lunes, 22 de junio de 2009

EL arcángel y la serpiente. Relatos vividos


Podría titularse “de ángel a hombre”.
Para mí, refleja el tránsito hacia una actitud más comprometida socialmente y el final de los sueños de persecución que tuve con cierta regularidad.
El enfrentamiento,la lucha con y la muerte de una poderosa serpiente en el curso de un sueño, dio lugar a este cuento.
Corresponde también al momento en que decidí dedicar tiempo a la psicoterapia.
Es el término de la etapa de formación
.


Bajo una fría luna azul, el arcángel seguía pensativo. Le era difícil, aún siendo arcángel, entender como, después de haber asistido a su nacimiento, de haber visto crecer aquellas esplendoroso alas cuajadas de plumas blancas, de bellísimos reflejos azulados, podía seguir todavía reflexionando sobre lo difícil de la existencia. Sentía sus pies perfectamente apoyados en el suelo. Podía correr y llegar a puntos lejanos sin temor a caerse, tanta era su confianza y seguridad. Con sus alas, podía trasladarse a cualquier lugar del Universo, allá donde sólo la imaginación puede llevar. Podía disfrutar de la Tierra y del Cielo y bañarse en los ríos y en los mares más hermosos, en los parajes más bellos jamás soñados. Su mente lúcida podía descubrir secretos inefables a la inagotable sabiduría y su intuición perspicaz le indicaba con precisión asombrosa el cómo y el cuándo de las cosas, ya que el porqué, desde que creció, sabía que era un concepto tan inalcanzable como agotador, a más de inútil. Su contacto con su derredor era excelente y podía constantemente seguir asombrándose de sí mismo y de lo que le rodeaba.

El arcángel era por lo demás un ser encantador, lleno de creatividad, tan apacible como enérgico, tan pacifico como fiero, tan simple y sencillo como sofisticado. Todo le agradaba, pues sabía elegir precisamente aquello que, en cada momento, precisaba su naturaleza. Era considerado por sus congéneres como un amigo cabal y fiel, buen consejero y participativo de sus propias experiencias.

Sin lugar a dudas, el arcángel tenía todo para ser dichoso en su larga existencia, efímera, desde luego; pero, consciente como era de ello, tampoco le molestaba nada, pues su disfrute estaba por encima del pasado, del presente o del futuro.

Recapacitaba este ser, tratando de concebir qué podía estar turbando de esa manera su existencia, en tanto el frío hacía brillar más su silueta, desprendiendo una leve sombra, alargada y quieta.

Una lechuza atravesó el aire, lanzando un sonido hermético y seco. Levantó la vista el arcángel y alcanzó a ver su rápido salto sobre un animalillo que se destacó, por un instante, en la pradera. Hubo un corto forcejeo, inmediatamente seguido por el ascenso triunfante del ave, que en su pico transportaba un ratoncillo de campo. La lechuza se perdió en el bosque y el lugar recobró su silencio profundo, apenas turbado por el rumor de la brisa sobre el cuerpo del celeste ser.

En ese momento, se estiró, sacudió sus alas y escuchó un silbido duro y penetrante. Consciente del peligro, giró rápidamente hacia atrás, dando un paso rapidísimo hacia el lado derecho. Enfrente se encontraba una formidable serpiente, erguida y amenazadora, dispuesta a arrojarse sobre él. En brevísimos instantes se cruzaron todas las posibilidades.

"Un arcángel no pelea con una serpiente", fue lo primero que llegó a su mente; y empezó a agitar sus alas pronto a elevarse. Después, se vio proyectado ya en otro lugar para proseguir su filosófica meditación acerca de la vida, de sus consecuencias e implicaciones para un arcángel como él.

Pero nuestro arcángel estaba ya un poco cansado (admitamos que esto puede suceder incluso a este tipo de seres) de su reflexión vital. ¿Y sí...? Ello sería desde luego un riesgo, pero ¡Qué excitante! Nunca hasta entonces había sentido una sensación ni un deseo parecidos.

Finalmente, se decidió. Entablaría batalla al coste que fuera, incluido el de su propia vida. Era una decisión impresionante, pero firme. Al fin, estaba definitivamente harto de pensar y aquello era un reto nuevo y fascinante. Lo que sucediera o dejara de suceder, ahora no tenía la menor importancia.

