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Desde arriba
Mi pecho se ha quedado pequeño para tan tremenda presión y parece explotar. La imagen de mi yo sumergido en la cavidad, en esa laguna obscura, caótica y turbulenta, tratando de encontrar una salida, encerrado en un callejón , desesperado. No. No es una pesadilla. Es real. Estoy al borde del precipicio y una fuerza me empuja.
Toda la máquina corporal se sacude en un trance tratando de auxiliar al que se ahoga, sin que nada, ninguna luz, aparezca. Solamente pensamientos de finitud, de término, que el prisionero no tolera y con los que se rebela.
El hombrecillo me contempla con angustia o con ojos de susto, busca ayudarme y los míos, inseguros, se van extraviando en busca de mejor apoyo hasta que colapso o así lo imagino.
Hoy me maravillo de la resistencia de esta máquina y de la fortaleza interior con la que está dotada. Mi cuerpo está empapado como si llegara de un mar frío y desolado. Finalmente, el consuelo llega bajo la forma de diminuta sustancia que abre un poco , desencaja, el pecho, lo hace un poco más espacioso a la compresión violenta. El calor de la voz amorosa que me retira la ropa empapada y la sustituye por la propia me devuelve al presente.
El prisionero se fuga del opresor y el sonido esperanzador de la sirena da opción al desesperado; una tenue luz unida a una fuerza enorme que quiere mantenerse aqui, en el pensamiento espacial de quien y de los que le aman y a quienes ama.
Al poco tiempo, la casi seguridad que de esta tenebrosa caverna esta vez voy a salir. Tras pasar por el sufrimiento necesario, regreso al mundo luminoso y al contacto de la vida.
Las grandes almas tienes voluntades. Las otras deseos.
Proverbio chino