lunes, 7 de julio de 2014

Vacío y LLeno

Vacío

    Que la Naturaleza aborrezca o no el vacío responde más a un dicho latino (el horror vacui) que a la realidad física o cósmica. También se dice del arte barroco, empeñado en rellenar todo espacio con algún tipo de decoración.
    De hecho no sabemos muy bien qué pueda ser el vacío, es decir la ausencia de energía en un espacio-tiempo.
    Puede ser que intentemos imaginar lo que es el vacío “físico”, pero ciertamente hasta el momento no lo hemos experimentado.
    En lo que hace al vacío interior, lo que la cita (de I. Yalom) pretende es decirnos que al humano le es difícil, que no imposible, dejar de rellenar el tiempo con actividades, ya sea mentales o físicas. Ni siquiera el sueño queda fuera de la actividad mental,  con independencia de que lo recordemos o no. Krishnamurti afirmaba que si lográramos parar la actividad mental en el sueño conseguiríamos un descanso mucho más eficaz. Pero, como bien se han encargado de recalcarnos los psicólogos y en especial los analistas, el inconsciente no deja de trabajar, ya sea para tratar de resolver asuntos inconclusos, ya sea para ordenar las actividades individuales o de la especie.
    La mente humana, en cierto modo, también rehúye el vacío. El vacío lleva a la incertidumbre. Es decir a no saber qué puede ser de nosotros en el futuro. De poco o de nada sirve pensar que solamente el presente existe cuando la ansiedad o la angustia se apodera de nosotros. No es con razonamientos que lo podemos resolver.
    La incertidumbre, para la psicología existencial, a la que pertenece Yalom, está relacionada con el trauma de la existencia. Y ese trauma tiene que ver con la certeza que se produce, ya desde la infancia, del contacto con nuestra existencia efímera. En algún momento, ya el niño sabe que la finitud es un hecho y que algún día morirá. Aun cuando los padres, desde su propio miedo, y la cultura actual tratan de alejar al niño de la muerte, tanto intra-psíquicamente como en el exterior el niño tiene contacto con los animales o las plantas, que mueren o con los objetos que se rompen. El niño busca y habitualmente logra distraer este miedo enterrándolo en el inconsciente. Posteriormente, el adolescente y el adulto van consumando el proceso de enterrar el miedo, sustituyéndolo con otros mecanismos.
    Para evitar esa angustia, en opinión de Yalom, el organismo inventa dos grandes defensas: la primera pensar y tratar de asumir que tenemos algo de omnipotente. Es decir que los demás mueren. Pero a nosotros no nos tocará nunca en el momento presente.
    La segunda es acudir a la protección de un ser o idea superior, que nos protege del peligro de desaparecer para siempre jamás. Véase un dios, una vida trascendente ulterior, ser acogido por “otra Realidad”…
El problema con estas “defensas” psíquicas es que nos defienden, pero nos impiden desarrollarnos completamente en tanto que seres finitos. Y nos obstaculizan para realizarnos completamente en esta existencia.
Por ello, la terapia existencial busca acompañar al cliente en el descubrimiento de estos mecanismos “enterrados”, que funcionan como una pantalla amortiguadora de la ansiedad/angustia ante el hecho innegable de la muerte.
Una vez más la ansiedad, está ahí para advertirnos de que hay algo que nos acompaña y no tanto que nos persigue. Por ello, intentar terminar con ese síntoma mediante medios artificiales (por ejemplo fármacos) o dizque naturales (creencias) no deja de ser un paliativo, que no un remedio para la situación de nuestra existencia.
    Este tipo de enfoque terapéutico está especialmente indicado para aquellos terapeutas que han vivido la experiencia de la muerte de personas cercanas o enfermedades graves y que han podido sobrellevarlo sin tratar de distraer la situación con otras: por ejemplo desconectarse, o buscar remedios que hagan de la separación o de la muerte algo irreal o innecesario.
    Y especialmente dedicado para clientes que padecen una ansiedad o angustia vital, que trata de protegerse bajo síntomas de diversa índole.
    En cualquier caso, pienso que a todos nos resulta conveniente echarle una ojeadita a como enfrentamos el hecho cierto de la finitud, y que habitualmente posponemos al momento en que seamos ancianos o enfermos. Porque, si no lo hemos visto antes, la ancianidad o la enfermedad pueden ser entonces un obstáculo difícil para enfrentarse con claridad a la muerte. Pero, sobre todo, habrá estado guiando nuestra acción por territorios que no siempreeran los que realmente hubiéramos deseado.
Vanitas vanitatis omnia vanitas