Ambos seres se miraron, conscientes de que les iba la vida en la lucha. La serpiente parecía estar más segura, si bien la consistencia etérea del alado la tenía un poco desconcertada. Lo más parecido con lo que había luchado era un águila, de la que había salido triunfante. En cambio, el arcángel sólo era consciente de su propia fuerza y de su voluntad de ganar o de perecer en el intento.

El reptil parecía tratar de hipnotizarlo con su silbido y sus penetrantes ojos rojos. Sus escamas, también rojizas, parecían despedir un calor salvaje y cubrían su cuerpo poderoso y bestial, terminado en una cola de siete anillos. Se deslizaba con una parte de su cuerpo, manteniendo muy erguido el resto, con la cabeza hacia adelante y la lengua ligeramente sacada. Tenía un aspecto de dragón y, en esa posición, era más alta que el arcángel, dando una impresión de indestructible.

La pelea fue espantosa y cruel. En un momento, el ser celeste se vio cercado y con todo su cuerpo envuelto entre los poderosos anillos. Sintió el crujir de sus alas y un dolor intolerable. Se despertó en él una fuerza y una ferocidad espantosa. Con una rabia increíble y viendo en peligro su vida, lanzó una dentellada al cuello de la serpiente. Sus pies parecían garras y lanzaba rugidos terroríficos. Se revolcaban en el suelo, en medio de tremendas imprecaciones, mientras la sangre cubría la tierra.

El arcángel sentía hervir su cuerpo, los músculos hinchados, la cara dilatada y, a pesar del dolor de la lucha, un placer inigualable ascendía por todo su cuerpo, llevando más fuerza a sus manos, que retorcían con desesperación la cabeza del enorme reptil.

Todo el bosque se había llenado de ansiedad y muchos de sus habitantes contemplaban la lucha titánica del cielo y de la tierra, en medio de una polvareda cobriza.

La serpiente, aún herida, parecía estar disfrutando también del combate y de la entrega del contrincante y ambos reían y gritaban de dolor. Las alas del ángel yacían en el suelo, deshechas en medio de un montón de plumas y de escamas sucias y llenas de lodo.

Finalmente, con un rugido exasperado, con la boca hecha espuma, haciendo acopio de toda su fuerza y aprovechando un descuido de su adversaria, el arcángel logró zafarse por un instante del abrazo y tomando una afilada roca la aplastó en la cabeza del reptil.

La serpiente se estremeció, contempló un momento los ojos de su rival. Sus ojos rojos lanzaron una mirada de pasión; se sacudió, se estremeció, tembló y se derrumbó lenta y silenciosamente a los pies de su adversario.

El arcángel, atónito, la contempló sin rencor. Incluso le lanzó una mirada de agradecimiento, asombrado de su propia reacción. A continuación, se desplomó a su lado, junto a quien, momentos antes, había sido su enemigo mortal. Poco a poco, comenzó a recuperarse y se fue arrastrando, agotado, hasta el cercano riachuelo, en donde lavó sus heridas y refrescó su maltrecho cuerpo. El agua estaba fría y transparente y se tiñó de rojo vivo. Al salir de ella, fue un hombre quien lo hizo. Ya no había alas. Ya no había plumas. Sólo el cuerpo de un ser humano bien formado.

No salía de su asombro ¡Ah! ¡Así que este era el precio! Estaba radiante con su nueva anatomía y una extraña fuerza ascendía desde su sexo. Su rostro había perdido el aire angelical para dar paso a otro enérgico y viril. El aire era suave, profundo y oloroso. El amanecer que despuntaba era fresco. La luz se anunciaba en el valle, una luz anaranjada, que hacía destacar el azul pálido del horizonte, en tanto, atrás, el Oeste permanecía en la obscuridad.

Sonrió y se revolcó todavía con confianza en el la verde yerba ¿Qué haría ahora? Caminó hacia el valle, sintiendo la dureza de las piedras del sendero en sus plantas desnudas, clavándose alguna espina, tropezando aquí y allá. Poco a poco, su cuerpo empezó a sentir mayor confianza y dominio. Halló alguna ropa con que cubrirse y se adentró en el valle.
A lo lejos, descubrió la silueta de un pueblito y hacia allí dirigió sus pasos firmes y decididos...


.............................

1 comentario:

José dijo...

Hermoso relato del nacimiento del HOMBRE