domingo, 31 de diciembre de 2017

Año Nuevo 2018





Lo que ya pasó, se fue y queda en la memoria un tiempo.



De ello tal vez pueda aprender, tanto de mis errores como de mis éxitos.


De ambas cosas he sido responsable en el año que se va.


A todas/os los que me acompañáis en esta vida os deseo que saquéis provecho de lo que fue y que os centréis en lo que es.

Que el rojo y el azul del cielo os acompañe.




jueves, 21 de diciembre de 2017

txantxangorri

   



   Es redondo con un pico fino, como una aguja. Una mancha rojiza en su pecho. Vivaracho, salta alegremente entre las ramas del laurel. Sus gorjeos me alegran hoy, en particular que estoy triste por la pérdida de un ser querido.

   Me gusta su nombre en lengua vasca, txantxangorri. Da una idea del contento de este pequeño ser, el robin de los ingleses y el petirrojo de por aquí.

   Cuando lo veo siempre siento un arrebato. Algo que tiene de extraordinario, que me lleva a ser un niño asombrado y admirado ante otro ser distinto y sin embargo conocido.

   Hace ya un tiempito que viene a saludarme. Para mi viene asociado a momentos de soledad. El txantxangorri me recuerda que no estoy solo. Aparece para hacerme compañía.



Se dice que quien está solo es porque quiere… o porque no se da cuenta que, finalmente, nunca estamos solos, sino en compañía de todo lo que nos rodea.

domingo, 10 de diciembre de 2017

La ausencia






La ausencia

   En medio de las brumas del sueño, Ahmed se debate entre el vacío y la nada. Es tan real como en la vigilia. Unicamente que ahora, en el sueño, no hay otra salida que la misma vivencia. Una especie de agujero negro que todo lo traga y que se le lleva en una caída infinita.

   No. No  hay salida esta vez.
   Tras un intenso debate, una lucha en que se le va la vida, algo sucede. Suelta. Abandona. Y, en este mismo dejarse, todo parece desvanecerse. Su ropa se pierde en el inmenso universo, y su cuerpo, que parecía sólido, es erosionado hasta quedar en los huesos para, poco a poco, desvanecerse también.

   Queda la sensación de estar y de caer más. En lo infinito.

   Ahora todo queda en silencio.

   Un silencio hondo. 

   En el silencio se pierden los sonidos y todos los sentidos.

   Ahora es algo inexpresable e intangible.

   Despierta.


viernes, 29 de septiembre de 2017

Melancolía


"Con las pasiones uno no se aburre jamás.
Sin ellas uno se idiotiza"
Stendhal
  



La melancolía es una sensación relacionada con la añoranza del pasado, que es apreciado como algo de naturaleza superior al presente. Suele ir acompañada de sentimientos de tristeza e incluso de falta de ánimo para afrontar la realidad del ahora.

   Se atribuye esta forma de sentir en particular al siglo XIX europeo, llamado el siglo romántico, que abarcó en especial a las artes y a la forma de entender el mundo desde una perspectiva emocional.

   El arte neogótico, la música apasionada, la literatura en que predominan los sentimientos heróicos o irracionales, la pintura con fuertes trazos trágicos, el culto de los sentimientos y de una nueva caballerosidad, los nacionalismos emocionales, por encima de la razón, y un sinfín de ejemplos más, a lo que podríamos añadir la de los sentimientos más allá incluso de la vida práctica,

   Todo ello  llevó consigo, como sabemos, un proceso lleno también de dolor y de guerras, que finalizaría en la gran tragedia europea de 1914, ese gran holocausto de millones de personas y también un violento y sangriento final para esa manera de ver el mundo.


  
 Paseando este verano por la Italia del norte, ese mundo pleno de belleza y de hermoso pasado en un marco natural fastuoso, me llevé una novela romántica que había leído hace muchos años. Se trata de la Chartreuse de Parme (la Cartuja de Parma), del escritor romántico francés Henri Beyle, más conocido por su sobrenombre Stendhal.

   Hacia ya mucho tiempo que no leía novela. La posibilidad de leer en el idioma original es maravillosa, algo que siempre le agradezco a mi madre. Las formas de las frases, los sentidos que van y vienen en cada idioma son un tesoro para quien tiene esta facultad.

   Las aventuras y desventuras de Fabrizio me acompañaron en Bolonia, en Padua, pero sobre todo en los lagos de Garda y de Como. Son lugares de una belleza casi sublime que no ha podido borrar el enorme contingente de visitantes y de residentes que lo suelen invadir. Imaginar a Stendhal escribiendo o llenandose de imágenes y de sensaciones para sus libros, pero también a Liszt componiendo su magnifica sonata "tras una lectura de Dante", mientras paseaba por los jardines elegantes y bellos de la villa en que se alojaba en Bellagio. Solamente respirar en medio de esos árboles magníficos, a orillas del tranquilo lago de  Como....



