Me gusta permitir a mi mente divagar, seguida de mi atención. Los pensamientos saltan como ovejas aparentemente a la deriva, seguidas por la mirada del buen pastor. En ocasiones, las dejo corretear sin rumbo y van y vienen , del pasado al futuro, con ratos ocasionales al presente.
Así, imágenes de mis pasados viajes, de personas ahora ausentes, de ratos de delicia y otros de pasíón, momentos de angustia y de optimismo. Corren como las nubes empujadas por el viento del tiempo y acompañadas por la mirada de mi atención, que intento desapasionada, desculpabilizadora, como una buena madre que permite a sus hijos jugar, correr y pelearse y también abrazarse sin imponer su criterio, pues se trata de un instante de juego.
Llamo a esto dejarse estar y suele aportarme, a veces, una sensación de vacío y también de notoria visión de fecundidad de mi vida, pletórica de experiencias de muy variado tipo.
El sol se hace sitio entre las nubes e ilumina la habitación, calentando suavemente mi rostro. La rana sonríe mientras adopta una casi burlesca postura de meditación. La lavadora canturrea la misma melodía una y otra vez. Mis dedos golpetean el teclado y los pensamientos adoptan la forma de negras letras, condensandose en la pantalla.
Hay una aire de primavera que hace aspavientos y pretende brotar prematuramente entre el invierno de este dia de febrero.
2 comentarios:
La imagen de la mata de tomates asomaba en mi mente al leerte.
Simultáneamente una voz interior me repetía que el sentido de la vida es crecer y dar fruto...como una mata de tomates!
La naturaleza de la acción que describes, atenta y presencial, quizá consista en percibir el mundo que acontece sin necesidad de pensar en otra cosa más allá de ese mundo que acontece...
Qué emocionante es leerte hoy, un día 9 de febrero donde mi cabeza no se separa de tu recuerdo
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