miércoles, 7 de febrero de 2018

Héroes, mitos y rituales








Trascendencia personal: héroes, mitos y rituales







"La locura es el origen de las hazañas de los héroes"
Víctor Hugo

   
   En nuestra cultura, las etapas de la vida son formalizadas a través de rituales o ceremonias sociales. Así ha sido, de maneras diversas según tiempos y espacios culturales, desde miles de años. Cada sociedad ha hecho sus propias liturgias: el bautismo cristiano, el padre que se lleva al adolescente a conocer el sexo en su primer encuentro, los desposorios, la jubilación o la retirada, los funerales… todos ellos pretenden darnos una llave para superar o atravesar un tiempo e incluirnos en otro. Para no quedarnos anclados en la infancia oral o en la adolescencia sin compromiso. Para asumir la edad adulta; para sobreponerse a las pérdidas…Rituales, actos religiosos, catarsis, psicoterapias, todo ello, desde tiempos inmemoriales y bajo diferentes formas, son actos sociales en ayuda del individuo del grupo o de la misma tribu. Integración y sentido de vida son elementos esenciales a los que contribuye el mito.

   Los ejemplos de los héroes, más o menos mitificados o santificados, buscan también ayudar a la persona a encontrar sentido en lo que no lo tiene, o no parece tenerlo, particularmente en la constante del sufrimiento, la injusticia, el dolor y la muerte y los cambios en general .

 Los héroes y los ritos que les acompañan nos sirven para compartir las alegrías del triunfo, de la gloria, del éxito o del cambio de estado o de época: pensemos en los banquetes, fiestas de celebración, procesiones y otros rituales en cada parte del planeta y en diferentes siglos: fiestas de primavera, saturnales, navidades se suceden bajo diferentes civilizaciones y diferentes nombres.

Puede que el motivo  más importante de esta mitología acompañada de rituales sea, en definitiva, el tratar de  encontrar y de dar  sentido a una existencia temporal y efímera y sometida a todo tipo de vaivenes y dificultades además de unificar al individuo con su grupo.

   En ocasiones, puedo pensar que los héroes son los de las películas o las que marcan las historias pasadas o ajenas, sin darme cuenta que, de una manera más modesta y concreta, yo mismo soy el protagonista del hecho heroico en el camino de mi vida. Y la acción transcurre en la vida ordinaria, pero también en la existencia onírica.

   Esta manera de entender y de seguir la vida a través de lo ajeno puede contribuir a desviar el protagonismo de nuestra propia vida e impedirnos ver y a encontrar el sentido propio. O a buscarlo.

Para uno mismo no hay protagonista más importante que el ser capaz de alcanzar las metas que cada individuo puede desarrollar personalmente y dentro de su grupo social. Solo  en el sentido de cómo  individuo o también integrado en equipo o grupo.

Los obstáculos que se presentan en la vida pueden ser externos, como salir adelante y alcanzar el desarrollo completo de las potencialidades. Otros son  internos, es decir afrontar las propias limitaciones, pensamientos o emociones que obstaculizan o no nos permiten ir más allá de lo conocido.

    Salir adelante, o sacar a la familia o al grupo, de las dificultades es en ocasiones difícil y requiere una actitud heroica y ahí en la historia están los ejemplos. El camino interior es así mismo complejo. Bien lo conocen quienes se dedican a la ayuda tanto psicológica como espiritual. Sobre ello han meditado y mostrado la senda sin atajos las denominadas comúnmente como corrientes espirituales y también las religiosas, así como las grandes figuras de la humanidad. Cada uno ha pretendido hacer de su manera algo universal. Sin embargo, la diversidad de nuestra mente es inmensa y podríamos decir que muchos son los caminos, aunque todos llevan al mismo lugar.

Las metas externas e internas no tienen porqué estar en antítesis (“al César lo que es del César y a Dios lo que es de  Dios”). Con todo, unificarlas se ha dado rara vez  (como en la historia del rey David, en la mitología judeo-cristiana: un rey de súbditos y también un líder espiritual), pues, en general, hay una que manda más que la otra (“dejadlo todo y seguidme” o bien: “mi reino no es de este mundo”).

 
En contraposición a las metas externas, se ha interpuesto el “vanidad de vanidades” (“seguir la escondida senda” de Horacio). Todo logro es efímero, así como quien lo logra. Pero entonces ¿cuál es el sentido de vivir? Esa cuestión ha estado presente desde que el hombre alcanza la fase deductiva o racional.

