miércoles, 28 de marzo de 2012

Memo: mito y realidad


Memo: mito y realidad

Ha aparecido una nueva edición del libro “La locura lo cura”, que escribiera Guillermo G. Borja, “Memo”, unos meses antes de morir. Más que escribirlo, casi lo dictó, en la época de reclusión obligatoria antes de fallecer.

Apenas he ojeado esta versión, que se organizó en Barcelona, a diferencia de la primera que fue una edición mexicana, como su autor.

Me llama la atención como, a medida que los años van pasando inexorablemente desde su fallecimiento en 1995, la versión de la figura de Memo ha ido cambiando, incluso para las personas que tuvieron un trato bastante directo con el. Por ejemplo, se insiste en que se le apodaba Memonio, aludiendo a su personalidad aparentemente ligada al mismo Belcebú. Digo aparentemente porque quiero imaginar que se trata de una manera de afirmar que, si bien su apariencia podía ser diabólica, quien le conocía sabía que era eso, nada más que una apariencia.

En todo caso, llamar a alguien con ese nombre lleva consigo mucha responsabilidad, o al menos eso me parece.

En los más de 14 años de relación personal e intensiva que tuve con Memo, en los cuales fue mi terapeuta, mi maestro y mi amigo, en fases sucesivas, solamente oí eso de Memonio en los talleres que tenían lugar en Babia, un lugar así apodado en Almería, en los que tuvieron lugar cursos ligados a Claudio Naranjo, entre otros. Que yo sepa, jamás en México se le conoció por ese nombre.

Pero parece servir para darle una personalidad excepcional, lo que sin duda tenía, aunque eminentemente humana.

En mi recuerdo, Guillermo fue un carácter ligado a un montón de pasiones. Profundamente intensas todas ellas, que iban desde la explosión iracunda, a la bondad más hermosa, pasando por pecados y virtudes totalmente humanos. Gustaba de proteger a los débiles y de enfrentarse a los poderosos, dentro de una escala normal, sin que eso le llevara a ser Robin Hood.

Comprendía y facilitaba la aceptación de las faltas ajenas, lo que como terapeuta resultaba casi siempre muy beneficioso, al tiempo que se burlaba y se mofaba de la casi infinita capacidad de sus acompañantes por parecer lo que en verdad no eran, lo que no siempre hacía con empatía, ni menos con falsa bondad.

Incluso en sus momentos de empobrecimiento debido al alcohol, si uno se prestaba a escuchar y no a defenderse, solía dar en el clavo de la pasión profunda del otro, lo que no siempre se acompañaba con el reconocimiento de la propia.

Su vida como terapeuta fue propulsada por una mecha de falta de autocompasión y de deseo de progreso, y dificultada por una veta de destructividad que le puso ante las puertas de la muerte, mucho antes de lo que le hubiera correspondido por edad y por energía.

Ahora, muchos lo anhelan, otros lo fantasean o convierten en un mito humano. A mi me parece una lástima que se haga así con alguien que usó siempre su humanidad como herramienta poderosa en la relación terapéutica, mostrándose y arriesgándose mucho en el contacto.

Creo que lo que más y cuando más aprendí de él fue al poder verlo, a medida que me lo fui permitiendo. Desde ahí, se creó una relación humana que traspasó las habituales fronteras de “paciente/terapeuta”. El saber que todos sus títulos eran ficciones, y que sin embargo su interés por saber era verdadero, que su intuición era muchas veces asombrosa y su deseo de quitar el velo a lo falso era auténtico, que utilizo sus años de prisión para llevar a cabo una labor de ayuda a los más desfavorecidos emocional, social y económicamente, todo eso pone a Guillermo no a la altura de un “santo” católico (lo que por otra parte esta lejos de ser una meta, vista la larga lista de falsos santos llevado a los altares por la política eclesial), ni de un mito terapéutico, sino a la altura de un hombre, con sus pasiones y sus errores, con su enorme entusiasmo vital al servicio, en tantas ocasiones, de los demás.