   Hay momentos, tal vez instantes en la vida, que son fugaces e irrepetibles. Al recordar ahora esos segundos  en que parece que una bocanada de aire atraviesa la mente y me arrebata y todo el alrededor se incluye en la sensación presente, sin que nada se cruce más que eso... Seguro que sabeis a que me refiero, pues de una manera o de otra todos hemos pasado por algo similar. 

   Pues bien ese instante, esa imagen, ese recuerdo es para mi la melancolía. Y, si me dejo estar en ella, soy consciente que me quita el presente, este presente, por ejemplo, en que estoy compartiendo esto, aquí y ahora.

   También sé que hay momentos en que me regodeo en la sensación, en un como si. En algo que pretende en mi mente revivir esa imagen que, de forma ahora deformada por el pasado, intenta imponerse en mi presente.

   Cuando Stendhal regresaba a Francia se sentía invadido por esta sensación melancólica que, en honor a él, se llamó "síndrome de Stendhal", pero esta vez referido a la melancolía que produce volver de un país como Italia, profusamente lleno de belleza de todo tipo, y volver a la realidad cotidiana,  que se aparece como menos bella, menos intensa, menos romántica.

   Y para un gestaltista  esta sensación de melancolía es un reto más de la mente, que puede dejarse arrastrar por el recuerdo o el pasado y dejar de labrar el presente que, finalmente, es el que esculpe también el futuro.

   Sin embargo también el instante fugaz intenso es  el amor, del cual dice Stendhal:


"Ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música, como emprender un viaje sin un libro, como ir al mar sin estrella que nos oriente"

Stendhal









martes, 15 de agosto de 2017

Trabajo interno

Trabajo interno

Mens sana in corpore sano




    Alguien me comenta acerca de mi criterio sobre la meditación. 
  Apunto unos criterios personales.



   Son diversas las escuelas que se han interesado por la vía de conocer la mente, desde la experiencia individual. Tanto desde el ámbito de las religiones, con el uso de la oración y de la contemplación, como en Occidente desde el de la psicología, con William James a la cabeza, se nos ha informado del camino para explorar la conciencia individual.


   Titulo esta reflexión “Trabajo interno”, puesto que se trata de un asunto que requiere trabajar. Tal vez, como dijo Gurdjieff sea un trabajo con mayúscula. No solamente porque se trata de un dominio diferente del trabajo ordinario, sino porque el esfuerzo requiere algo continuado, disciplinado,  a veces penoso, y muchas veces incierto. Los resultados no son palpables a simple vista y la influencia del Trabajo en el resto de la vida puede notarse o pasar simplemente desapercibido al ojo ajeno.
Es interno, en la medida que su objetivo es conocer lo que con la simple razón es incognoscible. La experiencia meditativa, simplemente, requiere de atención y de relajación. De continuidad. De sencillez y de humildad, ya que, en y durante la práctica, la búsqueda de logros externos nos aleja de aquello que pretendemos encontrar.



   Creo, desde mi experiencia, que, al menos en una larga etapa, el trabajo interno requiere de un maestro en quien confiar. La forma en que se le sigue o aparece es muy variada. Y, para mi pensar, sus enseñanzas han de pasar por la práctica y por la confianza. Confianza proviene o contiene la palabra fe. Es decir, creer que lo que estamos haciendo y a quien seguimos es bueno.

Ya cada quien ha de verse consigo mismo el cómo y el hasta donde.

Sin agotar este rico tema, el trabajo interno es diario, cotidiano y no referido exclusivamente a una sola práctica. Quiero decir que la meditación sentada es importante sin lugar a dudas. Y, para mi, lo es el tratar de llevar esta práctica a lo largo del día y en el contacto. Sin  que se convierta en un deber. O en una obsesiona, pues entonces se desvirtúa. Y se convierte en un trabajo con minúscula.



domingo, 25 de junio de 2017

proyecciónes




Crees que estoy muerto para ti.
Tal es tu creencia.
Morí a tu ilusión. Al mito que tu creaste. A tu fantasía de mi.
Sigo aqui, por un tiempo todavía.
Tal vez el suficiente para que en otro momento me puedas ver.

sábado, 17 de junio de 2017

Calor, pérdida, entrega

                            Calor, pérdida, entrega

   Por un momento Mahmud mira a través del cristal. Las flores aparentan adormecidas en el intenso calor de la tarde. Algunas han cerrados sus pétalos.

   Otras cabecean y parecen querer evitar los rayos directos del sol. 


   Así también él pestañea y se recoge sobre sí mismo, mientras los pensamientos se agolpan y quieren salir en tromba, sin ningún vínculo entre sí.

   La infusión roja de flores de rosa  de Abisinia está encima de la mesa y le invita a tomarla. Viejos recuerdos de Oriente y del calor de La Victoriosa, la arena del desierto, los caballos que jadean mientras le llevan en volandas de vuelta a la cuadra, frente a las colosales pirámides.

  Ya no pretende detener nada. Imágenes y recuerdos, sensaciones de tristeza ante un  tiempo pasado que parece querer revivir. Quiere sustituir el presente, el ahora en que todo parece más plano, menos intenso.