Las soluciones todos sabemos que son diversas. Unas, atadas a creencias religiosas, políticas o de tradición. O bien las propuestas han tratado de llegar a través de la razón o la filosofía. Otras, pretenden enseñarnos la procelosa travesía del “conócete a ti mismo”.

   Regresamos al viaje heroico cotidiano: el mito del héroe/heroína que, dejando de lado lo externo,  avanza ante los obstáculos interiores, y que es al menos tan  antiguo como nuestra cultura.

En mi opinión, todos ellos nos adelantan que el camino pasa por al menos dos obstáculos: vencer la importancia personal (que viene llamándose ego) observando su vacuidad y también alcanzar la trascendencia personal a través del amor o compasión.

En la superación del primero, encontramos los héroes que han buscado el sentido último, el Ser, Dios, el Tao… Podríamos decir que es el viaje directo al espíritu, el Bhakti Yoga, el camino devocional, bien conocido también por el sufismo y por los místicos en general.


En el segundo, podemos incluir el de quienes nos han enseñado que el compromiso hacia los demás (pues todos estamos en el mismo barco de la vida) es la vía par alcanzar la meta. La vía de la compasión, del amor, del trabajo desinteresado, como forma de dejar de lado la auto-importancia y alcanzar la trascendencia.

A modo de conclusiones

En absoluto pretende esta reflexión ser un círculo cerrado. Sin duda, cada uno encontrará vías y nombres diferentes que aclaran y personalizan el propio mito. Creo que siempre es preciso recordar que la vía de los conceptos y de las simbolizaciones, siempre explicativa, ha de ser completada, si no es que reemplazada, por la de la experiencia personal: de poco sirve hacerse experto en héroes y mitos si no tenemos claro nuestro propio recorrido heroico.

Dejo al lector la posibilidad de encontrar adalides y heroínas en ambos caminos y  de buscar en su ejemplo las similitudes con la propia vida y con los obstáculos a superar. Finalmente, la comprensión de nuestros propios actos heroicos nos pueden hacer percibir mejor el sentido que le damos a nuestra existencia y más allá al significado último de la existencia, como dice Víctor Frankl.


   Puede que lo más importante sea verse a uno mismo en la pregunta  de cómo prevalecemos ante los impedimentos externos, pero primordialmente internos, y hacia donde nos conduce esa vía que, querámoslo o no, hemos elegido o se nos ha presentado.  Constatemos qué nos pasó: si es que se manifestó en algún momento de la vida la llamada a algo diferente. Y cómo, según dice la tradición heroica, en un principio tratamos de apartarlo o de posponerlo (“aparta de mi este cáliz”), pues suponía abandonar algo conocido por algo desconocido, asentado no tanto en la razón sino en el impuso (“el camino del corazón”).

Y, tras este punto de partida, comprobemos como ha sido para nosotros el afrontar las dificultades importantes de la existencia: la separación, los ritos de paso de cada etapa de la vida, la cercanía de la muerte tanto física como de alejamientos de aquello que más queríamos. Observemos también como ha sido el regreso del viaje, acaso más importante todavía que la misma aventura de ir, y si, al contemplar el camino recorrido, somos los mismos tras pasar por las pruebas que cada uno, personalmente, ha sobrellevado.

Recordemos a Cervantes:

Vámonos poco a poco
Pues ya en los nidos de antaño
No hay pájaros hogaño.
Yo fui loco
Y ya soy cuerdo.
Fui don Quijote de la Mancha,
Y soy agora Alonso Quijano el Bueno.

Pensemos después en héroes y heroínas y en personas conocidas y veamos lo que hemos tenido de común en el viaje de la vida, si es que ha habido algo, más allá de lo anecdótico. Podemos hacer una reflexión personal de cara al presente y al futuro.

Porque observar los mitos y rituales, héroes y heroínas y nuestros propios arquetipo en los sueños, nos recuerdan que no estamos solos ni somos tan diferentes de los demás. Nos evocan que otros pasaron por situaciones similares y, de manera simbólica, nos mostrarán que hay una similitud, un origen y un destino común, en la vida del humano.

   
 Una vez comprendido esto, tal vez podemos buscar y encontrar un héroe/heroína ejemplar que está presente en nuestras vidas. O, como diría Jung, nuestro propio arquetipo individual o guía interno.


Y no se trata de seguirlo al pié de la letra porque más allá de los ejemplos circunstanciales:


"Creo que un héroe es el que entiende la responsabilidad de su propia libertad"
Bob Dylan

   

Y ese margen de responsabilidad que conlleva el hecho de vivir es el que imprime de sentido a la vida individual en el contexto universal.