Diosa y de la unión de la vida y la muerte) que tienta a la mujer (esa desdichada y “pecadora”- cuando no lasciva- Eva, Madre de la humanidad). Eva, quien a su vez seduce al hombre provocándole y tentándole con la libertad de la manzana,  fruto del árbol “del bien y del mal”. Esa “manzana” que le independiza de ese Dios, pero al tiempo les arroja de un paraíso donde reina omnipotente el mismo Dios y  en el que ellos eran felices, siempre y cuando no usaran su libertad para desobedecer….

Y  bien, mucho de lo después sucedido es bien conocido en lo que al cristianismo se refiere ¿Verdad? Como, a raíz del enviado por el Padre (sustituto de la Madre), aparece un nuevo movimiento religioso que, a partir de Pablo de Tarso,  acaba en manos de dogmáticos padres de la Iglesia. Esos padres que van construyendo su edificio al tiempo que alejan o destruyen a todo el que se les ponga enfrente. Que proclaman al  Jesús  histórico como la segunda persona de una Trinidad en la que el Espíritu es representado por una paloma,  ave que había sido durante miles de años un símbolo de la Diosa.

Si bien, insisto, lo maravilloso es que la Diosa ha seguido presente, siquiera en alguna forma inconsciente.  En el caso de nuestra civilización, reaparece y se va perfilando poderosamente bajo la forma de la madre de Jesús, la cual es determinada como virgen (como en tantas otras  variantes religiosas) y además es finalmente consagrada como nacida Virgen, para no ser “manchada” por el “pecado original” (el dogma de la inmaculada concepción de María) y madre de Dios.

Tras pasar por diversos y complejos problemas pseudo teológicos y de dogma, en los que es difícil llegar a entender (siempre queda la fe) como la Madre de Dios no es Diosa y como es “asunta” a los cielos, dormida, y no asciende por sus propios poderes, los padres de la iglesia, las asambleas conciliares y toda la parafernalia que conlleva dos mil años haciendo y rehaciendo una religión,  nos pone ante una imagen, virginal,  que tiene mucho de Inanna, de Isis, y de todas las diosas anteriores.
“Nada nuevo bajo el sol”… ni bajo la luna…

Poco a poco, la figura de María ha ido escalando, principalmente a partir de la Edad Media europea, las cimas más altas. De hecho, aunque es proclamada  Reina del Cielo y no tanto de la Tierra (como lo era la Diosa neolítica y sus variantes), podemos observar como el catolicismo dedica la mayor parte de sus templos, oraciones y ritos a la Madre en sus diferentes nombres, apariciones o manifestaciones. Madre que suele llevar en brazos a su Hijo -a quien por cierto, en sucesivas transformaciones eclesiásticas de calendario (y para que coincida con las tradiciones anteriores) se hace nacer en invierno y resucitar en primavera.

Se vuelve a usar así muchos de los símbolos que ya estuvieron presentes hace miles de años. Por ejemplo, los cuernos de la luna (la divinidad lunar, que obtiene los cuernos de la luna creciente del toro, animal lunar), el color azul de Isis, las estrellitas de su corona….. repercusiones del viejo mito, bajo nuevas formas….

Las oraciones a la Madre (en este caso a la cristiana), a quien se le suplica que nos tenga presente a la hora de nuestra muerte (el retorno a la Madre), que nos puede librar de tantas desgracias merced a su influencia cósmica, son un eterno regreso a la figura de la Madre que nos origina y nos acoge.

Estamos pasando (o siendo llevados a) de nuevo a ser hijos de la Gran Madre. Y así como Jesús quedó divinizado, María ha pasado ya también  a alcanzar y a habitar los Cielos… En diversas obras de arte cristianas podemos verla como contempla con dulzura, benevolencia y serenidad incluso a esa Trinidad de la que fue desplazada y a la que siempre perteneció.


FIN DE LA 3ª PARTE



miércoles, 15 de mayo de 2013

El Regreso de la Diosa (2a parte)




Existe un Espíritu que fue anterior a que los cielos y la tierra fuesen. Es el Uno que vive en silencio, más allá de las formas terrenales, inmutable, omnipresente, inagotable.

Tao Te Ching (atribuido a Lao Tse, c. 600 a.C.)


EL REGRESO DE LA DIOSA  (2ª parte)






Patriarcado versus Matriarcado. El Hijo heroico.

