miércoles, 21 de septiembre de 2011

La vanidad ante la muerte


De niño, en mi infancia y pubertad, era costumbre aprender poesías. Se decía que mejoraba la memoria y facilitaba la concentración. A veces, y eso era peor, se nos obligaba a recitarlas en público para mayor gloria de los padres o profesores.
El caso es que en aquél tiempo yo me aprendí bastantes. Sobre todo poesía española, de la buena y de la no tan buena. Desde Lope a Lorca, pasando por Machado y Campoamor.
A mi me hacía especial gracia una de este último autor, hoy casi olvidado, por la cizaña que le metía al emperador Carlos V, que, según se cuenta, gustaba de preparar sus funerales por anticipàdo, para así irse habituando a la muerte.
Campoamor le dedicó esta poesía, en la que el emperador se encuentra en serias dificultades para abandonar su imagen grandiosa, su vanidad, aunque pretenda aceptar la muerte, por otra parte ya cercana cuando se retiró al monasterio del Yuste.
Os la comparto:

"De Yuste en el santuario,
Carlos Quinto, emperador,
valientemente el calvario
subiendo de su dolor,
ver su entierro determina
cual resuelto capitán,
doblado como la encina
rota por el huracán.
Ya en el ataúd metido
como en lecho sepulcral,
cayó cual león herido que lleva
el dardo mortal.
Y al tiempo en que se cayo,
mirándole de hito en hito,
una vieja murmuró:
-¡Qué feo y qué viejecito!-
Y cuando la multitud
cree que el grande Emperador
está más que en su ataúd,
sepultado en su dolor,
él, frunciendo el entrecejo
y fijo en tan vana idea,
dice: -¿Qué soy feo y viejo?
Ella sí que es vieja y fea!-
¿Qué le importará al cuitado
más bello o más joven ser,
si esas cosas ya han pasado
para nunca más volver?
Del «Dies irae» el rumor
ya consternaba el ambiente,
y aun dice el Emperador;
-¡Habrá vieja impertinente!
Mientras el canto bosqueja
todo el horror de aquel día,
al Rey la voz de la vieja
el corazón le roía.
Y es cosa particular
no pueda un varón tan fuerte
una burla despreciar,
¡él, que desprecia la muerte!
Don Carlos siente iracundo
el corazón hecho trizas,
y el canto prosigue: -¡El mundo
se convertirá en cenizas!-
La vieja, del funeral
oye entretanto el solfeo,
como diciendo: -Sí tal,
muy viejecito y muy feo.-
Y airado Su Majestad
sigue: -¡Bruja del infierno!-
Y el canto: -¡Por tu bondad
líbreme del fuego eterno!
Calla el coro; alza el semblante
pálido el Emperador,
surgiendo allí semejante
a la estatua del dolor;
y cuando el monje imperial
vuelve a su celda apartada,
mostrando algo de fatal
en su frente devastada,
por todo su ser refleja
santa humildad, puro amor,
tan sólo miró a la vieja
con humos de emperador..."

4 comentarios:

Ariel dijo...

Eso de "irse habituando a su muerte" me ha recordado que a Lorca, que tenía un miedo terrible a la muerte,le gustaba en sus años en la Residencia representar su propio funeral. Dice Dalí de esas representaciones: "Recuerdo su rostro fatal y terrible, cuando,tendido sobre su cama, parodiaba las etapas de su lenta descomposición. La putrefacción, en su juego, duraba cinco días. Después decribía su ataúd, la colocación de su cadáver, la escena completa del acto de cerrarlo y la marcha del cortejo fúnebre...Luego, cuando estaba seguro de la tensión de nuestra angustia, se levantaba de un salto y estallaba en una risa salvaje...después se acostaba de nuevo para dormir tranquilo y liberado de su propia tensión."

miguel albiñana dijo...

Quñe interesante... no sabía esta anécdota del poeta
Gracias pro compartirlo
M

Sandovictor Hugo dijo...

No conocía ese poema de Ramón de Campoamor ni tampoco la de Lorca. Pero sí se me hace pensar en un pasaje de Kenneth Anger en "Hollywood Babilonia" sobre la muerte de la actriz Lupe Vélez y cómo fracasó en su intento de teatralizar su muerte de la forma más bella posible.

" En 1944, endeudada hasta el cuello y embarazada de su más reciente amante, Harald Ramond, Lupe decidió escenificar con sumo cuidado la última noche de su vida. Encargó un inmeso ramo de flores e invitó a dos amigas a la Última Cena y luego, a las tres de la mañana, se quedó sola en su falsa hacienda de Rodeo Drive. El dormitorio era un mar de nardos y gardenias; resplandecían las llamas de varias docenas de velas. Vestida de lamé plateado, la Lupe se instaló en aquel altar, escribió una nota de despedida al padre del feto, abrió un frasco de Seconal y se zampó las setenta y cinco bolitas. Entrelazó las manos en ademán de plegaria y se tendió en la cama escenificando así lo que ella vería como una imagen fotográfica final de exquisita belleza. Esperó que el medicamento hiciese efecto imaginando los periódicos del día siguiente con su inmaculada imagen en portada. Pero el Seconal no quiso mezclarse bien con la picante Última Cena. Lupe empezó a sentir retortijones y a vomitar, dejando una hedionda estela de vómito desde la cama hasta el baño, donde resbaló en las baldosas y cayó dándose de cabeza contra el borde del lavabo. A la mañana siguiente el cadáver fue descubierto por Juanita, la doncella. La imagen no era bella ni cautivadora"

Volviendo al asunto de Campoamor,me encantó el poema sobre Carlos V. Me preguntó ¿qué artista podría haber llevado este poema a la pintura? ¿Goya?

miguel albiñana dijo...

Estupeneda anécdota Vícotr. A mi que me gusta la caracterología ¡¡es un ejemplo perfecto para uno de los subtipos!!