Hay algo recio en mi amigo, desprovisto de seducciones. Su largo cabello blanco, a veces recogido en una coleta o suelto y abundante, muestran un semblante tostado por el sol del trópico. Los ojos pequeños y chispeantes van acompañados de una sonrisa frecuente.
El tiene el habla fácil, tan fácil que a veces llego a desconectar de su contenido para quedarme nada más con su gesto. Un gesto generoso y casi sìempre sencillo. Hay un ademán de maestro, que desarrolla de una manera muy especial en el desierto, unico lugar en que se han producido nuestros encuentros, desde el año 81 hasta el pasado, el último.
Le he visto con asombro pasar por sufrimientos físicos enormes, aguantando sus "piedras" sin rechistar, hasta que le tiraban al suelo sin hacerle perder el gusto de la vida. Ese mismo gusto con el que estoicamente o epicúreamente aguantó el último desguace al que se vio sometido, desde que en octubre pasado la dieran la terrible noticia de su próxima muerte, vítima de una enfermedad fatal, a la que dos de mis hermanos sucumbieron y que me hace estremecer solamente de recordarla.
Genaro no perdio el ánimo en ningun momento de los que habló conmigo. Como fue su vida fue su muerte y gozó de la presencia de una mujer excepcional que le acompañó en los pasados veinte años . Llegaron a hacer una pareja de una enorme cercania, gracias a la paciencia de ambos con las debilidades del otro.
Me emociona pensar en su discurso amoroso el año pasado, allá arriba en el monte sagrado, dedicado al afecto de su esposa, la que le ha cuidado con tanto cariño y en cuyos brazos dejó este mundo.
La vida de Genaro ha pasado por muchos avatares y lugares de residencia. Tenia una cultura muy vasta y se emocionaba con muchas músicas y lecturas. Conservó una gran fidelidad hacia el maestro de ambos, aunque supo encontrar su propio lugar en la vida.
Tal vez la cualidad que más respeté de él fue la sencillez, la inocencia con la que trataba a la Naturaleza, a los lugares de peregrinación, a su propia carencia.
En estos últimos cinco años Genaro ha sido una fuente para mi de aceptar las cosas simplemente y de no dejarse doblegar por la adversidad.
Desde que le re-cencontré hace cinco años tras más de quince de ausencia, todos sus excesos me precieron amables comparados con su capacidad para estar en el mundo.
Ahora, que ya no está con nosotros, le reconozco una vez más en su experiencia. La respuesta que los que le han conocido han tenido para echar la mano cuando lo necesitó por última vez da fe de la grandeza de Genaro y de la impronta que ha dejado entre quienes le vieron en México y en España.
Antes de morir Genaro me dijo que dondequiera que fuera tras su final nos acompañaría con su amor y su respeto.
En mi memoria estás querido amigo. Tus cenizas, allá en el Quemado cuando lleguen, atestiguarán también tu afecto hacia la madre tierra.
2 comentarios:
A estas conmovedoras palabras y llenas de amor a tu amigo, al también mío, Genaro, me sumo para dedicarle un poema de Jaime Sabinés, a quien con respeto y admiración él me acercó.
Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.
Soy Mi Cuerpo
de Jaime Sabines
gracasi JOsé... tal vez para mi es es la dulce muerte...
Publicar un comentario