   De sobra sabe, pues lo ha razonado una  vez y muchas otras, que su atención es la única herramienta que le queda.

   Ahora, aletargado por el calor, se deja llevar por los desbocados caballos del recuerdo. Y los mercados dan paso a los pueblos del Extremo Oriente, los colores descerrajados de la India, la tranquilidad de los grandes ríos, la inmensa fuerza del océano rugiendo a sus pies.

   Imágenes. Recuerdos. Viejos y desfallecidos deseos, hoy marchitos y sin posibilidad de hacerse realidad.

   Esta sensación también es conocida, vieja amiga. La dejadez. El nada vale. El da igual.

   Algo diferente, sin embargo. Esta vez la mente contempla con una distancia, que pareciera lejana, incluso el sentimiento de abatimiento. Incluido el dejarse estar en algo con lo que siempre ha peleado.

   El recuerdo de “no debes dejarte ir así”, ese “hay que luchar contra ello”. Viejo miedo que le ha hecho “pata de perro” toda su ya relativamente larga existencia.

   Lentamente la asechanza de tener que combatir se va haciendo menos fuerte. Todavía el juicio de “se puede estar mejor”, hay algo que se puede o se debe hacer …

   Y luego. Luego… nada: estar ahí. El latir del corazón. La respiración de larga exhalación, que saca el calor del cuerpo. Ciertas sensaciones de distintas regiones del organismo. La densidad.

   Mira Mahmud a su viejo enemigo, del que siempre ha huido, al que siempre ha mantenido a raya. Y un largo suspiro hace presentir una tregua. Y los ojos se entrecierran. La atención intenta desvanecerse y es traída de nuevo a este presente nada suntuoso, poco espectacular, sin connotaciones  de victoria.

   Mahmud se queda casi solo.


   Constata lo difícil que es este estar humilde y modesto. Sin gloria.

   Nada permanece, pues todo cambia.


   Y esto también sin duda habrá de cambiar.

lunes, 5 de junio de 2017

La irrealidad en Calderón

El teatro/mercado del mundo de Calderón

 
  Se cierra el telón y me quedo enmimismado. Calderón me suele producir esta sensación de entrar en algo profundo. Puede ser que desde que leí y luego vi representada “la vida es sueño” hay algo siempre onírico, que se disuelve entre la realidad y el ensueño.

   En este caso, el auto sacramental de “El gran mercado del mundo” nos pone ante la vida como una ocasión para hacer y realizarse de acuerdo con el bien, sabiendo que el mal nos lleva por el camino desviado y al castigo eterno. Las virtudes y las pasiones toman el papel de personajes como sucede en su auto más famoso, “El gran teatro del mundo”.

   No sabemos si don Pedro tuvo alguna experiencia que le guiara a darse cuenta de que la vida es un sueño, es decir que la realidad no es lo que parece. Es esta una afirmación querida de muchos orientales, en particular de ramas del budismo que nos muestran como la percepción de la realidad desde el yo es una pura invención de la mente, querida y enseñoreada por el yo.


Lo que me llama la atención en Calderón es que vivió en una época en que la España peninsular era regida por el catolicismo más obscuro y perseguidor. La mayor parte de su vida bajo el reinado de Felipe IV, con quien el imperio comienza a derrumbarse y la Iglesia a auparse a lo mas alto del poder terrenal y espiritual. Y el final de su vida, bajo el reinado de un rey enfermo y demente, Carlos II, un personaje cuya biografía produce angustia.

Calderón muere ya mayor, a los 81 años, en pleno dominio de ese rey, que augura lo peor social y políticamente a un país sometido y que vive de su pasado. Metido a sacerdote, tal vez para preservarse de las jerarquías y para poder al menos escribir, sus obras traslucen una angustia existencial tapada bajo un catolicismo muy conservador y lleno de represión.

Por eso, viendo la obra, bajo el particular signo de su director, trataba de leer entre líneas cuales serían los auténticos sentimientos y convicciones de este escritor, que a veces parece que hubiera tocado la luz, y otras que estuviera sujeto a la más profunda obscuridad de la fe ciega y represora.

Me fijo en este verso de “El gran teatro”:

No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo,
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;

Prefiere decir que el mundo es comedia más que tragedia, o teatro de farsa más que de miedo. Que todo está en perpetua transformación, a cada instante. Que, por lo tanto nada permanece. No vale la pena estar tan preocupado por las cosas.
Y que, al ser todos farsantes, es decir actores pero también mentirosos, no necesitamos tomarnos nada muy en serio, pues la vida pasa a través de nosotros.

Con lo que, yo deduzco, que más nos vale darnos cuenta del rol que actuamos y de lo tremendamente en serio que nos tomamos nuestro papel.

 Sin darnos cuenta de que estamos rolando sin parar, hasta que la vida se desvanece de nuestro actor o actriz.

Y la realidad se disuelve de nuevo en el sueño.

O viceversa.

“… que todo bien es pequeño.
Que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son”