La senda
Antes de emprender camino
merece saber hacia dónde.
Recapacito sobre mis
anhelos más profundos. Distintos de deseos guiados por los instintos, las emociones,
la ruta ya marcada y pensada.
En la llanura inmensa, en
las montañas, en el infinito océano.
Algo intuyo que es lo que
me tiende la mano y orienta.
Tras un largo trayecto, he aprendido ya que hay alcorces que acaban
siendo más largos.
Que hay esfuerzos que
derivan en quedar sin energía.
Compañeros de camino
provisionales y otros valiosos mientras están. Puede que alguno de por vida.
Al llegar a la etapa y
mirar lo ya recorrido, todo parece haber servido para estar ahora.
Cualquier etapa
descartable de lo pasado es mera ilusión.
Ya que todo está
interconectándose sin parar.
Mi vida y la de los
demás.
Intuyo que la etapa final
de la senda es solamente parte de lo sucedido.
Por tanto, ahora veo que
no había atajo.
No había desviación.
Ni equivocación alguna.
El largo suspiro que
acompaña este descanso
El aire otoñal que empaña
la primavera
Es signo de que todavía el
camino sigue.
Ahora de manera distinta.
Una vez más, vacío mi equipaje.
Descartó lo que ya no sirve.
Respiro y me tiento.
Continuo por la senda,
hora cuesta, hora bajada, hora valle.
Mientras hay vida.