lunes, 27 de junio de 2011

Estío


El estío

El verano en esta ciudad es denso y pesado. Ahora hace ya tres semanas que no llueve y el aire es seco y la piel busca la sombra…Pareciera que todo debería detenerse ante el fuego del sol. Y sin embargo la ciudad sigue a su ritmo, casi siempre enfurecido. Los turistas abarrotan las tiendas, en donde el aire acondicionado revive y despierta los deseos de compra de los visitantes, que permanecen desperezando sus cuerpos ahítos de calor,

Mientras, fuera, los motores siguen echando más fuego a la lumbre de la calle. Y , para asombro del paseante, nada se detiene en la calle. Las estaciones en una ciudad son una materia casi puramente de prendas de vestir. Los mismos ciudadanos se van quitando ropa, según la temperatura se va haciendo más alta y cuando el verano se va, van añadiendo prendas para que se note que el otoño ya está aquí, lo que harán de forma más visible en invierno cuando el frío llegue a la ciudad.

Sin embargo, casi nada cambia, pues la ciudad es inasequible a las estaciones y tan sólo los parques pueden orientar al ciudadano acerca de lo que sucede en la naturaleza. Y puede que únicamente los parques le recuerden que forma parte de ella y que el organismo es sensible a esos cambios, que el tiempo se encarga de evocar.

2 comentarios:

Raquel G. dijo...

Yo noto que ha llegado el verano en que por fin dejo de sentir frío... hasta que tengo que permanecer en un sitio con aire acondicionado y vuelvo a maldecir el enfriamiento crónico. Casi nadie parece compartir conmigo que es mejor aclimatarse que aclimorirse (de frío). Dice un amigo mío que prefiere morirse de asco que de frío; lo suscribo con entusiasmo.
Muchas veces en la vida he tenido que negociar asuntos importantes para mí; he descubierto que no hay negociación más dura que la del aire acondicionado en verano: acordar una temperatura compasiva resulta utópico, aunque una suplique por sus amígdalas, su faringe y su alma congelada. Inútil explicar que a 17ºC normalmente llevamos abrigo y calcetines. Inútil rogar, protestar, enfadarse, llorar.
Sólo las almas compasivas empatizan lo suficiente con la persona friolera. Con ellas la temperatura es negociable. Nunca olvido a estas personas, dialogantes, empáticas, comprensivas que prefieren el frío pero aceptan el calor o, al menos, la templanza. Estoy segura de que con una persona así se puede negociar casi todo y llegar a algún tipo de acuerdo. Por eso permanezco atenta a las luchas por el aire acondicionado: me cae bien de antemano quien plantea que 25 o 26 grados es un acuerdo compasivo para la vida humana y para mi vida en particular. Si alguna vez busco novio en Internet, éste será mi criterio de preferencia. Mejor compasivo que guapo, inteligente o divertido. Aunque, claro, mejor todo, ya que estamos ;-) Lo malo es que Millás, gran friolero crónico, ya está comprometido...

Un abrazo.

Sandovictor Hugo dijo...

Y eso que Madrid tiene áreas verdes. Y lo agradezco enormemente. Antes no me acostumbraba al calor ni al frío de la ciudad. Ahora ya no me acostumbro ni al frío, ni al calor, ni a los turistas.Y a decir verdad, al ruido y la prisa de la gente.