Psicoterapia:
¿Qué pretende curar?
La
Gestalt es una terapia moderna, de integración emocional, fundamentada en la
revisión del como y el ahora de la experiencia personal y que pretende,
mediante el acompañamiento profesional, que
el individuo encuentre una vida más plena, desarrollando sus capacidades
creativas. El terapeuta gestaltico tiene o debería tener una sólida formación
profesional, así como haber pasado por una experiencia profunda en ese mismo
ámbito y contar con unas herramientas
personales y aprendidas, entre las cuales
una esencial es el poder desplegar una amplia empatía y tener confianza
en la capacidad de cada persona para alcanzar y disponer de sus propios recursos.
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La psicoterapia occidental ha pretendido ser una ciencia continuadora
de la medicina. Ha partido del principio de que existe un mal que se ha
incorporado al organismo y de que extirpandolo o combatiéndolo será posible
estar más “sano”. Esta dependencia de la medicina ha lastrado a la
psicoterapia, en parte a consecuencia de su relación, entre otras, con la psiquiatría o con el
psicoanálisis.
Tanto en un nivel personal como social, la
Gestalt del siglo XXI considera que hay algo que curar: el sufrimiento, la
infelicidad que puede causar el contacto con la realidad. A veces, esto la
conecta más con la filosofía que con la medicina. El hecho de vivir acarrea
dolor y no hace falta ser budista para darse cuenta.
La Gestalt, como terapia enraizada en la
psicología gestalt del siglo XX, acepta la realidad como un fenómeno cambiante,
tanto para el observador como para lo observado. Una configuración que, como un
caleidoscopio, está siempre variando y altera también al observador. Así mismo,
nos enraiza con lo que es la percepción y como cada persona percibe y digiere
desde los sentidos esa percepción, que llamamos objetiva cuando es comprobable
(método “científico”) y subjetiva si no lo es( lo que no le quita su propio
valor a la subjetividad).
En terminología gestáltica, se habla de la dificultad-incapacidad
para vivir el presente, el ahora, en función de los bloqueos que producen las
situaciones inconclusas o las interferencias que el pasado-futuro hacen pesar
sobre el presente: ello crea un lastre sobre la atención sana y por lo tanto
sobre la experiencia real. De ahí, la colisión entre lo que es y lo que nos
gustaría que fuera (o debería), lo que produce malestar o sufrimiento. Por
ejemplo, puedo tener un resfriado y pelearme con él, buscar causas de porqué lo contraje, incluso acusarme
de no haberme cuidado suficientemente etc. Esto agrava la molestia y no permite
estar en contacto con el mundo desde el hecho de estar resfriado. En una escala
mayor, puedo pelearme contra que un ser querido haya muerto o esté en trance de
hacerlo, y ello me va a impedir contemplar la realidad de la pérdida, vivir el
dolor, la despedida etc, etc.
Sin embargo, a la hora de curar, de
“terapeutizar”, existe una confusión entre aquello que se quiere sanar y las
causas reales o verdaderas del sufrimiento.
No se puede explicar, teórica o
intelectualmente, el origen verdadero del sufrimiento, sino que cada persona ha
de llegar a sus propias conclusiones.Ciencia, religión, filosofía nos dan sus
explicaciones.
No obstante, el terapeuta experto puede recoger las causas
profundas del sufrimiento, incluido su origen en la historia personal del
individuo, empatizar con ellas y así facilitar que la persona se entregue a la
experiencia genuina. En el acompañamiento verdadero (la relación sanadora) se
produce un cambio. En ocasiones,
la misma relación cliente/terapeuta es lo sanador. Otras veces, es la
facilitación de la integración emocional y de la comprensión de la resistencia
a vivirlo. Al hacerlo así, el
terapeuta experto permite que la persona deje atrás lo superficial y se adentre
en lo substantivo. Puede alcanzar una salida a su conflicto personal y la
gestalt (la experiencia) concluirá para dar lugar a una vivencia nueva y
diferente.
Para que se consiga ayudar y facilitar este
proceso a otras personas, para poder empatizar adecuadamente con el origen del
sufrimiento y sanar en profundidad, considero preciso, por parte del terapeuta,
haber llegado a alguna conclusión sobre el sentido y dirección de su
propia vida. En caso contrario, la
terapia puede quedar limitad a unas
sesiones destinadas a hacer menos infeliz el desconsuelo, sin llegar a las
raíces recónditas de la infelicidad o inclusive a teorizar dogmáticamente, sin
que la comprension y asimilación de las causas cambie lo esencial.
