La Música.
En la cultura occidental, se atribuye a Orfeo la responsabilidad de crear la cítara, mejorar la lira y contribuir al canto. Su figura se mezcla en la leyenda y en el mito, al atribuírsele la filiación de Apolo, e incluso veleidades amorosas con dioses o semidioses.
Famoso también por enamorarse de Eurídice, y mediante los lisonjeros sonidos de su arpa, seguirla al Hades para tratar de salvarla de la muerte, lo que casi consigue de no ser porque volteó a verla antes de que el sol Apolo la iluminara, desobedeciendo las órdenes del dios y motivando que la desdichada se quedara en el mundo inferior y él sin ella, a más de ser despedazado más tarde por las bacantes tracias enloquecidas con el canto de su música. Apolo salvó su cabeza, la transformó en roca y fue objeto de veneración. La lira forma parte de las constelaciones de nuestro cielo.
Hay otras leyendas paralelas, pues Orfeo y los ritos órficos están vinculados a Dionisos y por tanto forman parte de leyendas antiguas y acaso prearias.
Lo interesante del asunto no es el cuento, el mito, sino lo que lleva consigo. La capacidad del humano (vinculado eso sí a los dioses o semidioses) para traer a la sociedad nuevas posibilidades creativas, incluso desobedeciendo a los dioses.
En otro lenguaje, la posibilidad que dispone nuestra mente para ir por encima de las costumbre, de la leyenda, de la tradición, del tabú religioso, para integrar nuevas capacidades, nuevas técnicas, nuevas artes. Piénsese en lo que fue el tabú de la rueda, del fuego, de la cirugía, de la astronomía… y el conflicto con las fuerzas obscurantistas casi siempre encastilladas en la religión institucionalizada o en el conservacionismo.
La música es captada a través del oído y apreciada por el cerebro, que deriva bajo la forma de sensaciones la estima o no de la misma. Parte de ello corresponde a como hemos sido educados y parte viene tal vez ya imbuido por la misma herencia.
Personalmente, fui educado musicalmente. Mis padres gustaban de la música, así llamada clásica y poco de la moderna. Mi educación cultural fue por ahí y la modifiqué poco; durante largo periodo de mi vida escuché mucha música, para luego incluir otros patrones musicales. Sin embargo, siempre me ha costado escuchar música dodecafónica y también la música que yo, un tanto despectivamente, llamo chinpunchinpun. Me cuesta escuchar rock y desde joven padecí el ruido de las discos como algo inevitable por la edad, pero que hoy afortunadamente está lejos de mis necesidades.
Hay temas musicales que me acercan a las profundidades más absolutas, al Gran Misterio, que colman casi totalmente mi mundo emocional. Para ello, es necesario que disponga de una cierta tranquilidad y mi atención permanezca en la melodía. Entonces y solamente entonces, se aparece Orfeo con su lira y disuelve los traumas, los problemas, las deficiencias, las insuficiencias. Educado como digo que fui, esto sucede particularmente con determinadas músicas, casi siempre relacionadas con las que me enseñaron, de los grandes maestros europeos, principalmente de los siglos XVIII y XIX. Me dejo llevar bien por la emoción, más apasionada, bien por la paz interior y para mi, sin detrimento de todos los genios órficos de este mundo, amo a Bach, que me pacifica y a Beethoven, que me embarga y me lleva con su creación.
Cuando en tantas ocasiones ahora leo a autores “científicos”, filósofos, o físicos, neurólogos o sociólogos, psicólogos o antropólogos, que hablan para explicar el comportamiento, la evolución, la génesis del Universo…. Procuro después escuchar un poco de música apacible o emocional. La música puede que tenga explicación neurológica o conductual, pero no me hace falta. Se une conmigo en indivisible matrimonio y durante un rato solamente existimos los dos. Claro que puede añadir felicidad una compañía que comparta el gusto, o un bello lugar desde donde escuchar, o un aroma que favorezca… No siempre es imprescindible, pero puede ser siempre una grata y favorecedora compañía del momento, de la experiencia musical.
Música en vivo, música en lata ¡Qué importa!… Me dejo llevar por sus olas y el Universo a veces me ofrece un sentido inasible desde otras ópticas.
Tal vez, como decía un músico de nuestra era, la música procede directamente de dios… de Orfeo, de Dionisos, de Apolo y su mágica arpa…
El espíritu habla con música y la música es movimiento y baile y contacto con el dios que llevamos dentro.
4 comentarios:
La música tiene poder para inducir estados de ánimo, para imbuirnos de energía, para conectarnos con la trascendencia, borrando las barreras entre el ser individual y el todo. Para mí es el arte más poderoso, inspiradora de otras manifestaciones artísticas, aunque también funciona en sentido inverso.
El Orfeo es el artista que todos llevamos dentro, el buscador que sabe y necesita de una realidad más allá de lo aparente, práctico, prosaico, olvidarnos de nuestro Orfeo interior es como vivir castrados porque es a la vez lo más salvaje y lo más divino que tenemos.
La mitología me conecta con épocas en que los dioses se paseaban abiertamente entre los humanos, es posible que aún sigan haciéndolo, aunque hayamos perdido la capacidad de reconocerlos.
Me gusta a veces sentir que no ha desaparecido el deseo de ver la vida como un misterio que necesita ser resuelto, imaginar que un encuentro está predestinado, que la sincronía rige la existencia, que hay un sentido en el aparente sinsentido.
Te agradezco que expongas todas estas cuestiones a la luz de tú reflexión porque me sirve para poner en ellas la atención y hacerlas experiencia presente.
Me ha encantado tu artículo! Felicitaciones!
Dado el tema, te respondo con la tocata de una de las obras que seguramente son de deleite: L'Orfeo. El autor? Claudio Monteverdi.
http://www.youtube.com/watch?v=z3mMxGpxi48
Gracias Ch por tu comentario rico y sincero.Nada para sentir la música como ecucharla e ir probando que nos conmueve más, en esete momento de vida.
Gracias Victor por esos pedacitos de música con que deleitas. MOnteverdi es la cima para mi de una época y el inicio de otra.
Aquí tengo los cds, si quieres escucharlos...
M
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