jueves, 23 de abril de 2020

Cambio de valores en la Sociedad Internacional



Incluyo ahora el texto que he escrito para la Asociación española de Axiología Robert S. Hartman, basado en una introducción a la mesa redonda que moderé durante las Jornadas Nacionales de 2020.




CAMBIO DE VALORES EN LA

APUNTES PARA LAS JORNADAS NACIONALES DE AXIOLOGÍA DE MADRID 2020
ABRIL, 2020

A raíz de las Jornadas nacionales de axiología celebradas en Madrid el pasado 29 de febrero y 1 de marzo, realicé una breve intervención en la quise poner de manifiesto el cambio de valores que está sufriendo el derecho internacional en esta última época. He querido completar, con esta reflexión escrita, lo anotado en aquellas interesantes Jornadas.

Poco después de las Jornadas, el Gobierno declaró el estado de alerta en España y muchos ciudadanos, empresas y organizaciones de diversos países vieron sus libertades de movimiento limitadas temporalmente, para tratar de paliar los devastadores efectos de la pandemia del COVID19. El valor libertad de movimientos cedió su puesto al de la seguridad y a la organización de la salud comunitaria.
En primer lugar, he querido partir del supuesto de una similitud entre el sujeto personal y el sujeto jurídico, en este caso los estados, en su actual configuración política.
En segundo término, he trazado un paralelismo entre sujeto individual y sujeto estatal que se relacionan con los valores intrínsecos (la esencia o individualidad de la persona y del conjunto de personas que constituyen un estado), los extrínsecos (el campo en que se juegan los valores, cómo se clasifican y qué roles se despliegan, así como qué impulsos o necesidades se ponen de manifiesto) y los sistémicos (qué orden aceptan o rechazan los sujetos, tanto desde el punto de vista interno como externo; y, en el caso de los Estados, por qué normas se rigen a sí mismos y cuales aceptan o rechazan en su convivencia con los demás estados o sujetos de derecho).
En tercer lugar, considero que los valores, como todo en el mundo, cambian o mutan. No solamente -que también- en la breve vida individual, sino sobre todo con los vaivenes sociales, culturales y morales que acompañan el devenir de las civilizaciones y del universo.
Así como podemos ver que en el Perfil de Valores Hartman (PVH) hay términos que son cuestionados (y cuestionables) por la evolución individual y social, también sucede en la organización y la convivencia de las sociedades humanas.
El concepto de Estado, tal como actualmente lo conocemos, es bien diferente del concepto medieval y por tanto sus valores. Incluso hoy día la irrupción de organismos gigantescos, como las multinacionales, han cambiado la estructura del poder en la relación entre los Estados, en los Estados mismos y en la Humanidad.
Consecuentemente, algunos importantes conceptos axiológicos, hasta el momento defendidos por la mayor parte de los Estados, están siendo puestos en cuestión, mientras se defienden otros.

