
EL Sr Vargas
El premiado y oronobelado novelista Mario Vargas Llosa suele escribir los domingo en el diario “El País”. Vaya por delante mi admiración a un hombre que funde creatividad y laboriosidad en sus novelas, que para mi son de lo mejor de la novela contemporánea en lengua castellana.
No me pasa lo mismo cuando leo sus artículos en el diario. Casi todo lo que escribe me parece un cúmulo de tópicos, de commonplaces, de lugares comunes, a mi juicio muy distanciados de su estilo y calidad como novelista.
En esta ocasión, don Mario se alegra y considera que debemos todos alegrarnos de la visita de Herr Ratzinger a Madrid, con motivo de las Jornadas católicas de la juventud, que provocaron una masiva concentración de fieles en esta ciudad.
No contento con admirar la figura del actual papa, al que considera un hombre “de ideas, intelectual, culto e inteligente etc. etc.…”, lo cual es una apreciación personal respetable, sin duda, de alguien que dice haber leído sus obras desde un aposición agnóstica, sin bostezar (sic), Vargas estima que el catolicismo de hoy en día es activo y beligerante. Ciertamente beligerante lo es, no sé si en su Perú natal (aunque las declaraciones de su primado son casi bélicas), pero desde luego en este país, en donde obispos y chambelanes, casi siempre del brazo de políticos muy conservadores, se dedican a luchar contra la política del gobierno a favor de la igualdad de géneros, del derecho de la mujer a decidir sobre su propia vida, de la igualdad de los homosexuales o del uso de los preservativos, por no hablar del derecho del Gobierno a impulsar un sistema educativo igualitario, en el que la educación para la ciudadanía tenga un espacio, con independencia del derecho de los padres a que sus hijos sigan enseñanzas religiosas.
Pero don Mario va más allá…considera que la religión, “esa forma elevada de superstición”, puede combatir eficazmente la corrupción, mejor que la ética laica, pues esa ética no libra a la sociedad de “fuerzas destructivas, disociadoras y anarquistas”… ¡A mi parece tremendo! Que un hombre de espíritu liberal acabe diciendo lo que Napoleón: “Es imposible dirigir a un pueblo sin religión” ¡Desde luego! La religión, en connivencia con el poder, suele poner ataduras a sus ciudadanos y ahí está la historia para demostrarlo. El viejísimo matrimonio del brujo con el jefe de la tribu, del poderoso con el sacerdote, del rey con el papa en detrimento de los ciudadanos…
El artículo de D. Mario prosigue: “la cultura no ha podido reemplazar a la religión ni podrá hacerlo, salvo para pequeñas minorías…la idea de la extinción definitiva seguirá siendo intolerable para el ser humano común y corriente”… Oiga don Mario ¿es Vd. un ser humano común y corriente? Si se dice agnóstico ¿podría explicarnos que tiene Vd. que no tienen los mortales comunes y corrientes? ¿miedo quizás? Miedo de decir las cosas como son ¿podría ser?
Mire, dice que “creyentes y no creyentes debemos (el subrayado es mío) alegrarnos por los ocurrido en Madrid en estos días en que Dios paree existir”. Verá: lo que yo siento es pena, vergüenza, de que una persona como Vd. pueda decir semejantes afirmaciones, aunque como hemos visto, en política todo se vale y supongo que siempre y cuando no gane el malo de la película.
Una sola cosa buena me llega de su artículo: “nadie es perfecto”. Y Vd., que es un buen novelista, me parece un ideólogo patético y un periodista mediocre.
(Comentario a “EL País” 28/VII 2011, PG 25)