Vanidad
Matayotes matayotetos, kai panta matayotes.
Vanidad de vanidades, nada es sino vanidad.
La palabra, la idea, sugiere aquello que
no tiene nada dentro. La pura cáscara. De ahí “vano” o desprovisto de
sustancia, de entidad.
Sin embargo, decimos de algo que es vano
pues es un recipiente, algo que pudiera estar hecho para contener algo. Y sin
embargo, no. No contiene nada sustancial o sustancioso.
Un fruto cuya cáscara nos anima a romper
para apoderarnos de su alimento, de su sustancia y que, al hacerlo, al romperlo
como nuez, lo vemos vacío ¡Oh! Parecía que, pero no, no tenia nada dentro.
Así a veces también cuando pretendemos
que algo de apariencia bella nos sirva para otra cosa que para contemplar su
mero continente, su fachada. Observamos al pavo real cuando despliega su
plumaje con gran pompa. Es un artificio de colores y de brillos. Pero si lo
quisiéramos para hacer con ello un asado, nos encontramos con poco más que un
magro pollo.
O cuando leemos una poesía de bellas sonoridades, que nos encanta el
oído. Y sin embargo su contenido es vano, no tiene corazón. Salvo que pretendamos
que no sea otra cosa que un fastuoso juego que no conduce a nada otro.
También nos puede pasar con la música.
Escuchamos una balada, una melodía de gratos e hipnóticos matices. Pero al
finalizar, nos deja vacíos: es un señuelo, una nada.
Y con las personas también. Nos dejamos
seducir por su apariencia, tal vez por su propio juego de atraernos desde su
belleza, o sus palabras o su magnetismo. Y sin embargo, cuando queremos hacer
balance, es una imagen desértica. No nos
ha permitido ningún contacto, tal vez ni dar ni recibir. A menos que lo hayamos
visto como un mero juego, como un espejismo, como un arco iris que aparece y
desaparece y que nunca ha estado en ninguna parte más que en nuestra propia
percepción.
En ocasiones cuando nos paramos a ver
aquello que percibimos como nuestra identidad, nuestro “yo”; nos puede pasar
tener esa sensación de vano. No porque haya intención de engañar o de
engañarse, sino porque cuando tratamos de asir esa identidad, desaparece. Como
cuando perseguimos una sombra que siempre fluye y se escurre al pretender
agarrarla..
El budismo afirma que nada tiene una
realidad permanente, puesto que todo fluye, incluido el espectador. Ambos son
fluidas sombras que pretenden estar separadas, desde la falsa percepción de la
dualidad. En ocasiones, se cita a la física cuántica que nos habla también de
una realidad que no es como siempre la hemos entendido y en la que el
espectador es parte de la percepción misma.
Vanidad entendida como algo que no tiene
entidad permanente.
Vanidad entendida también como una apariencia
que no contiene nada.
Y vanidad humana que pretende ser lo que
aparenta, logrando engañar como un prestidigitador que sabe que lo que muestra
es apariencia, pero no es.
2 comentarios:
Vanidad,
vacuo intento del ego,
en perpetuarse.
Saludos Miguel!
un abrazo Rafael
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