sábado, 28 de enero de 2017

El invierno


Invierno


   Hay en el invierno de occidente algo que me fascina. Los colores son más apagados,más suaves. Parecen pintados con acuarela. O incluso con esos lápices que permiten después difuminar el color.

   El invierno puede que sea la estación que más me conecta con lo infinito, con lo que no tiene tiempo. Incluso mi percepción de mi mismo pienso que se disuelve en las ramas sin hojas, en las nieblas. O en el sol apagándose en el horizonte del océano.

   Para mi es una estación hermosa. A veces, como tantas cosas, no la percibimos en las grandes ciudades. La agitación, el trabajo cotidiano que no cesa, el ruido de la urbe, con sus coches y su trabajo incesante.

   Y, sin embargo, el invierno pasa con la misma rapidez aquí que las otras estaciones. Por eso, hoy, en mi paseo diario, me detuve varias veces. Asi como parece que se ha detenido la naturaleza en el gran parque. No hay viento y el frío ha detenido a la vegetación. Las hojas se han deshecho en el suelo y los árboles parecen dormidos en un sueño sin fin. Los grandes pinos permanecen inmutables y hasta satisfechos de la reciente lluvia que hace resplandecer sus agudas hojas.

  Hoy es un dia de invierno para mi. También me he detenido. Me ha hecho darme cuenta una vez más  de la cantidad de tareas que programo, cualquiera que sea la estación. Así que he decidido quedarme en casa tras mi paseo. Y contemplar la agitación  de la mente y el constante intento de llenar el invierno con cualquiera otra estación.

   El testigo se sonríe, ahora que comparto esta experiencia. 
   Respiro.

   Escucho la suave respiración del portátil en que escribo.

   La luz es ahora gris y apenas un leve resplandor en el oeste.

   El ordenador ha dejado de respirar.

   Constato el zumbido interior.

   Y respiro el bienestar del momento.

   Nada fuera de lo normal. Lo normal elevado a categoría de atención.

   Invierno en mi mente.