Este tipo de terapia estructural gestáltica
es ciertamente váliosa, en especial cuando tiene en cuenta los orígenes
profundos de la neurosis y no se queda en las causas superficiales o síntomaticas
del problema. Sobre el asunto de los orígenes del sufirmiento, se ha discutido
mucho. Hay hipótesis que estiman podía ser una causa psicosexual, al estilo del
psicoanálisis original freudiano. También que se trata de un déficit
psicoafectivo, en concordancia con nuevas hipótesis psicoanalíticas, o de una
dificultad adaptativa al medio…Vemos como se pone el énfasis en lo sexual, en
lo social o en lo afectivo.
Pero, como
he mencionado ya en otras ocasiones, el sufrimiento va más allá de todos estos
orígenes y se enmarca, como subrayó Maslow, en el aspecto más profundo de su
así denominada pirámide de necesidades:
en la primacía del encuentro del ser humano con su origen. En mi opinión, quien
más específicamente ha descrito este aspecto ha sido Graf Dürkheim, al hablar
del hombre y de su “doble origen”: el físico y el espiritual. Entendiendo por
espiritual el enraizamiento del ser en un marco más amplio, en una filiación
que va más allá de la meramente parental o incluso social, para tomar una
dimensión universal.
El alcance de
la terapia Gestalt se ha vinculado a las corrientes psicológicas así autodenominadas
transpersonales, que trascienden la mera individualidad y la
mejor “adaptación” del individuo a la sociedad y buscan y exigen, por tanto, un
encuentro con la ”experiencia espiritual”. Esta práctica es diversa y a este
respecto, me gusta citar el ejemplo del mitólogo Joseph Campbell, para quien su
práctica trascendente, su enraizamiento en el ser, surgió al participar en el
éxtasis de la competición deportiva, sin perjuicio de que de su obra parece
deducirse un constante estar en la experiencia y contacto con lo divino.
En general, podemos hablar de etapas en el
desenvolvimiento de la terapia, en el sentido “occidental” del término y que
dependen del tipo de relación que establezcan cliente y terapeuta. Someramente, diré que suelen pasar al menos por: un alivio sintomático del conflicto,
desarrollo del conocimiento personal, manejo más fluido del carácter y acceso a
un nuevo sentido vital. No son etapas lineales, ni todas han de pasarse
continuadamente, ni tampoco en compañía del mismo terapeuta, aunque puede
suceder.
La toma de contacto con un nuevo sentido
acarrea, en general, una forma distinta de relacionarse con el mundo, tanto
interna como externamente y conlleva un cambio, que puede incluir tanto a las
relaciones parentales, de pareja y afectivas en general, como de trabajo y
expresión general de la creatividad.
Abrirse a
una experiencia terapéutica es a veces una necesidad imperiosa y casi siempre
la continuación de la aventura de la vida. Un aventura que para muchos de los que
la hemos pasado es o ha sido de importancia primordial.
Autor: MIGUEL ALBIÑANA
Ex Presidente de la Asociación Española de Terapia Gestalt
4 comentarios:
Gracias por tú artículo, Miguel, me ha gustado mucho y me ha hecho pensar, así que aquí va mí reflexión:
Desde mí experiencia, la terapia es una segunda oportunidad para superar los bloqueos en el desarrollo de la persona, que vienen determinados por carencias profundas, principalmente en el plano afectivo (creo que lo sexual y lo social también están relacionados con lo afectivo).
Lo que significa que el terapeuta toma el papel de padre-madre para “corregir” a posteriori los “errores” que aquellos cometieron, claro que también puede representar a otros tantos personajes que hubieron intervenido en asuntos que el cliente no ha podido concluir (esto sería la parte transferencial)
Por otro lado, creo que lo que me ha llevado a mí, e imagino que a muchos otros, a la terapia es ese sentimiento profundo que nos insta a buscar y recuperar la conexión perdida con ese Ser universal de que habla Dürkheim . Con él estoy de acuerdo en que somos a la vez alumno y maestro, que buscamos al maestro fuera y que éste maestro exterior nos ayuda a darnos cuenta de que todo lo que necesitamos, nuestra guía, esta ya dentro de nosotros y siempre ha estado ahí, pero para llegar a esto me parece imprescindible el acompañamiento de ese Otro que, como dices Miguel, ha recorrido ya el camino.
Entro en la sala, es una larga habitación vacía. Está llena de sillas colocadas en hileras, dispuestas como para una conferencia. Imagino a algún hombre o mujer doct@ plantado frente a un nutrido auditorio para comunicarles un descubrimiento trascendente. ¿Qué será? Mi imaginación me hace la mala pasada de formular esta pregunta que no tiene posibilidad de ser contestada, porque no hay nadie, solo las sombras que la penumbra de un día gris ha colocado en los ángulos de la estancia. No sé si sentarme o irme, no hay nada que me indique que alguien va a acudir, en realidad hoy no he hecho planes, así que puedo quedarme y ver qué pasa….
Así es Anónimo, puedes quedarte y ver que pasa...
Ya hacía mucho que no te leía, Miguel
Muac
José
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