Pensemos como la Tierra, que era un lugar en el que el humano convivía y se asociaba con la Naturaleza, es transformada ahora en una fuerza a la que hay que domar, vencer o dominar.  Y la convivencia pacífica con el entorno planetario, de donde provenimos y a donde volveremos, es desde entonces un objeto de explotación (explotar las minas, los bosques, los recursos turísticos…).

Las consecuencias de este cambio las estamos viviendo desde hace ya años, hasta el punto de haber puesto en peligro, si es que no destruido, la supervivencia de muchas especies (animales y vegetales, pero también minerales, incluso la humana).

La religión y los mitos patriarcales, bien conocidos por nosotros en la cultura judeo cristiana, se vinculan a un Padre Protector y a un Héroe, que busca su destino y  éxito mediante gestas combativas, y guerreras o trascendentes, inclusive religiosas. Es el jefe de la tribu, el monarca, el líder político y religioso o el superhombre que busca la gloria, la fama o la inmortalidad. Buena parte de esta gesta guerrera se consigue luchando contra la naturaleza o contra otros pueblos, en una guerra casi permanente de dominación, que ha dado escasos periodos de paz  y de tranquilidad a nuestra especie.
  Igualmente, el mito patriarcal perfila y subraya la ficción de una mujer que le “tienta” y que – en el caso del mito judeo-cristiano- es castigada por llevar al hombre a sucumbir en la tentación…Eva y sus congéneres son “condenadas” a parir con dolor y, además de haber sido extraídas, sacadas, de una costilla del hombre, quedan a él supeditadas.

La confusión de la ficción mítica con la realidad es casi total y se llega a hacer de esa fábula una ley con la que se rigen las sociedades comandadas por hombres.  La Diosa es destronada y sustituida por un Dios masculino, guerrero, creador y justiciero. La mujer queda degradada como tentación del hombre y supeditada a él. Algo que en la época de la Diosa era impensable, puesto que la Divinidad receptiva y generadora estaba integrada con el Hijo, masculino, y representación de la rueda que gira con el sol.

Esta breve síntesis puede servirnos para indagar en verdades asumidas personalmente  desde antaño y que pueden necesitar ser revisadas en todos los niveles, emocional, intelectual, social y de actitud. Ahí están obras maestras como “La rama dorada” de Frazer o las grandes obras de  J. Campbell, para quienes quieran profundizar en el tema desde la óptica intelectual.

FIN DE LA 2ª PARTE
(Continuará)
…………………………..






lunes, 13 de mayo de 2013

El regreso de la diosa


     Os quiero compartir este artículo, que originalmente se ha publicado en la Revista de la AETG. Gracias a la ayuda y sensibilidad periodística de un amigo querido, he corregido errores y lo he dividido en cuatro capítulos.
     He venido observando que, entre los que leeis lo que publico, los comentarios suelen ser más escasos cuando el texto es largo y/o complejo.
       Comprendo qeu leer en un ordenador es pesado. También que solemos buscar noticias más breves.
      Esto puede ser una deducción precipitada, pero en todo caso a mi también me puede llegar a ocurrir.
     Por ello, os pido una vez más vuestra cooperación y participación, no solamente con la lectura, sino con vuestros comentarios de los que yo también aprendo.

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++




“…Cuando ambicionamos poder sobre la vida, riqueza inagotable, seguridad inexpugnable, inmortalidad…entonces el deseo se convierte en codicia. Y si a esa codicia se suma el saber, sobreviene el mal. Entonces el equilibrio del mundo se perturba y el peso de la destrucción inclina la balanza.”

Ursula K. Leguin
“El mago de Terramar”









MITOS E INTROYECTOS: EL REGRESO DE LA DIOSA 
 (1a parte)


