El Estío
Hoy, aunque la
terraza ya horneaba, me he animado
a dar un paseo por el parque. Eran a penas las 11 y el sol quemaba, en este
anticipo de verano.
He buscado las
sombras abundantes. Los árboles, con las lluvias, han echado más hojas y es
bastante fácil caminar entre el frescor.
A pesar de ser sábado, había poca
compañía.
Los paseantes de perros prefieren las tardes y se lo agradezco. Así
tengo más silencio, a penas interrumpido por los graznidos de las cotorras
verdes, inmigrantes coloridos en esta parte de la península. Los mirlos negros,
más atrevidos, caminan a paso rápido y a veces parecen responder a mi saludo
con ese silbido tan penetrante y primaveral.
Las urracas,
con su vestido blanco y negro azulado, corretean entre los caminos de hierba
verde y fresca. Y es ocasional ver a un carpintero piqueteando en los troncos.
Son más tímidos, con su plumaje verdoso y amarillo y su cresta rojiza.
Suelen ser
estos los compañeros de mi paseo, aunque a veces aparezca algún petirrojo y los
inevitables gorriones.
Pero hoy
cambié un poco el rumbo y me fui del otro lado del estanque. Cubierto de un
espesa capa verde, que parece más un prado sobre el agua. Al acercarme, docenas
de ranitas verdes, que estaban en la orilla, chapucearon de inmediato asomando apenas
su cabecilla. Se hizo el silencio hasta que recomenzaron a croar alegremente.
Allí las dejé en su alborozo y sus risas se perdieron entre mis pisadas.
Seguí mi
camino entre la parte mas húmeda y con sombra, cercana al riachuelo. Las
fresillas silvestres se asomaban entre las hojas. En esta zona son más bonitas
que sabrosas. Sin embargo, me recordaron las que recogíamos en julio en el
Pirineo, cuando paseaba con mis padres por la montaña. Aquellas tenían un
perfume intenso y nos llenaba de alegría descubrirlas y recogerlas. A estas, a
las del parque, las dejé en su sitio, tras tomarles una fotografía que os
acompaño.
Cada vez que
paseo siento la gratitud de estar entre el verde acogedor de las plantas.
Y con el aire, aspiro la gratitud
de poder disfrutarlo.
7 comentarios:
Esta mañana al levantarme ya hacía calor, he desayunado chocolate, que me gusta aún en esta época, después me he dedicado a las tareas de la casa, había ropa por planchar y me he puesto a ello, planchar es una tarea que si bien parece no muy trabajosa siempre acaba por dejarme agotada, el calor la hace aún más pesada. A eso de la una me he bajado a hacer la compra para la comida, me he gastado más de lo que hubiera querido, el dinero no sobra, más bien todo lo contrario.
Al regresar a casa he metido los alimentos en el frigorífico, las bebidas en el congelador. Como quedaba no mucho tiempo para la hora de comer he decidido accionar el mecanismo que acelera el enfriamiento de la nevera para que estuvieran frescas para ese momento.
Al poco rato me he dado cuenta de que la temperatura del congelador no solo no bajaba sino que al contrario cada vez era más alta, he vuelto a revisar todo el proceso de encendido de la función de super-frío, la he encendido, la he apagado, y los grados seguían subiendo, he empezado a agobiarme, lo que menos necesito en este momento es otro gasto extra y las reparaciones de electrodomésticos suelen ser caras. Me ha dado cuenta de que me estaba empezando a sentir mal físicamente, cada vez más agobiada, he intentado serenarme. He seguido haciendo las tareas, preparando la comida, comiendo después, pero con la mente en la catástrofe inminente, por más que lo intentaba el motor no me hacía caso.
Aceptando que no había otra cosa que hacer, he llamado al servicio técnico, y una vez más he ido a intentar accionar otra vez el rebelde aparato, ya sin esperanza, pero con esa cosa insistente y algo obsesiva de mí carácter que nunca quiere darse por vencida.
He vuelto al cabo de un rato a mirar el indicador de temperatura, y ¡oh maravilla! Había bajado un grado, a los pocos minutos dos…y así ha seguido. Indescriptible la felicidad y el alivio que he sentido, he vuelto a ser yo y he vuelto a creer en los milagros….
Hoy disfruto de una ceremonia de 4 tabacos del fuego sagrado de itzachilatlat.y en la madrugada se casa frente al fuego dentro de la ceremonia una pereja;despues celebracion por todo el dia.Voy a llegar muy cansado a casa despues ,pero tengo tiempo para recuperarme y trabajar el lunes.Gracias le doy a la existencia por todas las bondades que de ella recibo.Que Buena es la divinidad.!AHO!
El campo, el cielo azul, la hierba verde, el viento, son tesoros que todavía podemos disfrutar gratuitamente (según vayamos acabando con ellos se volverán escasos y objeto de negocio). Yo disfruto mucho de la naturaleza y, sobre todo me ayuda a serenarme, a conectar conmigo y a olvidar por unos momentos esas pesadas preocupaciones a las que tanto tiempo y espacio concedo. En la respiración tranquila entre los árboles observo mi medio siglo manejado por algo absurdo.
Esta semana recogí otro libro de la librería. Hoy he leído en el prólogo: "Escucha, hombrecillo, mientras duermes despierto te están robando el mundo emocional".
Rodi
Qué interesantes comentarios acerca de como vivimos cada quien nuestro cotidano acompañados de las plantas...
Ese escucha pequeño hombrecillo, me recuerda el título del librito de Wilhem Reich que se llama precisamente así...A mi me gusto mucho.
Escucha en tu silencio interior (La corriente audible de la vida ,sonido insonoro,no creado,que por lo tanto siempre a sido, es y sera.)ahi esta la fuente,el origen de la existencia manifestada,por lo tanto tu verdadero hogar.Que Buena es la divinidad que nos regala tanto entendimiento.
A veces cuando veo un arbol me pregunto cuantos años tendrá, y cuantos más podrá vivir, y luego pienso que quizá si un árbol puede vivir más de mil años es porque no se mueve, siempre está en el mismo lugar observando todo lo que acontece a su alrededor, impasible casi siempre, sólo rezando calladamente cuando hay tormenta para que los rayos no se fijen en él y le derriben...
Anoche llegue a casa desasosegada, leí tu escrito y me recordo lo bien que me encuentro cuando estoy en la naturaleza, aunque no se me fue el desasosiego y no pude escribir.Me acorde también de que el día anterior estuve disfrutando de un rato de lectura en un parque, y como lo disfrute.
Cuando me he levantado esta mañana, el malestar continuaba, con la suerte de que hacia el lugar al que me dirigia, hay un par de zonas verdes antes de llegar a él.
Ahí he estado, caminando, sintiendo a la hierba y a mi cuerpo, observando y escuchando el sonido de mi alrededor, he logrado relajarme, y cuando me he re- encontrado con las personas que iba a estar, mi ánimo estaba tranquilo, he disfrutado de la mañana.
La naturaleza, desde niña, siempre me ha calmado, o, me ha restablecido la energia, me nutre.
Gracias por tu bellísimo escrito, y las fotografías...
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