sábado, 9 de abril de 2011

El regreso


El regreso

Los viajes tienen un poder transformador para mi. La vuelta a casa, con una cosecha de experiencias nuevas, de encuentros con personas distintas a las de mi ciudad o mi país, el contacto con un nuevo clima, con la naturaleza de cada parte del Globo, los alimentos, las formas de vestir, los bailes, las conversaciones acerca de... Vuelvo siempre con la mente más amplia, como si mis orejeras se difuminaran y llegara una mayor aceptación de todas las formas de ser, de creencias, de culturas.
A pesar de la “aldea global”, hay contactos que solamente pueden darse en el curso de viajes. Además, los asuntos de casa, los problemas cotidianos se quedan atrás y , al volver, puede que los vea de otra manera y con menos importancia personal.
Siempre aprovecho mis viajes para llevar un par de buenos libros, a lo que últimamente añado música que, en ocasiones, apague los ruidos desagradables que están ya casi en todas partes. La lectura en viajes siempre tiene un gusto diferente de la que realizo en casa. Mi atención puede que tenga otro eje y el aprendizaje se me hace, como en esta ocasión, más profundo. He encontrado en la relectura del de Rollo May una nueva forma de entender su mensaje psicoanalítico, tan humano, tan compasivo, bien diferente de la ortodoxia trasnochada… Y es que los libros, como las personas, tienen más de una lectura.
Y esta casa, que ha acogido, entre otras cosas, mis dificultades de salud, es ahora un poco ya mi casa. El canto de los tordos negros, alegre y escandaloso, que inicia al amanecer y que me despierta como un aviso de que el día me espera, el canto de los gallos que se prolonga durante casi todo el día y la noche, el silencio de las plantas, ocasionalmente interrumpido por el rugido de un motor o la intensa y larga llamada a la misa de la mañana o de la tarde, desde el campanario de la opulenta iglesia que domina el pueblo.
Las gentes me recuerdan los pueblitos de mi infancia, con su mercadillo, sus comidillas, en ambos sentidos, gastronómico y noticioso, los saludos de quienes todo conocen y de todos son conocidos. Hay algo tribal todavía en un pueblo del interior profundo, algo que te hace sentir acompañado, como un barco que navega con su tripulación no siempre en buenos términos, pero que viaja en la misma dirección.

7 comentarios:

Raquel G. dijo...

Es un regalo que allá estuvieras para que hayas regresado aquí. Mi respeto a tu labranza.
Para con-firmar lo que ya sabía, he buscado "retar" en el diccionario de la RAE. Dice así:

1. Desafiar a duelo o pelea, o a competir en cualquier terreno. 2.(coloquial) Reprender, tachar, echar en cara.
3.(desusado) Dicho de un noble: acusar de alevosía y ante el rey a otro noble, quedando obligado el primero a mantener la denuncia en buena lid.

Las tres acepciones me calzan, por suerte Y por desgracia. Yo prefiero la tercera, por desusada que esté: mantenerme en buena lid, asumiendo las consecuencias. Mi nuevo reto consiste en aceptar que soy retadora. Igual que el perseguido se (auto)descubre persiguiendo, me descubro yo recogiendo el guante tirado al suelo.

Gracias, Miguel. Un abrazo.

miguel albiñana dijo...

Acusar ante el rey a otro noble... ¡qué interesante!
gracias por tu comentario

Raquel G. dijo...

Sí, interesante. Ese "acusar ante el rey" sugiere todo un rasgo de carácter con su distorsión cognitiva bien fijadita al cuello. Innecesario decir de qué eneatipo se trata, porque en esta casa de herrero los cuchillos no parecen de palo, sino de puro hierro.
Lo interesante también es preguntarse quién es el rey en cada momento y para qué lo necesita una (enea)tipa ya crecidita como la que suscribe. ¿Es poder o autoridad lo que detenta el rey? Aquí me quedo reflexionando.

Gracias a ti.

Anónimo dijo...

jeje, lo que da de sí la reflexión eneagrámica!

Raquel G. dijo...

Por cierto, Miguel, la luz de esa foto me parece especial. De América sólo conozco Cuba, y en cuanto puse allí el pie, me pareció que la luz era muy diferente a la de Europa. Seguro que algún artista ya se ha dado cuenta de eso, la luz de América...a mí me parece mágica, aunque no sepa explicar por qué. Lo que recuerdo es que anochece de golpe, al menos en el Trópico.

Otra cosa de la foto -aparte de su belleza- me llama la atención: la vieja torre y la iglesia parecen inclinadas, y el gran arbotante rojo parece arrastrado hacia arriba por la iglesia (en vez de sujetarla), contradiciendo las leyes arquitectónicas. Supongo que se trata de un efecto de la inclinación de la cámara, pero no deja de parecerme curioso que la base del arbotante se vea como arrancada y flotando en el vacío.

Precioso lugar.

miguel albiñana dijo...

la torre antigua sí que está inclinada. La enorme iglesia, mexicana, no me dí cuenta si lo estaba. Pero era como una enorme gallina que anidaba a sus polluelos...

José dijo...

El avezado, el intrépido, se adentra en las dichas y desdichas de los viajes para, a su regreso, enriquecer a la tribu con sus conocimientos