Si bien los sujetos o actores del derecho internacional han sido, durante mucho tiempo, principalmente los estados y las organizaciones internacionales a los que estos pertenecían, más adelante se fueron sumando empresas de ámbito internacional y otro tipo de asociaciones, en marcos que hicieron cambiar y fluir los anteriores.
En la actualidad, empresas grandes tienen un peso mayor en una negociación que muchos estados representados en la ONU y cualquier negociación lo ha de tener siempre presente. Estados y empresas multinacionales se reparten el poder.
En lo que se refiere al punto de vista axiológico, he tratado de limitar mi observación a los grandes principios o
valores que han sustentado la convivencia entre Estados, basados respectivamente en las dimensiones intrínseca, extrínseca y sistémica.
Entre estos valores o principios voy a aludir a los siguientes:
Considero un valor de orden intrínseco el principio de igualdad entre los seres humanos, que tiene su correspondencia en la igualdad entre los Estados y, por tanto, en su voto igualitario en las Asambleas internacionales. Y a nadie se le escapaque, siendo esto verdad, la influencia del magnate de una empresa es bien diferente de la de un trabajador humilde en ella. Así, igualmente, la influencia de un pequeño estado en una votación o en una negociación, por mucho que tenga el mismo voto que China, no es la misma y está sujeta a una presión y manipulación considerable.
El hostigamiento que han sufrido algunos estados y organizaciones internacionales por parte de estados poderosos en estos últimos años es tremendo. El presidente Trump (como bastantes de sus predecesores y de muchos otros estados poderosos), gran representante político de que no todos somos iguales ante la ley, ha retirado su apoyo a organizaciones internacionales (recientemente a la OMS para su propio beneficio electoral) o ha sometido a presión formidable a estados cuyos gobiernos no eran de su simpatía o agrado, o no se correspondían con los valores considerados como únicamente legítimos.
Esto ha sucedido siempre desde que existen las organizaciones humanas. Pensemos en Roma, en la España o Inglaterra imperiales, etc. El derecho a la diversidad y a la igualdad como valor intrínseco ha sido mancillado y manipulado siempre y en todo lugar, con intensidad diversa.
Lo que hace una diferencia es que hoy la influencia de los medios de comunicación es tan enorme que el poder de convencimiento y manipulación es desmedido. Pensemos en la campaña que se hizo para convencer a la opinión pública de que Iraq tenía “armas de destrucción masiva” y de que su ejército era el “segundo más poderoso del mundo (sic)” a fin de justificar la invasión de un estado “malvado” por otro que es defensor de la justicia.
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En este sentido, el individuo cree -o se le convence de- estar ante un sistémico ideal, así como llega a suponer que el orden internacional le protege y que todos los estados somos iguales en la Asamblea de la ONU por el simple hecho de que su voto vale lo mismo. Caer en el error de esa idealización es importante. Al hacerlo se desvirtúa el campo del orden extrínseco, en el que el sistémico y el valor intrínseco se han de dar la mano y desde ahí manejar la realidad en su presente.
El intrínseco del PVH nos habla de un “bebé” como primer valor intrínseco o supremo. Así como dice el Derecho Internacional moderno que los estados son iguales ante el derecho. Un bebé y un estado son intrínsecamente valiosos por el hecho de existir, visto en esta óptica. Así también dice el tratado de las NNUU que “todos los estados tienen el derecho de existir en fronteras seguras y reconocidas”.
Hoy por hoy, esto es una meta a alcanzar, un ideal. Un valor intrínseco sometido a los vaivenes de su relación con el sistema y los roles en el mundo (dimensiones extrínseca y sistémica).
El extrínseco expone al Estado a una realidad, sometiéndole a un constante hostigamiento entre los ideales y el mundo ordinario. A un ponerse al día sobre cómo acometer las funciones y los roles diversos, de acuerdo con las posibilidades de la situación. Y también con las fuerzas ocultas, o claramente aparentes, que convierten fácilmente un valor en un desvalor o al contrario un desvalor en un valor, para beneficio de los más pudientes. Una distorsión permanente apoyada por los poderosísimos medios de comunicación de masas, en manos de los gobiernos o de las empresas multinacionales o de individuos que acaparan el poder y que, inocentemente, o no tanto, o en absoluto, divulgan bulos, incluso a través de los propios ciudadanos, cambiando la opinión social, económica, cultural o política en pocos momentos (con fake news: “noticias falsas”). Pensemos en los gobiernos medievales acusando a los judíos, o a los gitanos o al estado vecino para obtener sus propios beneficios o desviar la atención sobre otros temas.
Las organizaciones internacionales son producto de convenios o tratados que los Estados (o las empresas) se comprometen a cumplir para realizar unos fines legítimos. A veces, están sometidos a una autoridad internacional que rara vez tiene soberanía para hacer cumplir lo juzgado. Con todo y ello, son un límite al poder de los más poderosos, que buscan, hoy por hoy, imponer un orden distinto en donde el más fuerte tenga más imperio. Lo que Hitler llamó la real politik, la política realista de “tanta fuerza tengo, tanto valgo”.
Vemos como una invasión del orden extrínseco, basado en principios o valores dudosos, pone en peligro el sistémico y a su relación con lo intrínseco. Igualdad y valor interno quedan desfigurados por hechos consumados que se legitiman defendiendo un orden diferente.
A la violencia de la real politik del régimen nazi, se opuso, tras el final de cruenta II Guerra Mundial en 1945, un intento de poner fin a la fuerza como instrumento de dominio, para encontrar un orden internacional diferente. De ahí partió la creación de la actual Organización de las Naciones Unidas.
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La violencia ejercida sobre el planeta y sus recursos, la aparición del cambio climático como un hecho incontrovertible y amenazador, la potencia con la que el sistema capitalista liberal se resiste a su transformación, la asombrosa acumulación de poder en manos de pocos ciudadanos y estados o empresas, todos esos factores y otros más están cambiando el orden anterior, sin que todavía sepamos a donde nos lleva el nuevo sistema.
El derecho internacional se ha basado sobre el aforismo latino de pacta sunt servanda (“lo pactado obliga”): hay que respetar y cumplir los pactos o convenios. Ello se le complementa con rebus sic stantibus (“estando así las cosas”): siempre que las circunstancias no cambien y se mantengan los equilibrios.
Las circunstancias han cambiado, pero el principio sigue siendo el mismo: si se pacta hay que respetar lo pactado o cambiarlo de común acuerdo.
Al principio intrínseco de que todos somos iguales ante la ley se le corresponde el sistémico de que hemos de respetar la ley más allá de nuestros deseos (dura lex sed lex, la ley es dura ley pero es la ley).
El territorio donde juegan estas dos grandes dimensiones es el del extrínseco, en el que ambas fuerzas han de encontrar una fórmula para poder hacer flexible el sistémico, en tanto que preserva lo más profundo del intrínseco.
Termino esta reflexión con un intento de trazar el paralelismo entre las fuerzas que, en cada ser humano, nos ponen en jaque. Nuestro valor más profundo, que es intrínseco, juega en el terreno extrínseco apoyado o tiranizado por lo sistémico.
Es la armonía entre las tres la que permite al ser humano vivir mejor. Unos ideales exagerados son incumplibles, como lo es la vida sin ellos. El orden sistémico nos nutre, pero es, o puede llegar a ser, tiránico cuando no está en armonía con los otros dos.
Nuestra atención ha de velar por nuestro intrínseco y hacer porque entre en contacto con los órdenes extrínseco y sistémico.
En el orden internacional hay un principio de realismo que no puedes ser el único, pues es preciso respetar la dignidad de los demás y para eso se creó el derecho internacional, por frágiles que sean sus instituciones.
En tanto que ciudadanos tenemos una responsabilidad, por pequeña que sea o nos parezca, para que ese orden se cumpla. Y unos medios. A veces pequeños, a veces heroicos, para luchar por ello.
Es una responsabilidad existencial que a cada uno corresponde delimitar.
Miguel Albiñana
Miembro de honor de la AEARSH
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2 comentarios:

Montse García dijo...

Valiosas palabras, es un placer escucharte, leerte, me reconforta la amplitud de tu mirada, la profundidad, gracias por compartir tanta belleza y sabiduría

miguel albiñana dijo...

Gracias Monse. Leerte me anima a seguir escribiendo