Nuestros antepasados del Neolítico tuvieron, según parece, la convicción de que el mundo que habitaban, la Tierra, era como una gran madre de donde todos provenían y a donde algún día retornarían, al acabar su existencia temporal. Esa Tierra tenía unos recursos limitados y por ello, cuando cazaban o cuando recolectaban, daban a la Tierra Madre su porción, en agradecimiento por lo que recibían. La Tierra, su hábitat del que eran parte, prestaba sus recursos y los humanos, en consecuencia, agradecían  lo dado y, terminada su vida,  retornaban a ella.
Esta forma de asumir la existencia concebía la vida y la muerte como unidad, como una continuidad, puesto que la muerte venía  a ser el retorno a otra forma, en cierto modo natural y reconocida.
Existen representaciones de hace miles de años en las que la Madre, la Gran Diosa, es representada como una figura antropomórfica, de grandes pechos, con un cuerpo que testimonia su capacidad fecundadora, nutricia y receptiva..
La Diosa pertenece a  la simbología lunar, puesto que la luna, en sus cuatro fases, creciente, llena, decreciente y negra o ausente, daba a los humanes el ritmo del tiempo y los vinculaba a los ciclos de Selene (1).
Esta época de la Humanidad  (que se inicia hacia el 10.000 a. C.) coincide con la llegada de la Edad del Cobre y del Bronce, por ser ambos metales los más conocidos para hacer objetos, en la época en que los humanos se hacen cada vez más sedentarios, al transformarse de cazadores recolectores a agricultores. Es el tiempo de los primeros cultivos, de las primeros asentamientos humanos, que con el tiempo darán lugar a las ciudades.
En especial, es la época del esplendor de la civilización sumeria, así llamada por Sumer, la antigua gran ciudad de Mesopotamia y por la veneración  de la diosa Inanna (2), nombre con el que luego se verán reflejadas diosas de distintas culturas en Mesopotamia, Egipto o Grecia, principalmente en Creta (3).
La Diosa, casi siempre representada como una virgen, tiene un hijo, con el que habitualmente se desposa. Ese hijo es el que representa lo transitorio, y cada cierto tiempo muere o es sacrificado. Encarna así la fertilidad inmanente de la diosa y el paso o transición del grano, que cada año muere para resucitar al siguiente, con el paso de las estaciones.
Creo que es importante señalar que la Diosa no es en sí misma una representación de la mujer, sino de una entidad simbólicamente receptiva, creadora, íntimamente vinculada con lo masculino y que, por lo tanto, encarna lo claro y lo obscuro, la integración de los opuestos, la muerte y la vida como unidad (*).

Solamente debido a la función de nuestra mente de representar todo en pares de opuestos, con el tiempo la Diosa y su Hijo se dividen. Lo masculino acaba tomando primacía sobre lo femenino, escindiendo la Realidad y creando una división de la que apenas estamos empezando a darnos cuenta.


Esta es, muy someramente, la explicación del origen de muchas de nuestras ficciones  y símbolos agrarios, incluido el que hace dos mil años dio una nueva vuelta de tuerca a la manera de entender el mito,  con la llegada al Mediterráneo del cristianismo romano.

Sin embargo, la civilización de la Diosa no duró para siempre ¡Ay! ¡Nada dura para siempre! Puesto que todo se transforma y crea nuevas o diferentes variantes.

A la Edad del Bronce le sigue la del Hierro y la llegada de pueblos tremendamente guerreros, que traen consigo el dominio y la simbología del poder masculino y patriarcal. Con la llegada de esos pueblos (y siempre desde la cultura mediterránea), principalmente los babilonios, que devastan Sumer (4), esas florecientes civilizaciones, ligadas al retorno permanente de la Diosa lunar, fueron prácticamente destruidas y sustituidas por otras culturas de carácter patriarcal. En ellas, el Padre o el Hijo destrona a la Diosa, la cual se ve convertida frecuentemente en una enemiga a vencer, cuando no en un obstáculo a destruir. Lo femenino pasa a ser lo obscuro y un impedimento para que el nuevo dios, en este caso vinculado al sol y con un calendario diferente, consiga sus objetivos casi siempre asociados a la conquista, a la guerra o al combate heroico.

Esa gesta heroica de lo masculino vendrá casi siempre asociada con un fuerte individualismo, a diferencia de lo femenino que tenía un tono más colectivo.


1.- Diosa griega, que preside la noche. Su hermana es Eos, la Aurora.
2.-También conocida como Ishtar y Astarté para los fenicios.
3.-Allí celebrada como la diosa “de las serpientes”.
*(Sobre este tema es fundamental el libro de Anne Baring y Jules Cashford  “El mito de la diosa”, una obra inmensa, cara y muy bien editada).
  (4) Y en el caso de Grecia, con la llegada de los pueblos del norte, los dorios, los jonios y los micénicos (que terminan con la cultura cretense).




