sábado, 8 de octubre de 2016

Sequedad


Sequedad


Seco. Seco como el arbusto que, falto de riego, dejó caer todas sus hojas.
Al igual que en él había vida, savia corriendo por sus venas. 
Pero nada que semejara vida se dejaba ver.
Hojas secas. Ramas descoloridas.
Por dentro corren los pensamientos, aunque nada se refleja fuera.
En el interior, la ansiedad de sentirse laxo. Sin metas frescas.

   Rachid se dejó caer en una silla, desolado. Acostumbrado a tener a su disposición deseos, inspiración, alegrías, o simplemente escucha dispuesta para quienes tantas veces piden, ahora todo su ser estaba sin ánimo..
Miró a sus sempiterno amigo Hassan con algo que parecía querer pedir ayuda.
Mas el otro no vio. o no supo. O no se dio, como tantas veces en la vida.
Miró a su planta, de apariencia sin vida. Miró sus hojas antaño frondosas, recordó sus hermosas flores, como bolas de nieve blancas.
Ahora nada más que ramas secas.
Lentamente, muy despacio sintió su cuerpo que, pesado, se acomodaba al asiento. 
Su respiración agitada que parecía ir ralentizando.
Sus tumultuosos pensamientos e imágenes. Y las sensaciones sin cesar en todo su cuerpo, que recorría como el astrónomo recorre la gran galaxia Láctea.

Todavia una dura pelea con el conformismo. Con la voz poderosa que exige que algo pase. Que algo se haga, que algo se sienta. Que algo emocione.
Nada.
Laxitud.
Nada.

El canto de la urraca.
El ronroneo de la ciudad.
El sonido del coche.
El suave aroma de la fruta cociendo en la cazuela.
¿nada?