miércoles, 9 de noviembre de 2011

La rosa de otoño

Es una rosa de otoño, que parece tener sus doncellas alrededor, que le dan más brillo y más primor. Todavía no han llegado los fríos del final de la estacion, así que se permite lucir sus colores más intensos, despidiendo el último calor con sus textura y sus matices, contrastados por el lucido rojo de sus acompañantes.
La encontré paseando por la Rosaleda del Parque del Oeste, ese lugar que amo recorrer. Las había todavía de todos los colores, de todas las formas, de todas las edades.
Algunos botones intentando abrir, otras como adolescentes embobadas por su belleza, otras como mujeres maduras conscientes de su inmensidad, otras que ya se deshojaban, dejando en la tierra su suave tapiz, aún lleno de perfume, otras despidiéndose de su identidad y dejando su forma para transformarse en fruto...
A veces he escrito que el otoño me pone melancólico. No es un estado que me desagrade, incluso lo disfruto a veces, pues afina mis sentidos en una direccion. Seguramente en la del tiempo que corre por mis células, como corre por los pétalos de las rosas haciendolos caer.
Es un dulce recordatorio de la temporalidad de la realidad, de su constante devenir.
Y permito que nada se me pegue, y que las hojas caigan como es su ley, pues el Universo tiene sus reglas o así lo parece y de nada sirve, más que de sufrir, el pelearse contra ellas.
Y la Rosaleda se llena de pétalos de todos los colores y los brillantes matices se van poco a poco desvaneciendo entre el otoño...
Y yo prosigo mi camino entre los árboles amarillos y los caminillos alfombrados de hojas que me gusta hacer crujir a mi paso.

7 comentarios:

Sandovictor Hugo dijo...

mr ha gustado más tu reseña pero sobre todo la fotografía. Naturalmente la has tomado tú. Y señalo lo que creo es tu mejor párrafo:

"La encontré paseando por la Rosaleda del Parque del Oeste, ese lugar que amo recorrer. Las había todavía de todos los colores, de todas las formas, de todas las edades.
Algunos botones intentando abrir, otras como adolescentes embobadas por su belleza, otras como mujeres maduras conscientes de su inmensidad, otras que ya se deshojaban, dejando en la tierra su suave tapiz, aún lleno de perfume, otras despidiéndose de su identidad y dejando su forma para transformarse en fruto..."

Charo Soria dijo...

Tu escrito, y las rosas... me han llevado a este cuento de Oscar Wilde "la rosa y el ruiseñor" con el que he llorado como hace 15 años, cuando lo redescubrí.

Espero que funcione el enlace, pues es largo y me agoto ocupando mucho espacio
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/wilde/ruisenor.htm

Crisálida. rosa. ruiseñor- enamorado- lagartija- margarita y jóven a la par que Charo acuosa.

Ch dijo...

Escribo esto como mujer madura que no se siente nada inmensa, aunque algunas inmensidades hay en mí vida que no querría contar por tales y que percibo como pesares. Melancólico Miguel y melancólica Charo que nos has hecho el regalo de éste relato poético-iniciático de Wilde. No sé si definir como melancolía lo que siento, lo cierto es que me revelo y quiero salir de ella.
Quiero pensar que hay un amor con esperanza (ya sé, Miguel que a ti ésta palabra no te gusta) y no sólo el que recibe como pago la crueldad. Quiero creer en la madurez que significa saberse inmensamente valiosa, y más aún, quiero alcanzarla, sabiendo que a estas alturas no es posible el narcisismo.
Resulta que el amor que sentía el estudiante no era más que narcisismo y el único capaz de amar era el ruiseñor, una vez fui gorrión, que no tiene un corazón tan inmenso como el del ruiseñor.
Escribo lo que me sale, sin coherencia, como las olas que surcan el mar, una tras otra, avanzando y reculando, empujándose en su eterno flujo y reflujo ¿Quién encontró al ruiseñor? ¿Hubo unas manos piadosas que recogieran su cuerpo vacío? ¿Se dio cuenta el ruiseñor transmutado en rosa de la inutilidad de su sacrificio? La rosa acabó como todas las rosas, pero no pudo cumplir su destino de flecha de cupido…

Charo Soria dijo...

Charo, para mi, la sangre del ruiseñor calentó las venas del rosal permitiéndole florecer cuando la ventisca y el invierno le rodeaban y la escarcha eran sus huesos.
Puedo sentirme también rosal agradecido por un calor tan certero como la espina clavada en mi corazón de ruiseñor, que da la más bella nota justo antes de quedarse sin voz.
Tengo miedo, hace frio y me siento sola... muere el ruiseñor y brota la rosa del principito protegida por una urna de cristal... o ¿QUIEN SABE QUÉ? tal vez, solo tal vez... Una Mujer.
Gracias por leer el cuento de Wilde.

Ch dijo...

Gracuas a tí, he sentido el calor en tus palabras
Un abrazo

Charo Soria dijo...

Un último apunte Charo, me gustan las rosas con el corazón blanco, como siento que nacemos todas, ese trocito de pétalo inicial pegado a su origen... y que vivan los ruiseñores agotados y que los cuiden las encinas, conozcan a una ruiSeñora
y tengan ruseñorcitos y ruseñorcitas, vivan felices y cabreados por los conflictos de las ruseñorcitas que digan que no a todo a los dos años... y se me va la pinza. Abrazos

miguel albiñana dijo...

gracias por vuestros comentarios. Cuando los leo, me animan a seguir compartiendo.