Lo que creo que atraía más de Memo era eso precisamente: el entusiasmo, la fuerza vital, la dedicación plena a la virtud y al vicio, la atención absoluta a cada cosa que hiciera, fuera dormir o emborracharse, o bailar, enamorar o ayudar al otro.

Pienso que en su casa o en su consulta había un cartel que advertía: “abstenerse los tibios”, pues los tibios eran evangélicamente calentados o se salían de su presencia.

En la consulta siempre veo la figura pintada por David Beuchot de Don Quijote y sus palabras, cercano ya a partir:

“Vámonos poco a poco,

pues ya en los nidos de antaño

no hay pájaros hogaño

Yo fui loco

Y ya soy cuerdo

Fui don Quijote de la Mancha

Y soy agora Alonso Quijano el Bueno”.

¡Ni Memonio ni Santonio, oiga Vd! : Llámeme simplemente Memo... o Doc, como le gustaba a él.

domingo, 11 de marzo de 2012

Universo, vida , consciencia


El Universo, la Tierra, la Vida

La Tierra es un planeta de tamaño medio en el sistema solar. Bastante más grande que Mercurio. Mucho más pequeño que Júpiter. Desde su formación ha evolucionado enormemente: ha pasado de un estado casi gaseoso, ha solidificarse y a incluir entre sus elementos componentes actuales el agua, salada y dulce, sin la que ninguna forma de vida conocida es posible.

El agua, junto con la tierra y sus elementos esenciales (nitrógeno, carbono), el oxígeno que rodea al planeta y filtra y templa los rayos del sol, que es el fuego, armoniza de forma maravillosa lo que los antiguos griegos llamaron los cuatro elementos. Se ponga el énfasis donde se ponga, sin ese estado armonioso de los cuatro elementos la vida conocida no es posible. Fue en ese territorio en el que casi seguramente, se formó la primera manifestación vital. Sin un elemento de esos cuatro, no hubiera sido posible. Por ejemplo, en el desierto de Atacama (Chile) la casi absoluta escasez de agua hace que la vida sea inexistente a pesar de que hay tierra, aire y sol.

La Tierra, por su misteriosa distancia del Sol y su portentosa evolución, es hoy el único planeta conocido en que la vida se produce en el sistema solar.

Desde luego que, entre los billones de estrellas o de galaxias, es posible que haya algún planeta en que se haya dado, se dé o se llegue a dar en el tiempo una circunstancia similar. No lo sabemos.

Por ello, hasta cierto punto, el humano es sabedor de que su hábitat es especialísimo en el espacio tiempo que nos rodea. No cabe por el momento pensar en emigrar a ningún otro lugar del Universo. Cuando Colón llegó a América (o las Indias como él creía) no le hizo falta ningún artefacto para respirar, ningún aparato para regular la presión…Respiró el mismo aire que en Europa, comió aproximadamente la misma comida… El planeta se comporta de una manera bastante similar en toda su superficie y las variaciones de temperatura son moderadísimas, comparadas con los planetas que nos rodean, Por eso, la vida y entre ella lo humano, se ha desarrollado en la práctica totalidad del planeta, tanto en la tierra como en el agua.

Esto parece un lugar común, un tópico, algo obvio. Sin embargo, en un momento en que la vida del planeta depende cada vez más del hacer y deshacer de los humanos como especie predominante desde hace unas decenas o como mucho cientos de miles de años, es un asunto primordial para reflexionar y por ende para actuar.

Por el momento, la conciencia que poseemos como especie es el producto de una evolución única y extra-ordinaria y el planeta que habitamos es el único en el que podemos morar. Destruirlo o hacerlo peligrar es poner en riesgo todo lo que la evolución ha hecho, bueno y malo, en nosotros y en la vida circundante.

