viernes, 29 de enero de 2016

pensamiento y sentido de vida

Y, finalmente, ¿para quien tiene sentido la vida?

Esta pregunta, tan reiterada por los filósofos y por los existencialistas, no puede ser contestada en esos términos.

 
El poeta dice que su sentido es "hacer camino al andar". El existencialista nos habla de encontrar el sentido en el entusiasmo y en el amor y la solidaridad. El materialista se limita a gozar del momento y a llevar lo más dignamente posible el vacío existencial. Y otras muchas respuestas.

Mi pensamiento actual es que la respuesta puede estar en observar al que hace la pregunta. Ese pensador que, debilitado en su vínculo con el Universo y poseedor de la capacidad de razonar, se encuentra en la supuesta soledad o miedo del que no encuentra.

Tal vez podemos observar por un momento al que piensa. Un momento de silencio y de detenimiento. ¿qué es el pensamiento? 

Si nos atenemos a la ciencia materialista, el pensamiento es el producto de una serie de enlaces electro-químicos principalmente cerebrales, relacionados con un entorno y regulados por cientos de sustancias. Esta contestación tampoco proporciona mucho alivio para el buscador, desde la consciencia de ser.

Porque, cuando nos detenemos, despiertos,  y observamos nuestro exterior, todo cuanto percibimos con nuestros sentidos está profundamente relacionado con nuestra pasada experiencia y es desde ahí desde donde la categorizamos. Ello nos produce una sensación de tranquilidad. Nos libra de peligrosas o agotadoras investigaciones. Y, al mismo tiempos, amortigua o suprime nuestro asombro, lo que solemos admirar en los niños.

Si volvemos la mirada a nuestro interior, además de las sensaciones físicas, nos atropellan todo tipo de pensamientos e imágenes.

Toda esa catarata de conceptos y símbolos, protagonizadas y dirigidas por el yo,  sin cesar ponen y traducen la experiencia en función del pasado, del futuro o del presente, categorizándola, en palabras, descripciones,  emociones, en explicaciones en definitiva.

Se pregunta Krishnamurti si existe el pensamiento como tal o está indisolublemente unido al pensador. Si, en realidad, el pensador no es (o equivale a) sus  propios pensamientos. Que, en verdad, uno es sus pensamientos.

Este asunto requiere un momento de mucha serenidad. De gran detenimiento. Cualquier cuestionamiento al yo suele producir reacciones inmediatas de todo tipo.

Yo creo que de lo que hablo no es de meditar en el sentido habitual. Sino reflexionar seriamente acerca de lo que sucede en nuestra mente. Y utilizar para ello a un aparente "testigo" consciente, en calidad de espectador de los pensamientos. Se trata de un “ejercicio” que, a mí en particular, me parece de utilidad para reivindicar un yo más verdadero.

En verdad que, si lo hacemos, hay momentos en que pareciera que estamos persiguiendo a nuestra propia sombra. Una sombra que jamás podemos asir.
Eso en realidad no es lo importante. El hombre persigue a su sombra y nunca la alcanza. Pero sí que lo es el momento en que uno se detiene, en el silencio y la quietud para observar.

Porque, mucho de la vida transcurre entre ideas preconcebidas y experiencias que deseamos o que detestamos repetir. De esa manera, el carácter se vuelve rígido y la percepción distorsionada.

Mi reflexión de hoy es que en cada día es útil y bueno buscar un momento para observar como funciona esa asombrosa creación que soy. Mi mente, mi cuerpo, el mundo que me rodea. Y procurar hacerlo sin ideas preconcebidas, dejando pasar las imágenes y los pensamientos. Puede que haya atisbos de qué sucede entre ese vaivén. Y esa experiencia es...distinta.

Esto es lo que, a mi juicio, se acerca más a meditar. Un estado de consciencia. De darse cuenta.

De awareness.