FIN DE LA 1ª PARTE (continuará)


…………….







lunes, 6 de mayo de 2013

Cerebro y sí mismo






Biología y Psique: cerebro y sí mismo



“Salir del bosque húmedo… hizo que encontráramos el punto óptimo que combina una saludable competencia con un alto grado de cooperación. El flujo y reflujo de la oxitocina y la testosterona”
Paul Zak: “La molécula de la felicidad”


1.- El yo y su sede.

El descubrimiento de los agentes que modifican la actividad del cerebro ha proseguido de forma constante desde mediados del siglo XX.  Son ya docenas el número de moléculas descubiertas que modifican la actividad cerebral y por tanto la percepción de la “realidad”. A partir de diferentes estados anímicos han podido encontrarse un mayor número de unas que de otras, un flujo mayor de oxitocina, la molécula que favorece la empatía y la sensación amorosa, o de testosterona, a la que se atribuyen factores como la agresividad y las percepciones y reacciones de defensa y ataque.
Así mismo, el estudio de  las localizaciones de las distintas emociones y  funciones en el cerebro se conocen cada vez mejor, gracias a las modernas técnicas que permiten el estudio de este complejísimo órgano (como por ejemplo la tomografía cerebral computarizada).
El cerebro, como el resto de nuestro organismo, ha evolucionado y sigue evolucionando en la historia. Desde que los primeros homínidos aparecieran en la Tierra, hace millones de años, no ha cesado de cambiar. Arrastramos, al parecer, las consecuencias de distintas etapas, a lo largo de las cuales hemos pasado de un cerebro reptiliano, en el que las emociones no existían, a un cerebro que es sede de nuestra vida emocional, además de ser el de nuestra conciencia de seres individualizados.
Para muchos, tal vez la mayoría, de los estudiosos de la ciencia biológica humana, nuestra conciencia es una consecuencia de esta evolución cerebral. Para los científicos, el yo es un subproducto, un derivado de la evolución.
Por eso, raramente entran en discusión filosófica acerca del espíritu, del alma o de la consciencia. Estos son asuntos que quedan en el territorio de filósofos o de gente de ideas religiosas.
El mundo de la ciencia, el de las valoraciones “objetivables”, se limita a describir como se producen las ideas, una de las cuales es la de sentirse como ente independiente del resto de la creación.
La interrelación entre moléculas que alteran el estado del cerebro, y por tanto de nuestra percepción, es uno de los estudios más fascinantes de la biología actual. Su aprendizaje ha impregnado de una manera sustancial a la psicología (y por supuesto a la medicina), hasta el punto de que las neurociencias y la neuropsicología han entrado de lleno en los estudios del hombre.
Recientemente, terminé de leer una valiente publicación del investigador Paul J. Zak acerca de la interrelación principalmente entre oxitocina y testosterona, que enfatiza el carácter bioquímico de nuestras emociones. A pesar de  que echo de menos el que no pone suficiente énfasis en la vinculación entre organismo psíquico y físico, es bien importante  como destaca que la aparición de las sustancias cerebrales puede ser consecuencia de las emociones que se suscitan en cada momento, de la misma manera que viceversa.

2.- El cambio de paradigma.

 La ciencia así llamada occidental, se ha envalentonado con los descubrimientos de la información genética, de las áreas y localizaciones cerebrales de las facultades sensoriales y otras habilidades. También de las ya mencionadas sustancias catalizadoras de estados anímicos y de nuevos y sofisticados aparatos de medición cerebral.
De esta manera, los “científicos” ven como algo innegable que el “sí mismo” (o yo) tiene su sede en el cerebro y consideran que, tarde o temprano, la así llamada consciencia alcanzará su lugar de comprensión entre los artilugios que el cerebro ha diseñado para ponerse al frente de la evolución humana.
Estas afirmaciones del conjunto casi completo de la ciencia siguen siendo confrontadas (cuando no perseguidas) por sectores de la sociedad, en particular aquellos que echan raíces en estamentos religiosos, de naturaleza mayoritariamente conservadora e inmune a los descubrimientos científicos. Casi siempre se arrastran muy antiguas afirmaciones acerca de la naturaleza del humano y de la conciencia.
Las contradicciones pueden interpretarse como un choque de paradigmas. Paradigma, siguiendo a T. Kuhn, es una afirmación que es base para muchas otras y que se suele mantener incólume hasta que otra viene a derribarla y a instalarse en su lugar. Un ejemplo clásico es el paradigma de la Tierra como centro inmóvil del Universo, que fue base del pensamiento medieval y que fue sustituido al colisionar con el nuevo paradigma de “eppur si muove” de Galileo, tras tener que luchar contra el inmovilismo propiciado por la Iglesia cristiana.

