lunes, 12 de diciembre de 2016

Sentarse





  La llama de la veladora parpadea. Los destellos iluminan el lugar y pareciera que hay movimiento en lo que me rodea. La imagen azulada se tiñe ahora de rojo obscuro y mi mente se va aquietando, mientras el olor dulzón del incienso se esparce a mi alrededor.

   La columna se yergue y en un principio se sacude y cruje hasta que permanece estirada. 

   Siento el apoyo de mi coxis en el cojín.

   Aparecen diferentes imágenes del pasado. Inconexas: personas, escenas de viajes, enojos con personas pasadas y presentes. Mi mirada trata de captar a través de las sombras y luces de la vela y busca posarse sobre las flores que se adivinan tras los cristales.

   Regreso a la respiración. Se ha hecho un poco más pausada. La espiración es claramente más larga que la inspiración. Observo que, mientras tanto, han seguido apareciendo otros pensamientos.

   Me concentro en observar como están hechos esos pensamientos. De qué sustancia están construidos. Y algo extraño se lleva mi atención. En realidad, por breves instantes, constato que son nada. Como espirales de humo que se lleva la brisa de la tarde en el mar. Recuerdo a Krisnhamurti: “Tu eres tus pensamientos”.

   Hay un poco más de calma. Ya puedo un poco mejor quedarme en el ahora. La tentación suele ser encontrar conclusiones más o menos profundas. Y mejor si afectan a la existencia. Ya me conozco ese truco, tras tantas sesiones de sentarme.

  Eso también es observado como una espiral más de humo.

   Ahora todo parece un tanto más apaciguado. Se suceden los sonidos exteriores con los interiores: un suave zumbido, que pareciera originado en el interior y que capto desde mi oído.

   Pero vuelvo de nuevo la atención a mi espiración. Es un juego arduo, a veces divertido, a veces tedioso. Que siempre requiere paciencia, mucha paciencia.

   Hoy ha ido mejor que otros días. Cierta quietud, cierta luminosidad. Siempre comparado con lo extraordinario, lo ordinario se devalúa.

   Sin embargo, creo que hay menos expectativa. Menos esperanza. Hoy ha bastado el presente, casi sin más.

  


 Casi en el ahora. Casi, casi. Puede que alguna vez ya no diga casi.

Puede que me conforme y me confirme en lo que sucede.

El camino sigue.

Y yo ya soy un veterano caminante.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Siempre comparado con lo extraordinario, lo ordinario se devalúa."
Resume muy bien mi estado "casi" permanente.
Y ahora ando en formular la siguiente cuestión:
¿Cómo renovar la ilusión?
¡Buenos días y gracias veterano caminante de otro aspirante a veterano!

miguel albiñana dijo...

Si la ilusión es tal, no vale la pena renovarla.
Si se trata de entusiasmo, casi siempre , y en mi caso, suele ser cuestión de dejar de lado lo que ya no sirve.
Un abrazo cocaminante.

Anónimo dijo...

Sii.. Gracias!
Quizás me cuesta dejar de lado lo que ya no me sirve...
Quizás es mi empeño por estar motivado constantemente, lo que no puede ser.
Yo soy sombra, yo soy luz y como en el caduceo me con-fundo continuamente.
Y como dice S. Koop en tu cita, soy irresoluble como el quebrado círculo de mi existencia.
Namasté!