Resulta (me) paradójico que esto que es tan obvio, sea algo tan poco incontestable para la sociedad en la que vivimos. Solamente pequeños grupos se dedican a defender la vida planetaria, la evolución de la consciencia que radica ahora mismo en el humano, la organización de nuestra sociedad de forma a que sea sostenible.

Si observamos a nuestro alrededor, no hay actualmente ningún Estado en que sus dirigentes prioricen la sostenibilidad y la consciencia por encima de los intereses materiales, el crecimiento económico o la acumulación de riqueza. Y, en el nivel individual, los problemas personales trascienden con mucho los planetarios, a pesar de que la vida y los mismos problemas dependen de que mantengamos con habilidad nuestro entorno. No digo que no existan personas y organizaciones que no lo hagan. Lo que simplemente afirmo es que los dirigentes (elegidos o no por sus pueblos) ponen el énfasis en asuntos bien diferentes, incluido el necesario reparto de la riqueza, para que no haya un número de personas tan enorme en niveles de desdicha económica y vital.

Pensemos en la actual población humana planetaria : cerca de 7.000 mil millones. Si todos quisiéramos tener el nivel de vida de EEUU el planeta podría al parecer abastecer a penas a 1.500 millones. Si nos fuéramos al nivel de la India, la cosa daría para menos de 15.000 millones…

Las cifras de crecimiento de población se disparan especialmente en los países menos desarrollados y provocan el que las diferencias sociales sean ingentes y la población marginada cada vez mayor.

Y si tomamos el nivel de contaminación planetaria, no solamente no disminuye sino que aumenta alarmantemente con la consiguiente disminución de especies vivas y la amenaza próxima para nuestra propia especie…

Hace 500 años los europeos poblaron las Américas, destruyendo a las civilizaciones que allá vivían y provocando un cambio brutal en el equilibrio planetario. Por tremendo que fuera, hace menos de un siglo, la emigración solucionaba la vida de bastantes personas. Al día de hoy, todo está ya sobrepoblado y sobreexplotado.

¿Qué podemos hacer?

Creo que lo primero de todo es no girar la cabeza, no mirar a otra parte, no decir “detrás de mi el diluvio”… Que lo resuelvan las generaciones venideras…

Hemos de saber qué recursos individuales tenemos, como asociarnos para resolverlo, a quien legar nuestros conocimientos y nuestros bienes, para que este por el momento inédito lugar de vida que se llama la Tierra pueda subsistir. Para que el humano no sea además del receptor de la conciencia universal el posible saqueador de la vida, el terminator de la vida planetaria…

Personalmente, siempre pienso en que las organizaciones no gubernamentales con objetivos planetarios o incluso locales son un buen lugar para asociarse, para interesarse, para conocer y gestionar vías de solución.

Porque las soluciones no pasan únicamente por salvar vidas humanas, porque mueran pocos niños al nacer ( a veces se salva a los bebés, lo que parece muy caritativo, y se da lugar a criaturas sin recursos que llevarán vidas cortas y/o desgraciadas). La solución requiere un esfuerzo global y con perspectivas planetarias, no solamente humanas.

Las organizaciones religiosas ponen mucho el acento en otras vidas, un mundo mejor, o en alcanzar objetivos trascendentales. Nada en contra de esto, pero ¡qué alejado de los hechos fundamentales que nos toca vivir!

Personalmente, en lo religioso, he visto solamente al Dalai Lama decirse públicamente interesado en estos temas, sin menoscabo de otros asuntos más inherentemente espirituales. Su presencia es reconfortante, aunque infelizmente su influencia escasa.

Creo que precisamos tomar una cuota de responsabilidad personal, individual y asociativa.

La vida tal como la conocemos depende de nosotros.

Y nuestros políticos parecen representar intereses muy lejanos a este asunto. Tal vez porque no nos molestamos en elegir, aquí que podemos aparentemente elegir, más que a quien esté interesado en mirar la sombra de sus zapatos.

El planeta es nuestra casa, es el lugar en el que seguiremos si lo cuidamos, el sitio donde nuestra evolución se puede seguir dando.

