miércoles, 18 de febrero de 2015

jugando con nada

Nada


    Cada palabra responde en principio a una sensación. Puede que a una experiencia. Tal vez a una ilusión o fantasía. Las palabras que reflejan más la experiencia cabe que contengan sonidos arcaicos, pertenecientes a una humanidad remota. 
    Hay quien opina, por ejemplo,  que el sonido BRRR puede tener que ver con la representación del trueno, símbolo de las potestades divinas del cielo.     Para los hindúes, los “mantrams” reflejan aspectos que nos conectan con lo celestial. Algunos son atribuidos a divinidades y sirven para invocarlas.
    En nuestro idioma, "nada" no contiene aparentemente ningún sonido que represente lo inexistente. Lo vacío. Pretende expresar algo que es una experiencia psíquica. O describir una idea, con connotaciones o incluso grandes pretensiones emocionales.
   Nada es aquello que no tiene ni contenido ni forma. Por tanto tampoco tiene tiempo. Ni está en parte alguna.
    El ser racional, el humano, atribuye contenidos a "nada". No hace falta ser "existencialista", ni leer a Sartre, para "imaginar" la nada. Porque pretendemos con ello expresar una experiencia que creemos real o es imaginaria.  La de dejar de existir. Pues es lógico que tener la experiencia de la nada precisa verla. Poseerla o ser poseído. En cuyo caso uno mismo se hace nada.
    Y desde la nada, nada puede existir. Por tanto tampoco yo.
    En el momento en que yo fuera nada ya no sentiría y dejaría de ser o de creer que soy. Y es quela mente tiene ese asombroso poder: imaginar. Imaginar lo que es  o incluso lo que podría ser.
    Y la experiencia de la nada suele ser descrita por los que vuelven de ella como algo espeluznante, difícil sino imposible de digerir, de integrar.
Pues para lo viviente solamente existe la vida, ya que la nada, que imaginamos que existe en la muerte, es indescriptible por definición.
    Por eso nos da, o suele dar, tanto miedo esa palabra. Refleja el no ser. O el dejar de ser, en realidad.
    Y cuando el que vive quiere dejar de ser, muere. Y si muere entra en aquello que tanto ha temido, que es la nada.
    Y siempre habrá algún místico que nos afirme que la nada es igual al todo. O sea indefinible.
    Y los que estamos vivos o medio vivos nos alejamos de ese vocablo, lleno de connotaciones no vitales.
    Y, al final, nada acaba siendo lo que imaginamos que existe tras la vida. Pero si algo existe ya no es nada. Y si algo no existe es nada.
    Y entonces ocurre que a veces, en espacios-tiempos determinados, existimos.
    Y en otros espacios-tiempos no existimos y somos nada.

Memento homo, quia pulvis eris et in pulverem reverteris

Acuérdate hombre, que polvo eres y al polvo regresarás”

sábado, 7 de febrero de 2015

El gnomo y la existencia

Diálogos existenciales de un gnomo 
    
Hablaba ayer con un amigo querido, y que me quiere, de las falsas creencias motivadas por un deseo de creer. Creer en algo que alivie la responsabilidad existencial, esa que nos hace vernos solos ante nuestra propias decisiones,  tal vez.

   En este territorio inseguro he encontrado a lo largo de mi vida a maestros, espirituales o materiales. 
       
   O tal vez materialistas.

   Engañosos faros en tormentas oceánicas. O simples bujías en noches de difícil o ninguna visibilidad.

   Gurús seguidos de pocos o  por multitudes atraídas por aromas o falsos olores de santidad.

   Profetas con aire patriarcal o matriarcal.

   Cómodos bastones para inseguros caminantes de la vida.

   Entre ellos, alguno que se ha cruzado en mi camino existencial o espiritual. A los que, en su día, atribuí poderes que nunca tuvieron y que tal vez pretendieron poseer, o simplemente no.

  Acaso  unos engañaron o trampearon con intención. Puede que otras se dejaron simplemente arrastrar por la piadosa devoción de sus fieles y la necesidad de no decepcionarlos, o por su fatuidad.

   Y sin duda los hay que permanecieron fieles a su sencillez y a su modestia, con independencia de las creencias y atributos que otros pusieran en ellos. Aquellos que no pretenden ser más de lo que son y que no cargan con necesidades ajenas.

  Y en estos últimos me fijo hoy. Y a ellos me refiero con frecuencia cuando procuro, yo mismo, no perderme en mi camino o tratar de aparentar lo que en verdad no siento.

  Entre ellos mi amigo.

   Y él me ha dedicado esta frase que me ha hecho sonreír. Y nada tan útil como el espejo del otro para mirarse:

"eterno buscador, en el camino estamos, no sé bien adonde,
sólo alcanzo a saber que esto se acaba tarde o temprano"

   Y en esa limitación humana , en esa simpleza exenta de grandeza, o de grandiosidad debería mejor decir, está lo humano. Nada extraordinario. Y,  sin embargo, lo extra-ordinario es poder ser, poder vivir. Poder reír y llorar. Poder amar. Ser capaz de aceptar la profana limitación que es la existencia.

  Vivir sin esperar más. ¡Oh! Esa es mi verdadera meta, aunque me revuelva contra ella a veces por querer esperar más.

 Me gusta como me ves:

"para mí eres y seguirás siendo un desprendido gnomo del bosque, que busca
las fragancias del existir más allá de su mente, por mucha meditación que hagas"

   Me lo quedo. Claro que sí. Lo siento como un cumplido. Y me identifico con buscar esas fragancias que son las experiencias cotidianas de la vida, más allá y con independencia de que mi mente busque en la meditación, o en la docta sabiduría, existir más allá de ella misma.

  Y ambos sabemos que no es sencillo. Que no es fácil. Y que, en ocasiones, la mente se dispara exigiendo garantías que nadie ni nada puede dar. Y en esos momentos... regresaré a buscar ser un gnomo en el bosque intrincado de la vida, aspirando sus fragancias, aunque no vea la salida.

"El humano tiene la capacidad para reconocerse como poseedor de un mundo y para interrelacionarse con él. 
Rollo May