“Después de la de
conservarse, la primera y más poderosa pasión del hombre es la de no hacer nada”
J. J. Rousseau
Una palabra trae a
la mente una imagen. A su vez, la imagen suele asociar a una emoción, la cual incluye
recuerdos o expectativas.
Un término es
también una asociación de otros pensamientos, que conllevan juicios de valor:
casi siempre relacionados con lo bueno o malo, o el gusto y disgusto.
Así por ejemplo,
para mi, pereza conlleva un juicio moral de disgusto, que puede ir acompañada
de una imagen de mi madre diciendo que no hay que dejarse llevar por ella. Que
hay que rechazarla y sustituirla por la virtud de la diligencia. A lo mejor,
incluso, que es algo “pecaminoso”. Y de ahí, la idea cristiana de que es “la madre
de todos los vicios”…que nos lleva a la perdición.
Ahora bien, ¿qué
entiendo yo ahora mismo, en este presente de mi vida, por “pereza”?
Sin duda se trata
de una falta de ánimo para realizar tareas, que puede tener causas diversas.
Dejando de lado las
que puedan tener su origen en enfermedades físicas o emocionales, esa falta de
ánimo, ese dejarse caer, puede que nos lleve a una falta de acción que es en sí
el significado más común de la pereza. No hacer aquello que debemos hacer para
nuestra conservación o la del entorno.
Causas hay muchas,
posiblemente tantas como mentes.Al abandonarse a la sensación de la pereza, no hay incentivo que nos mueva. Y
caemos en la inacción. Dejamos de hacer aquello que podría beneficiarnos.
Enlazamos así con el significado latino de pereza que viene siendo una actitud
de estar “flojo”.
Pensemos la de
veces que hemos dicho “no lo hago: me da pereza”. Cuando lo que queremos decir,
en lo más intimo, es “no me compensa”. “Ven a dar un paseo.” “No. Me da
pereza”. Tal vez preferimos decir pereza en lugar de miedo o cualquier otra
emoción todavía más criticable.
Así, la palabra pereza forma constantemente parte de nuestro presente, de nuestro futuro.
La pereza asociada
a la no acción, motivada por deseos más
o menos conscientes, es algo que está bastante claro y nítido.
Ahora quiero hablar de otro significado de pereza.
Imaginemos que
tengo que ponerme a escribir mi trabajo para la Escuela o mi tesina. Es algo
que necesito bastante, pero no es imprescindible. Ahora me pongo a cocinar.
Luego a lavar los platos. Más tarde a dar un paseo con mi pareja, algo que parece
necesario en esta hermosa tarde de verano. Luego llamo a mi amiga, necesitada
de mi ayuda y buenos consejos.
Al colgar me doy cuenta de que he prometido a mi novio ayudarle en un escrito que tiene que redactar para la Universidad. Posteriormente pienso que es necesario hacer un poco de meditación…
Al colgar me doy cuenta de que he prometido a mi novio ayudarle en un escrito que tiene que redactar para la Universidad. Posteriormente pienso que es necesario hacer un poco de meditación…
Bien. No puede
decirse que haya estado perezoso. No he parado en todo el día. Ahora me siento
cansado y mañana he de madrugar. ¿Y la tesina? Ayyy…
Digamos, dede la
Gestalt, que he “deflectado” mi prioridad en una serie de acciones que están correctas
, pero que son secundarias.
Pero eso no arregla gran cosa.
Ahora hablemos de otro tipo de pereza diferente.
En ocasiones, el
pensamiento de saber que la vida que estoy llevando no es la que quiero y necesito
llevar puede aparecer en mi mente. Casi siempre acompañada de una sensación que
puede llegar a ser ingrata, ansiosa o crítica.
La idea de mi
mismo, el yo, puede, ante esta imagen, buscar posibles vías de solución.
Encauzar lo que podría o no buscar como salidas por soluciones .
Sin embargo, aun
cuando esto es posible que suceda, es tambien posible que alejemos esa idea que
supone una desagradable forma de dejar lo que viene siendo “mi zona de
confort”. Como decía alguien: “después
de lo que me ha costado estar en el confort, ¡ahora quieres que lo deje”!
Y ese molesto
pensamiento es descartado, para continuar en la rutina que me adormece, pero al
menos no me inquieta. Me siento a ver la tele o a tomar una caña con los amigos,
o a hacer el amor con mi pareja. O bien me pongo a trabajar como desesperada.
Con el tiempo, esas
inquietudes de niña, de adolescente o de joven, van dando paso a una inercia.
Ese despertar podríamos llamar de la consciencia, o del yo auténtico, del
espontáneo, del que busca ser, se va marchitando.
El resultado es
diverso. Encontramos a nuestro derredor a personas obsesivas, apáticas
Seguramente no se
trata de una pereza de no hacer cosas, de inactividad. Es una actitud que conlleva un
cansancio interior, una especie de depresión interna.
Sí. En este sentido
la pereza es la madre de todos los vicios, incluido el propio, el de la propia
pereza.
La falta de
interioridad, la superficialidad al abordar las situaciones, la negación de la
propia trascendencia, es la pereza interior. La sustitución de la riqueza del
contacto por la simpleza, que no por la simplicidad. Tergiversar el sentido de
la vida a través de la falsa vulgaridad, de usar citas pasadas en lugar de
emociones presentes. Y cada quien puede hacer una lista de actividades que
denotan su pereza interior. Por mi parte incluyo la conversación acerca de
asuntos intrascendentes o sobre los que no tengo ninguna posibilidad de
cambiar, el uso constante de las redes sociales, el abuso de escuchar noticias,
la constante huida de la soledad, la falta de motivación y de sus causas…
Seguro que cada lector/a añade muchas más.
Todo eso está
presente en la pereza por así llamarla “espiritual”.
Si pudiéramos
hablar de un mundo en que la consciencia se asemeja a lo que antiguamente se
llamaba “espíritu”, el alejamiento del contacto con el yo profundo nos da la
dirección hacia la pereza espiritual. Se trataría entonces de un adormecimiento
de esta sensación de viveza, ligada al contacto verdadero con uno mismo y con
lo que nos rodea. La rendición a una forma de vida en que la alegría interior, la sensación
amorosa, y muchas de las que habitualmente llamamos virtudes, nos pone de
manifiesto el universo dormido de la persona perezosa.
Para los perezosos
espirituales la cuestión es no complicarse demasiado con razonamientos acerca
de uno mismo, y estar en una especie de presente en que la consciencia
desaparece bajo distintas formas de hacer lo cotidiano.
Y bien dijo Agustín
de Hipona:
“Los
hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas
ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.”
1 comentario:
La pereza de la inconstancia...
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