3.- Ciencia y espiritualidad.

No todos los religiosos son tan conservadores como los oponentes de Galileo. Tal vez debido a la misma desgracia de la invasión china de su país, tal vez por su carácter curioso, el líder de los budistas tibetanos, el Dalai Lama Tenzin Gyatso, ha promovido muchos encuentros entre hombres de ciencia occidentales y religiosos budistas.
Cuentan con la ventaja respecto del mundo cristiano que el budismo es  una religión o corriente espiritual en la que la idea de dios o no existe o está fuertemente disuelta -según las variantes del budismo- bajo conceptos como la “luz clara” o la “consciencia universal” (permítaseme la simplificación). En estas concepciones no hay una subjetividad divina ni, para la mayoría, una consistencia en la idea del yo, que suele ser definido como un producto de la mente.
Pues bien, el Dalai promovió , como digo, una serie de encuentros, en los que se trató en particular del tema de la localización del yo y de la manera de entender la conciencia. A este respecto, recomiendo la lectura de “Dormir, soñar y morir”, un libro en que se recoge una de las reuniónes mediada por el propio Dalai con científicos “occidentales”. Es rico en ideas acerca de cómo entender la subjetividad, el sentido de la existencia y las relaciones entre ciencia occidental y budismo.
Lo interesante para mi del asunto es que, por encima y al margen  de creencias religiosas (en el caso budista, de la reencarnación), el concepto de sí mismo de buena parte de nuestra ciencia y el de la tradición budista (al menos de una importante sector del budismo) coinciden admirablemente. Además el Dalai, lejos de paternalizar el asunto y de imponer ideas, se interesa por las fórmulas más modernas de entender el cerebro en tanto sede de la conciencia.
Aporta además un antiguo paradigma tibetano y es que,  para ellos, el sentido del yo y de la consciencia tendría su sede en el corazón. Es una afirmación difícil de mantener después de que los trasplantes han demostrado que el yo no parece verse seriamente afectado por el trasplante cardíaco y sí en cambio cuando acontecen daños cerebrales.
Por su parte, el Dalai se muestra partidario de seguir investigando y de recoger con técnicas occidentales las impresiones y sensaciones de `personas que son capaces de alcanzar estados de conciencia elevados, a  través de técnicas meditativas para seguir avanzando en la indagación.

4.- Vías de conocimiento.

Si el sí mismo es un derivado del cerebro, alcanzado para que la evolución siga su curso por el "mejor" camino o si es una entidad diferente del cuerpo, ha sido un tema que siempre ha fascinado a la razón del hombre en cualquiera de sus tiempos o espacios. Filósofos, religiosos, o científicos, entre otros, nos han dado opiniones o experiencias subjetivas.
Creo que se trata de un asunto que importa a todos, al menos a quienes l nos hemos afanado en pensar acerca de qué es el hombre y  qué es ser hombre.
Son diversas las vías  en que podemos alcanzar conocimiento. Ninguna tendría porqué ser incompatible con las demás: la investigación científica,  la experiencia meditativa, la experiencia orgíástica de la danza derviche, la integración de experiencias psicotrópicas con ayuda de la razón, la experiencia iluminativa o la práctica del tantra son algunas de ellas, sin pretender apurar todos los caminos.
También, y para mi sin genero de duda, es una vía la comprensión de los fenómenos mentales que nos permite la ciencia actual, con su estudio cada vez más profundo del cerebro, la antropología y la ciencias de la evolución, y la comprensión de las variables bioquímicas con las moléculas que alteran o inducen la cerebro a estados diferentes. Todo ello es un elemento esencial para comprender la esencia del humano.

Somos organismos físicos y mentales en permanente interrelación.
A cada quien le corresponde entenderlo y entenderse.
A cada uno le atañe su propia investigación.

Homo sum,
Humani nihil a me
Alienum puto

(“hombre soy: nada humano me es ajeno”)
Publio Terencio Africano (165 a c.)