No confiemos algo tan importante a quienes lo único que buscan es perpetuar su poder, su escasa conciencia, su forma de vida monótona y patriarcal.

¡Tenemos que actuar!

lunes, 5 de marzo de 2012

... y de nuevo primavera


Ha sido un invierno corto y seco. Tardó en llegar y parece haberse ido antes de tiempo, dejando paso a días largos y luminosos e igualmente secos. El cielo de la ciudad es extremadamente azul y los pocos dias nublados no traen lluvia.
Las plantas del parque empiezan tímidamente a brotar, salvo los valientes almendros que ya se han llenado de flores blancas o rosadas. Están menos esplendorosos que otros años, debido a la sequía que ha durado toda la estación.
Ayer descubrí los primeros narcisos, con sus bocas grandes y amarillas, cabeceando con la brisa. Se asomaban hacia el riachuelo que corre por la parte más umbría. Les suele gustar la humedad y el frescor del inicio de la primavera. En paises como Inglaterra, su llegada es todo un acontecimiento, pues indica el fin de la estación dura. Dura debió de ser sobre todo en otras épocas, en que no había calefacción ni comida para casi todos.
Aquí el inicio de la primavera coincide con las fiestas cristianizadas de San José, a quien se atribuye la paternidad de Jesús. El Maestro que llega en el invierno y muere en la primavera, como otras figuras míticas deificadas después.
Y es que las fiestas , aquí dedicadas a maestros y santos, acompañan a las estaciones y nos hacen sentir menos solos en este universo manifiesto a nuestros sentidos. Son tantas las penas, las alegrías, las dificultades, las pérdidas... que nos gusta a los humanos acompañarlas de señales que nos acompañen.
La primavera es estación favorita de muchos, entre ellos el que escribe. Me gusta particularmente antes de que se manifieste abrumadoramente, como en estos dias, todavía fríos pero ya largos, claros y en que el aire todavía raspa la piel, pero se adivina, se presiente la llegada del tiempo hermoso, florido.
En la montaña, los manantiales corren abundantes, los pájaros brincan de su adormecimiento y, saliendose un poco del bullicio de la ciudad, pareciera que el cuerpo se adapta a una forma nueva y optimista de vivir.
Claro que se me dirá que cada estación es bella en su manera. "Cada edad tiene su afán", rezará el refranero. Y sí, la vitalidad de los jóvenes se ve compensada por su bullicio, el desperdigamiento de su energía, la explosión de las emociones... Puede que ahora me guste verlo desde un poco mas lejos, como si tanta energía en lugar de cargarme me cansara. Pero no. Es como si. Sigo pensando como los griegos : los favoritos de los dioses mueren jóvenes. Al menos, jóvenes de espíritu, de alma. Son jóvenes por flexibles, porque son más adaptables a los cambios. La vejez trae rigidez, lo que no es necesariamente malo, no es un devalor.
Y sin embargo, me gusta la flexibilidad, la adaptabilidad, y la belleza de la juventud.
Por eso me gusta la primavera, sin detrimento de las otras tres, o cuatro, o las que sean.
Iniciar algo es bello.
"Pasa ligera la maldita primavera", decía aquella canción. No, no me gusta maldita. Mi primavera no pasó ni ligera ni pesada. Pasó como todo pasa y la llegada del mes de marzo, de estos "idus", como decían los latinos, me conecta con algo primaveral en mi, algo que no tiene porqué pasar, que es la ligereza, la inestabilidad vital, la pasión de vida, el impulso de crecimiento, la luminosidad del ser.
La primavera me conecta hoy con el afán de vivir, con el contento y el agradecimiento de seguir vivo, y cada vez que llega me gusta sentir que algo florece de nuevo en mi, algo que dará frutos en verano y guardaré para cuando el tiempo sea frío y seco... como este invierno que acaba.
¡Bienvenida sea la primavera!