jueves, 9 de febrero de 2017

Polaridades (1a parte)





"Muchas personas dedican su vida a actualizar el
concepto que tienen de sí mismo, en lugar de actualizar lo que realmente son…
La mayor parte de las personas viven solo para la imagen”
F. Perls






Las polaridades

1 Qué son
   Una polaridad, según la definición de la física, es aquello que se atrae o se repugna. Polo positivo y negativo. Polo norte y sur. Y hablamos de polaridades para referirnos a extremos de una cualidad o cosa. Así,  frente al calor, ponemos el frio. Ante la bondad enfrentamos la maldad. Si es el dulce, ponemos el amargo. Lo de arriba y lo de abajo. La copa y la raíz: podría decirse que la mente humana está estructurada alrededor de polaridades. Este tipo de actividad mental va unido al deseo de clasificar y al juicio. Catalogamos cosas, ideas o valores en relación a una u otra polaridad y todo se acerca más o menos a una de ellas. Juzgamos en función de si algo está más o menos cerca del valor o cualidad con que nos identificamos.
   Sin embargo, como podemos observar desde otro ángulo, “la polaridad debe entenderse como un par de opuestos que funcionan de forma complementaria” (Woldt 1991). Este punto de vista responde a una forma armónica de aprehender el mundo, ya que ningún polo existe sin el opuesto. Es la mente del observador la que cataloga y desde ahí aprueba y rechaza.
   Podemos notar que  las polaridades están en relación con el observador o experimentador. Veremos el panorama según estemos situados por ejemplo hacia oriente u occidente. Tendremos frío según lo sienta cada organismo. Y la bondad y la maldad se explicarán de acuerdo con nuestros cánones éticos o morales o según la época  y el lugar, y según la tribu o sociedad.

   De esta manera, necesitamos comprobar que nuestra percepción depende del tiempo y lugar, pero también de las condiciones en que se encuentre el observador, condiciones que implican a la totalidad del mismo: su estado físico, emocional y psicológico. La miel puede resultar dulce o empalagosa. Tras una mala noche puede que sintamos indiferencia hacia algo que en otro momento nos resulta arrebatador. Es sabido que la física cuántica nos enseña que el resultado de los experimentos dependen también en parte de quien los realiza pues está implicado en lo que observa o experimenta.
   Por tanto,  la catalogación de la polaridad requiere también la observación (y medición en su caso) de quien contempla. El observador nunca es neutro a la hora de establecer polaridades o de decantarse por una o por otra.


   Finalmente, la mente humana no es como el agua que sigue la ley de la gravedad y del mínimo esfuerzo. La mente humana dispone de la voluntad y de la perspectiva. Y aunque la tendencia es a hacer y a discurrir por el terreno obedientemente como el agua, no siempre es lo más beneficioso. Seguir el camino nos puede impedir el disfrute y conocimiento de territorios para los que se precisa de la voluntad y darse cuenta. La voluntad entendida aquí como la atención dirigida hacia el objeto.
   Centrar la atención en como percibimos el mundo desde la polaridad es un ejercicio interesante, que analizaremos en otro momento.

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